Monstruo Efervescente

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Érase una vez… un niño que soñaba con un arma.
Acurrucado en el silencio, el niño hablaba consigo mismo:
Si tuviera un arma,
ella aún me cantaría todas las noches.
Si tuviera un arma,
ella me seguiría dando un beso antes de dormir.
Si tuviera un arma,
no habría tenido que enterrarla.
Si tuviera un arma,
él no la habría golpeado hasta la muerte.
Si tuviera un arma,
él se habría largado, dejándonos en paz.
Si tuviera un arma,
él no metería mujeres a esta casa.
Si tuviera un arma,
él no me golpearía cuando está borracho.
Si tuviera un arma,
podría jugar en el patio.
Si tuviera un arma,
él no me encerraría en mi habitación.
Si tuviera un arma,
borraría esa sonrisa de su cara.
Si tuviera un arma,
mi espalda no tendría las marcas de su cinturón.
Si tuviera un arma,
él escucharía lo que tengo que decir.
Si tuviera un arma,
le mostraría que él también sangra…
El niño huyó siguiendo las luces de otra ciudad
y los años pasaron como en un desfile de pésimo gusto.
Los retoños, tarde o temprano, se convierten en árboles.
Y las víctimas, tarde o temprano, se convierten en villanos.
Érase una vez… un hombre que consiguió un arma

Cuentos Para MounstrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora