❝Él tiene sus secretos, sí, yo también
tengo los míos.
No me importa lo que hiciste
solo lo que hacemos...
la ropa sucia,
luce bien en ti.❞
(Dirty Laundry - All Time Low)
Los secretos son una de las tantas cosas que vuelven complejo al ser human...
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A estas alturas, estaba seguro de que no era un simple resfriado lo que tenía. Su garganta estaba en un estado casi deplorable y desde que había despertado no dejaba de toser y toser. Quizás había pescado una infección de garganta que necesitaba atención médica y no solo caramelos de miel y limón, té caliente y reposo. Así que se vistió, se colocó una bufanda y salió de casa; el hospital no quedaba muy lejos, por lo que decidió que tal vez caminar no sería tan malo, en especial cuando su único ejercicio era subir y bajar las escaleras de su edificio.
Las calles se encontraban más tranquilas que de costumbre y él agradeció eso. Tenía la bufanda hasta la nariz y caminaba con las manos en los bolsillos, pensando en que hace mucho tiempo que no pisaba un hospital. Eso lo ponía nervioso, sin embargo, prefería no pensarlo mucho y mejor era distraerse con las grietas de la acerca o contar los insectos que veía caminando por aquí y por allá.
Cuando llego al hospital, se acercó al mostrador y hablo con las recepcionistas que le pidieron tomara asiento y esperara por su turno. Para su sorpresa, eso no tomo mucho tiempo y en unos cuantos minutos, ya se encontraba frente al doctor. Hicieron las preguntas y revisiones de rutina y aunque Oliver pensó que eso sería suficiente, el doctor le dijo que deberían hacer unos análisis solo para estar seguros. ¿Seguros de que? Oliver no pregunto.
Oliver sintió un nudo en la garganta, sin embargo, solo le quedo aceptar y dejarse llevar por un par de enfermeras hacia otra sala.
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Cuando salió del hospital, sentía que le habían chupado el alma a través de agujas y cosas médicas que él no terminaría de entender jamás. Y gracias a eso, ahora su estómago le reclamaba comida, pues apenas y había probado bocado en toda la mañana. Sin embargo, en cuanto puso un pie afuera se topó con la última persona que esperaría, de hecho, por un momento pensó que se lo estaba imaginando.
—Dante.
El nombrado sonrió de medio lado. Su sonrisa.
—Oliver, hola.
El de cabello negro avanzo un par de pasos más, para quedar bajo el cálido sol y poder observar mejor a Dante. Lucia igual que siempre. O algo así. El joven vestía un overol de mezclilla —que tenía manchas de tierra por aquí y por allá—, con una camiseta blanca por debajo que dejaba ver sus clavículas y en sus pies había unas botas de color miel. Parecía que iba a trabajar en el campo. Oliver sonrió ligeramente.