Era mi segundo día en la universidad y apenas había podido dormir en toda la noche, algo que era habitual en mí desde que tengo recuerdos.
Tenía tiempo de sobra hasta la primera clase por lo que me fui caminando tranquilamente hasta la facultad. Era tan temprano que el sol solo comenzaba a asomarse pero, de nuevo, y al igual que el día anterior, ni una sola nube obstaculizaba su camino. Todo apuntaba a que sería otro caluroso día de ese extraño y veraniego octubre.
Al contrario que el día anterior, esa mañana no me extrañó volver a sentir esa curiosa energía que me recordaba a César. Ni siquiera me giré una sola vez para comprobar si se encontraba cerca porque sabía que, aunque lo hiciera, no lo vería por ningún lado.
Llegué un poco pronto a la universidad pero Meli ya me estaba esperando en la entrada.
- ¡Madre mía! ¿Qué te ha pasado en la cara para tener esas ojeras? - preguntó tocando con suavidad la redondez de mis hinchados párpados.
A mi, parecía que me habían pegado una paliza y, por el contrario, Meli estaba tan deslumbrante que parecía brillar. A veces deseaba poder descansar una noche entera sin despertarme ni una sola vez, sin oír voces de espíritus que me interrumpiesen el sueño, dormir como una persona normal. En algunas ocasiones, mis noches habían llegado a ser demasiado largas.
- Siempre he tenido algo de insomnio - respondí sin darle mayor importancia.
- ¿Y nadie te ha enseñado lo que es el maquillaje? - Para Meli, estaba claro que el maquillaje no tenía secretos. En esos dos días me había dado cuenta de que siempre iba impecable, con tonos naturales, nada recargado.
- Yo... nunca me he pintado. No me van mucho esas cosas - dije mientras atravesábamos la entrada del edificio.
Ya era el segundo día pero cruzar aquellas puertas todavía me ponía nerviosa, y más teniendo en cuenta que desde que salí de casa no había dejado de sentir la presencia de César.
- Venga, vamos - dijo tirando de mi brazo mientras me arrastraba por el atestado pasillo de la facultad.
- ¿A dónde me llevas?
- A tapar esas ojeras. Tú sólo confía en mí.
En el solitario baño, Meli comenzó a sacar uno tras otro varios utensilios con la intención de usarlos para maquillarme.
- ¿De verdad llevas todo eso en la bandolera?
- Pues claro. A veces necesito retocarme.
Eso explicaba que su rostro se mantuviera perfecto incluso a última hora del día.
- Meli, te lo agradezco mucho pero con un poco de maquillaje para tapar las ojeras es más que suficiente.
- Vale, vale. Sólo te pondré un poco de crema y barra de labios. Nada más, te lo prometo.
No estaba muy segura de si fiarme de la sonrisa de Meli pero ya no tenía escapatoria. Cerré lo ojos con fuerza mientras ella estiraba el maquillaje por mi rostro, cubriendo lo mejor que podía mis hinchados párpados. La cremosidad de la barra de labios también se sentía extraña. No estaba acostumbrada a llevar los labios pintados.
Cuando Meli finalizó, me giré para verme en el espejo pero el rostro que vi reflejado me resultó difícil de reconocer. No parecía yo.
- Estás guapísima, Carol. Deberías ir así todos los días - dijo Meli sonriendo por el orgullo de su obra.
No podía negar que había hecho un buen trabajo. Podía terminar acostumbrándome a verme con ese aspecto.
Salimos de nuevo al pasillo; el timbre estaba a punto de sonar y no podíamos llegar tarde a clase. Me separé de Meli justo al llegar frente a la puerta del aula. En esta ocasión, nuestra clase no coincidía, así que me dirigí a uno de los asientos con la idea de que esta vez, me tocaría estar sola durante toda la hora pero, por suerte o por desgracia, no fue así. Todas las miradas del género femenino se dirigieron hacia el chico que acababa de entrar. César no dejaba indiferente a ninguna mujer, y puede que a los hombres tampoco. Continuó su camino como si aquellas miradas no fueran con él, con decisión, hasta sentarse a mi lado. Aquel hecho que podría parecer insignificante, llamó la atención del resto del alumnado presente. Meli me dijo que César siempre se sentaba solo y que no hablaba nunca con nadie.

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La nigromante (TERMINADO)
Paranormal¿Una medium? ¿Una bruja? ¿O algo mucho más antiguo y poderoso? Carol es una chica de apenas dieciocho años que quedó huérfana nada más cumplir los tres. En su primer día de universidad conocerá a César, un misterioso chico lleno de tatuajes que par...