16. Comienzan las nuevas aventuras

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Shanghái

Enishi estaba feliz. Había conseguido, tras muchas y precipitadas negociaciones –esperaba que eso no jugara en su contra, aunque decidió asumir el riesgo–, establecer un provechoso consorcio acerca del comercio de especias y seda con un hombre adinerado bien conocido por su honestidad en tan solo dos meses. Confiaba en poder regresar a Japón la semana entrante. Nozomi estaría orgullosa del nuevo rumbo que le había imprimido a su vida. Exhaló un ligero suspiro al pensar en ella. La añoraba demasiado. Solo le consolaba saber que pronto la tendría nuevamente entre sus brazos. No obstante, le extrañaba que ella no hubiese contestado ninguna de las cartas que él le había enviado casi de manera constante. En ese momento, escuchó un toque suave en la puerta de reluciente madera de su amplio y sobrio despacho.

—Adelante —dijo, sin despegar la vista de los bultos de papeles que debía revisar y firmar.

—Con su permiso, señor —Un jovencito menudo y de ojos rasgados que vestía graciosas ropas de criado con sombrero incluido hizo su entrada en el lugar, portando un paquete sellado de mediano tamaño entre sus manos—. Acaba de llegar esto para usted —Depositó el bulto sobre la mesa—. Viene de Japón.

Enishi se puso de pie súbitamente, apoyando con fuerza sus palmas sobre la mesa. Su corazón retumbó dentro del pecho al son de la alegría.

«¡¿De Japón?! ¡¿Acaso... puede ser que sea ella?!»

—Bien, puedes retirarte, Sû-Liam —masculló sin mirarlo, a lo que el criado respondió con una rápida reverencia para después retirarse.

Con una ansiedad casi frenética, Enishi tomó el paquete y rasgó el envoltorio con el mayor cuidado que su impaciencia le permitió. Observó su contenido cuidadosamente: un par de fotografías, una carta escrita en japonés, un certificado debidamente legalizado... Tan pocas cosas, tan confusas, pero que provocaron que sus pupilas se dilataran y los músculos se le tensaran como si estuviera a punto de morir; sobre todo al leer el certificado.

Su cerebro apenas podía asimilar las irrefutables pruebas que se mostraban ante sus ojos. Apretó los párpados, crispó sus puños y los golpeó contra la mesa con furia casi descontrolada.

—¡¿Por qué?! ¡¿Por qué, Nozomi?! —Sus gritos resonantes eran los vagidos de dolor de un animal herido y agonizante, por sus mejillas pálidas de la emoción rodaron algunas lágrimas—. ¡¿Por qué me hiciste esto?!

****

Kyoto

—Me alegra ver que has ido rehaciendo tu vida, nee-chan.

—No te preocupes, estoy bien. Ahora explícame a qué viene esta reunión en mi casa. ¿Por qué volvió Megumi-san de Aizu tan repentinamente?

Kenshin tomó un largo sorbo del té que Nozomi les había ofrecido a todos, pues él llegó en compañía de su esposa Kaoru –como es lógico–, de Yahiko, Sanosuke, Megumi y, extrañamente, también de Misao y Aoshi. Según le había explicado a su hermana, Saito le hizo llegar un telegrama pidiéndole reunirse con él; esa invitación se extendió a Megumi por una razón que aún no era del todo clara. El lobo de Mibu acababa de hacer su aparición en el punto acordado, por lo que Kenshin le dirigió una mirada significativa al escuchar la interrogante de Nozomi.

—Dejemos que Saito nos explique la razón de esta reunión inesperada.

El ex capitán de los Shinsengumi se tomó su tiempo para responder. Sin ningún tipo de prisa, prendió un cigarrillo y dejó escapar una gran bocanada de espeso humo.

Esperanza escrita con lágrimas de sangre y pasión [Rurouni Kenshin Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora