4. ¡No!

152 15 0
                                    

Las olas del océano chocaban a intervalos irregulares contra la costa de la pequeña y verde isla en forma de media luna, mientras el sol calentaba todo el panorama desde lo más alto del cielo. El flamante barco encalló en la arena y tendió la rampa sobre ella; un joven descendió por allí, llevando a una chica inconsciente entre sus brazos y una maleta en una mano. Tiró la maleta en cualquier lado y depositó con cuidado a la muchacha sobre la arena al ver que ella movía los párpados y separaba los labios.

Nozomi abrió los ojos con tanta lentitud, que le pareció que nunca lograría adaptarse a la luz del día otra vez. Lo primero que avivó sus sentidos fue el olor salado del mar golpeando su nariz. Esto la hizo incorporarse de una vez, apoyando sendas manos sobre las arenas de oro.

—¡¿Dónde diablos estoy?!

Entonces, su vista se clavó en el hombre que había tratado de matarla, y lo recordó: él la había golpeado, reduciéndola a la inconsciencia, y la había llevado a ese lugar desconocido.

—Estás en una isla —respondió Enishi, que no despegaba su mirada de ella.

—Muy informativo, gracias —Nozomi se puso de pie, sacudiendo la arena que se había pegado a su kimono—. ¿Por qué me has traído aquí?

—Esta es una isla desierta. La uso como estación para que mis barcos pasen a Tokyo. Está a veinte kilómetros de cualquier isla conocida —Enishi dio dos pasos hacia ella, lo que provocó que el cuerpo se le tensara y asumiera una rígida posición de alerta—. Sé agradecida, sigues viva y además estás conmigo.   

—No te imaginas qué privilegio es para mí ser tan bien recibida en tu isla —afirmó Nozomi con una sonrisa astuta y tal vez un poco cínica, que causó una reacción de disimulado asombro en el joven ante ella.

—Vaya que tienes la sangre fría —Enishi arqueó una ceja—. ¿Te viene de familia?

—Si es así, es una buena herencia para mí.

—De todos modos, yo no me refería a eso. Los otros querían violarte y torturarte, ¿sabes? —La joven no pudo reprimir una mueca de espanto. Sabía que Enishi no era el único involucrado en el Jinchuu, pero no pensó que el resto de los participantes fueran personas dominadas por las bajas pasiones—. Yo no haré nada como eso.

—Oh, sí, supongo que tú eres mi salvador.

Enishi emitió un bufido. No valía la pena, ella no agacharía esa frente altiva ni por error. En lugar de eso, debía apresurarse para llegar a tiempo a su combate de esa noche.

—Piensa lo que quieras. Vamos, tengo prisa —Trató de tomarla por la muñeca, pero Nozomi le soltó un manotazo que le obligó a retroceder por mero reflejo. Esta vez sí lo llevó a su límite—. ¡¿Qué crees que haces?! ¡Intenta no agotar mi paciencia, mujercita!

—Abstente de tocarme con tus sucias manos —Nozomi casi escupió las palabras, mirándolo a los ojos de manera desafiante—. Puedo ir por mis propios pies.

—Ni modo —Enishi desvió la mirada y entrecerró los ojos, desistiendo de la discusión con ella—. Como quieras. Recoge tu maleta y sígueme. No me hagas perder más tiempo.

Le dio la espalda y comenzó a caminar en dirección a una espesa agrupación de vegetación. Nozomi miró a su alrededor y divisó su maleta tirada a un costado. La recogió y siguió a Enishi, quien continuó caminando, adentrándose en una enmarañada espesura vegetal sin mirar atrás, hasta que escuchó algo que lo hizo detenerse en seco.

—¿Por qué no me mataste?

La pregunta que tanto confundía a Nozomi también desconcertó a Enishi, pues no se la había planteado hasta ese momento. ¿Por qué no la había matado? ¿Acaso sabía la respuesta?

Esperanza escrita con lágrimas de sangre y pasión [Rurouni Kenshin Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora