9. Antes del amanecer

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Enishi se encontraba sentado a la mesa del comedor, preguntándose dónde estaría Nozomi. No la había visto desde que ella fue a llevarle desayuno y él se atrevió a tomar esos labios que ahora eran solo suyos. Enfrente de él estaba el almuerzo que ella había dejado preparado desde la mañana. Olía muy bien, mas no le apetecía comer. Hei-shin se había sentado delante de él y devoraba la comida mientras hablaba tantas tonterías, que Enishi deseó que se atragantara con algo a ver si así cerraba la boca de una buena vez. En ese momento, vio entrar a esa otra chica, la mujer de Battōsai, trayendo más comida y bebida para todos.

—Oye, ¿dónde está Nozomi? —indagó, dirigiéndose a ella.

—Nozomi-san no ha salido de su habitación desde ayer —respondió Kaoru con un deje de extrañeza en la voz, sentándose a la mesa y probando un bocado de alimento. No había visto a Nozomi desde la noche anterior y empezaba a preocuparse—. Tal vez se sienta mal.

—Probablemente es porque está en esos días —replicó Enishi con tal naturalidad, que Kaoru escupió lo que estaba masticando.

—¡¿Cómo lo sabes?! —chilló escandalizada la kendoka.

—Mujer, no hagas tanto escándalo —intervino Hei-shin con malicia en su tono—. Es normal que el jefe sepa lo que le pasa a esa ramera después de que pasó la noche con él.

—¡¿Cómoooooo?! —La mandíbula de Kaoru casi tocó el suelo.

—No vuelvas a referirte a Nozomi de esa forma, Hei-shin, ella no es como cualquier otra mujer. Será mejor que te ocupes de tus asuntos y no te entrometas en los míos —Enishi le dirigió una mirada llena de intenciones asesinas que hizo temblar al hombre vestido de negro como si tuviese hipotermia—. De lo contrario, tendré que matarte —Miró a la estupefacta Kaoru con el ceño ligeramente fruncido—. No hagas esa cara. Ni yo ni Nozomi les debemos explicaciones de nuestros actos. Mejor voy a verla.

Enishi se puso de pie sin ocuparse más de ninguno de ellos y se dirigió hacia la habitación de Nozomi. No obstante, primero pasó por la cocina y preparó algo para llevarle.

Nozomi estaba acostada en la cama, sintiendo molestias en su vientre. Enishi había acertado en lo que le dijo a Kaoru: le habían llegado esos días. Se sintió fastidiada, pero al mismo tiempo aliviada al atribuir su reacción emocional ante las palabras de Hei-shin a la sensibilidad que acompañaba a toda mujer durante esa etapa. A eso del mediodía, escuchó el sonido de unos nudillos chocando contra la puerta de madera, pero le daba pereza levantarse y abrir.

—Está abierta —anunció a media voz.

Observó curiosa cómo la puerta se abría con lentitud, dándole paso a Enishi, quien traía en una mano un vaso del que se desprendía un vapor oloroso. Entonces, Nozomi se incorporó y quedó sentada en la cama.

—Toma —habló Enishi extendiéndole el vaso, ella enarcó una ceja en gesto confuso—. Es té de canela —Nozomi tomó el recipiente, pero acentuó su expresión de extrañeza—. Para aliviar las molestias de tus días.

—¡¿Cómo sabes eso?! —Nozomi por pocó tiró el vaso por la sorpresa, en sus mejillas se aglomeró el rubor.

—Hueles diferente —Enishi lo evidenció con una sonrisa pícara, el sonrojo de ella aumentó.

—Gracias —murmuró evitando mirarlo y probó un sorbo del té. Apenas lo hizo, una exagerada mueca de repulsión apareció en su rostro, sacó la lengua—. ¡Enishi! ¡Le pusiste sal en vez de azúcar! ¡Uhaggg!

—En mi defensa, diré que hice mi mejor esfuerzo —replicó Enishi con una sonrisa burlona, si bien le molestaba fallar en algo tan simple—. Después de todo, los hombres no estamos hechos para la cocina.

Esperanza escrita con lágrimas de sangre y pasión [Rurouni Kenshin Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora