Mi vida nunca estuvo exenta de contratiempos. Mis padres murieron cuando yo sólo tenía tres años por lo que no tengo ningún recuerdo de ellos. Lo único que aún conservo de ellos son algunas viejas fotografías y la casa que heredé al cumplir los dieciocho años. Cuando mis padres fallecieron a manos de unos atracadores de poca monta, me vi obligada a mudarme a casa del hermano de mi madre. Mis padres no tenían trato con mi tío pero al ser mi único pariente con vida, no tuve más opción que vivir con él hasta que fui mayor de edad. No sabría decir si los años que pasé con él fueron buenos o malos. Yo era como una sombra en la oscuridad, alguien totalmente invisible a los ojos de mi tío. Nunca sentí cariño por su parte pero esa indiferencia también tenía sus ventajas: siempre pude hacer todo cuanto quise sin tener que dar explicaciones.
Siempre agradecí los años que mi tío me cuidó, aunque fuese a su manera, pero cuando fui mayor de edad pensé que era el momento adecuado para volar fuera del nido y regresar a la casa en la que nací. Desde la muerte de mis padres jamás había vuelto allí. Sólo mi tío iba de vez en cuando para comprobar que todo estaba en orden pero por alguna razón, aquél lugar no le agradaba. Estaba allí el menor tiempo posible, sin embargo, para mí fue totalmente distinto. El día que atravesé la puerta de la vivienda por primera vez desde que la heredé, una familiar calidez me absorbió. No sabría cómo explicarlo pero de alguna forma, sabía que estaba en mi hogar. Por primera vez desde que tenía uso de razón, me sentía en paz, y eso no era algo fácil en mi situación. No sólo había tenido que lidiar con la muerte de mis padres a una edad muy temprana, sino que también poseía lo que yo consideraba a todas luces una maldición. Desde pequeña, y aunque mi tío siempre me había ignorado, nunca me sentí sola. Ni una sola vez. Incluso cuando no había nadie a mi alrededor, yo sabía que tenía compañía. Admito que la primera vez que vi un espíritu me asusté mucho. Aquel día, corrí hacia mi tío con la esperanza de que me ayudara pero creyó que me había vuelto loca, así que nunca más volví a mencionar el tema. Hice pasar todo el asunto por una pesadilla más vívida de lo normal y mi tío nunca volvió a preguntar. Con el tiempo, terminé por acostumbrarme a aquellas presencias con las que me cruzaba de forma habitual. Algunas veces interactuaba con ellas y otras, simplemente simulaba no verlas, como cualquier otra persona. Mentiría si dijese que esta... "habilidad" nunca me ha causado problemas, pero con el paso de los años he aprendido a lidiar con este tipo de situaciones. Normalmente, hacer la vista gorda suele ser la mejor de las soluciones.
El año que abandoné la casa de mi tío, también era el momento en el que empezaba la universidad. Tocaba empezar una nueva vida, con nuevos compañeros y una nueva rutina a la que no estaba acostumbrada. Jamás olvidaré aquél primer día frente a la facultad de ciencias físicas de la Universidad Complutense de Madrid. Estaba tan nerviosa que todo el cuerpo me temblaba. Y hubiese sido peor sino fuese por la ingente cantidad de dinero que mis padres me habían dejado y que me permitía estudiar con tranquilidad sin tener que preocuparme de compaginarlo con un trabajo. Aún así, y debido a que no se me daba bien relacionarme con los demás, el comenzar en un sitio nuevo siempre me producía cierta preocupación. Por supuesto, mi "problemilla" con los espíritus tenía mucho que ver en todo este asunto. Hubiese sido un enorme contratiempo si alguien me viese hablando sola en varias ocasiones. Una vez puedes excusarte diciendo que estabas pensando en voz alta, pero si se repite a menudo la misma situación, sería difícil de explicar. Tenía tanto miedo de que me tomasen por una lunática que comencé a aislarme del resto. Al final, terminé mis años en el instituto como la chica rarita que siempre estaba sola, por lo que la universidad significaba la posibilidad de cambiar esa constante de los últimos años. Nueva casa, nuevos compañeros, nuevos profesores, y en definitiva una nueva vida. No es que me importase mucho hacer amigos, ya que no iba a tener mucho tiempo para ellos con todo lo que iba a tener que estudiar en la carrera de física, pero tenía ganas de recordar lo que era tener a alguien con quien contar cuando necesitas que te echen una mano. Hacía demasiado que no sabía lo que era tener una amiga y me había propuesto que ese era un problema que iba a solucionar.

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La nigromante (TERMINADO)
Мистика¿Una medium? ¿Una bruja? ¿O algo mucho más antiguo y poderoso? Carol es una chica de apenas dieciocho años que quedó huérfana nada más cumplir los tres. En su primer día de universidad conocerá a César, un misterioso chico lleno de tatuajes que par...