20. Venganzas enfrentadas

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Enishi se encontraba terriblemente preocupado. Ya había caído la noche y su amada Nozomi no daba señales de aparecer. Una sensación desagradable le invadió; a la joven debía haberle pasado algo, pues hubiese llegado antes de oscurecer en caso contrario. Decidió no perder un tiempo que podía ser precioso. Partió raudo hacia la posada donde se hallaban alojados Nozomi y sus acompañantes, cuya dirección había averiguado sin mayor dificultad días atrás. Todos estaban ocupados con el asunto del maligno Yakumo Komamura, por lo que no hizo ningún comentario al respecto.

Al llegar a la estancia, el sentimiento de que algo malo estaba sucediendo se incrementó. El lugar se encontraba desierto y la habitación que la casera le había señalado como perteneciente a Nozomi estaba en perfecto orden, casi como si ella no hubiese estado allí durante horas. Enishi solo vio una hoja de papel amarillento clavada sobre el mueble del armario con una pequeña astilla de lo que parecía ser un dardo diminuto. Se acercó curioso al minúsculo madero, sin tocarlo, y percibió el fuerte olor de algún soporífero del que estaba empapado el fragmento vegetal. Valiéndose de un pañuelo que traía en el bolsillo, lo arrancó y agarró la nota. Lo que leyó, escrito en japonés con correcta caligrafía, provocó que la sangre bullera en sus venas con la fuerza de un volcán en erupción y que a su rostro acudiera una expresión de furia tal, que los nervios se remarcaron una vez más por todo su cuerpo.

“A cualquiera de mis enemigos que encuentre esto:
A estas alturas, Himura Battōsai y Enishi Yukishiro, ya deben saber quién soy yo. Mi venganza está muy cerca de completarse. Yukishiro, tú en particular podrás entenderme, puesto que siempre viviste por tu propia venganza. Yo tuve suerte, pues encontré a una persona que les importa demasiado a los dos hombres a los que más odio sobre la tierra. Me apoderé de ella. Para cuando hayan leído esta nota, seguramente ya la habré hecho mía, pues me gusta mucho. Aún así, para verlos sufrir, procuraré darle una muerte lenta y dolorosa.
             Atentamente,
              Yakumo Komamura.”

La nota desapareció, hecha trizas, entre los dedos de Enishi.

Nozomi abrió los ojos con pesadez, solo para encontrarse en un lugar desconocido. Era una habitación de tamaño normal, con paredes blancas y luminosas; en el centro de esta había una gran cama, un armario mediano y otros muebles más.

—¿Dónde... estoy? —balbuceó la chica, sintiéndose desorientada y con su vista aún algo nublada.

En ese momento, notó que unos brazos la alzaban con cuidado a sus espaldas, ayudándola a incorporarse. Cuando logró enfocar su vista lo suficiente, descubrió las elegantes figuras de dos mujeres que se le acercaban, inclinándose junto a ella y examinándola con expresiones tranquilizadoras en sus rostros. Ambas mujeres eran de gran belleza, con largas cabelleras negras y expresivos ojos oscuros, a pesar de que una de ellas ya lucía de edad algo avanzada; la otra no sería mayor de treinta años. Las dos vestían discretos kimonos de colores oscuros y le ofrecieron amables sonrisas a la recién llegada. Al voltearse un poco, Nozomi se percató de que quien la ayudaba a mantenerse sentada –no había dejado de sostenerla en ningún momento– era un apuesto joven de unos veinte años, con desordenados mechones de color negro y ojos algo más castaños, pero vestimenta tan sencilla como la de las mujeres.

Esperanza escrita con lágrimas de sangre y pasión [Rurouni Kenshin Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora