(04: lluvia, pizza y otras maneras de romper el hielo)

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Cuando Oliver y Dante regresaron a la ciudad el cielo ya estaba oscuro y las estrellas —familia de Dante en palabras de Oliver— ocupaban su lugar allá arriba

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Cuando Oliver y Dante regresaron a la ciudad el cielo ya estaba oscuro y las estrellas —familia de Dante en palabras de Oliver— ocupaban su lugar allá arriba. Las calles estaban vacías a excepción de las personas que iban cazando fiestas por los bares y callejones perdidos, embriagándose y hundiendo sus penas en lo más profundo hasta que saliera el sol y tuvieran que volver a hacer el mundo. Esto también significaba que era peligroso estar solo por la ciudad a esas horas, por eso Oliver condujo hasta el departamento de Dante, el cual se encontraba en la zona barata de la ciudad; aquel barrio tenía fama de que sus residentes eran criminales, traficantes de drogas, gente de bajos recursos y cosas por el estilo. Quizás debió darle algo de miedo entrar ahí, pero la realidad era otra. Él estaba tranquilo y fresco mientras conducía por la calle llena de baches y con vecinos que lo miraban de soslayo.

Se detuvo en un edificio de fachada descuidada; algunas ventanas estaban rotas y la pintura comenzaba a caerse, revelando los ladrillos que componían la estructura. Era como ver heridas. Bajo el volumen de la radio y observo el lugar con mayor detenimiento, topándose con el Simca 1000 color azul rey de Dante. Ahí vivía. El chico de cabello rizado y ojos verdes se quitó el cinturón de seguridad y giro en su asiento para mirarlo.

—Gracias por traerme a casa.

—Es lo menos que puedo hacer después de haberte, técnicamente, secuestrado en mi coche toda la tarde —intentó bromear. Y lo logró, pues Dante rio. —Lo siento por eso.

Dante negó con la cabeza, todavía sonriendo. Dante siempre sonreía.

—No es necesario que te disculpes. —Dijo. —Disfrute tu "técnicamente secuestro".

Oliver sonrió en respuesta y, quitándose también el cinturón, giro para mirar a Dante. Por la radio sonaba la canción «Imagination» de «Foster the People» y de pronto el ambiente dentro del auto se sentía diferente. Diferente pero no incómodo. Se miraron de frente y sin decir nada, solo dejando que la música los envolviera. Lo cierto es que no podían verse mucho, de todos modos, pues el auto estaba en penumbras y eran apenas iluminados por una vieja farola que se esforzaba por no apagarse. Con todo y todo, Oliver hizo un esfuerzo para buscar la mano de Dante entre la oscuridad y, al toparse con ella, acaricio los dedos. Tímido, con miedo a ser rechazado. Dante respingo en su lugar, pero no se apartó. No se apartó, pero dejo de sonreír.

—¿Dante? —preguntó Oliver al verlo, deteniendo sus movimientos abruptamente. —¿Estas bien?

El chico asintió como ido. Sus ojos estaban fijos en sus manos y su boca estaba recta en una línea horizontal. Suspiro levemente y entonces le miro. Su sonrisa había vuelto.

—Estoy bien. No te preocupes. —murmuró. Su voz sonaba más baja y lastimada de lo normal. Tomo una bocanada de aire y agrando su sonrisa. —Estoy bien.

Oliver recordó la segunda vez que se vieron. No le creyó. Iba a decir algo más, pero Dante se adelantó y abrió la puerta del auto.

—Gracias por traerme a casa. Nos vemos luego. —Se bajó del coche y camino hasta el edificio donde vivía, dejando a un Oliver atónito en el asiento del piloto.

Dirty Laundry 『original 』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora