15. ¿Un adiós?

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Kyoto

—¡¿Qué?! ¡¿Quieres romper nuestro compromiso?!

—Así es, Hiroshi-san. Será mejor que terminemos con esta farsa. Yo no te amo y tú no puedes responder ante una esposa como yo.

A pesar de la suavidad del tono de voz con que hablaba Nozomi, Hiroshi terminó por dar un salto sobre el tatami. Ella había postergado la resolución de aquel asunto durante casi tres meses, pues había pasado ese tiempo en Tokyo, pendiente de la recuperación de las heridas de su hermano y, sobre todo, organizando la boda entre Kaoru y Kenshin, que finalmente se había llevado a cabo con todo el esplendor que merecía la bella pareja. Empero, le había llegado la ocasión para poner punto final a su fallido compromiso con Hiroshi y dedicarse por entero a lo que realmente le preocupaba: la búsqueda de Enishi. El joven de cabellos nevados no había dado señales de vida durante todo aquel tiempo.

Cuando Hiroshi se hubo marchado con la cabeza baja y expresión desalentada, la joven respiró profundamente y llevó una mano a su vientre.

—Ahora solo somos tú y yo, hijo —murmuró, acariciando su abdomen con cariño y contemplándolo con arrobamiento.

No se había atrevido a comentarle a nadie acerca de su embarazo. Según sus cálculos, debía tener cerca de cuatro meses, por lo que su vientre era aún lo suficientemente pequeño como para ocultarlo tras las varias capas de tela que acostumbraba a usar. Sin embargo, ¿qué pasaría cuando comenzara a notarse? ¿Y en el momento del parto? ¿Cómo asumiría ante la gente el hecho de tener un hijo sin haberse casado? ¿Qué le diría a su hermano? ¿Cuál sería su respuesta cuando Kenshin preguntara quién era el padre? Esas y otras dudas la atormentaban. Valor y recursos no le faltaban para sacar adelante a su hijo y, en realidad, poco le importaba lo que dijese o pensara la gente; mas no quería que la opinión pública afectase a su pequeño. Por otro lado, estaba convencida de que su hermano sabría comprenderla; pero seguía sintiendo que lo había defraudado de alguna manera, y por eso prefería guardar silencio. Estaba feliz de tener un bebé, pues se sentía demasiado sola.

«Si no vuelvo a ver a Enishi, quiero tener por lo menos un hermoso recuerdo vivo de él».

Una sonrisa jugueteó en sus labios al pensar en el probable parecido entre su futuro hijo y el hombre que lo engendró con amor.

No obstante, no esperaba que unos toques suaves a su puerta interrumpieran sus meditaciones. Por un momento, pensó que se trataba de Hiroshi otra vez, pero no fue así. Al descorrer la puerta, se encontró frente a un anciano de baja estatura, poblada barba blanca, sombrero de paja hueco y redondos lentes de cristal transparente.

—Buenos días, Nozomi —saludó cortésmente antes de que la joven pudiese formular alguna pregunta—. Es un alivio encontrarte al fin. Llevo casi un mes buscándote.

—¿Quién es usted? ¿Cómo sabe mi nombre? —cuestionó Nozomi con los ojos llenos de sospechas, arqueando las cejas—. ¿Y para qué me buscaba?

—Todos me llaman Oibore —contestó el anciano sin inmutarse ante la expresión intimidante de la joven—. Sé tu nombre porque Enishi lo pronuncia muchas veces en sueños...

—¡¿Enishi?! —lo interrumpió Nozomi en un tono desesperado, dando un salto hacia adelante y agarrando al anciano por los hombros para luego sacudirlo de un modo que creyó que se le caía la cabeza—. ¡¿Dónde está Enishi?! ¡Dígamelo, se lo ruego!

—Calma, muchacha —indicó el viejo como pudo, a punto de soltar los pocos dientes que le quedaban a causa de las sacudidas de Nozomi—. Él está en Rakuninmura —Los ojos de la joven se abrieron desmesuradamente—. Se hundió en la depresión tras leer el diario de su hermana Tomoe. Solo tú eres capaz de sacarlo de ese estado.

Esperanza escrita con lágrimas de sangre y pasión [Rurouni Kenshin Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora