02

2.5K 101 6
                                    

Por su cerebro entraban y salían imágenes de laderas llenas de flores, riscos rocosos y un hombre peligrosamente atractivo con ojos oscuros y penetrantes que se mezclaban con la punzada que sentía sobre la ceja izquierda y el martilleo en lo más profundo de la cabeza.

Oyó una lamentación en la lejanía. Era un sonido femenino, pero grave y como desconcertado. Quería correr hacia ella, abrazarla y decirle algunas palabras de consuelo. ¿Pero dónde estaba?

—Tiene que despertarse.

La voz masculina rasgó la neblina que tenía en la cabeza. La punzada se hizo más aguda al intentar obedecer. Se sentía pesada y entumecida. Solo quería dormir.

—Sé que puede oírme —insistió el gruñido masculino—. Abra los ojos o va a haber problemas.

Sintió unos dedos fríos y fuertes en la base de la garganta. Tomó aire bruscamente y captó el olor a pino, cuero, sudor... virilidad...

Hizo un gran esfuerzo para abrir los ojos. A pocos centímetros había un hombre. Un hombre implacablemente guapo con un pelo negro y despeinado, unos ojos penetrantes, una mandíbula firme, una nariz rota que ya había visto... ¿cuándo...?

Tensa por el miedo clavó la mirada en aquellos ojos oscuros como chocolate derretido, chocolate caliente.

— ¿Quién es usted? —dijo con voz ronca.

La mirada del hombre le recorrió descarada mente la cara. Pasó de los labios a los ojos.

—Primero dígamelo usted.

Aturdida, arrugó la frente, pero no discutió. Una sospecha alarmante se apoderaba de ella. Abrió la boca convencida de que su nombre saldría fluidamente, pero no pudo decir nada.

El espanto le retorció las entrañas y sintió una angustia que no podía definir. Empezó a temblar. Se le secó la garganta. Cerró los ojos, quiso concentrarse y tranquilizarse. Todo era absurdo. Tenía la respuesta en la punta de la lengua. Sabía quién era y de dónde había llegado.

Pasó el tiempo, pero seguía sin poder decir nada.

Abrió los párpados.

—No sé quién soy.

De los labios de Harry brotó una maldición.

Tenía que haber una explicación para todo, se dijo ella. Tan solo tenía que pensar, tomarse un tiempo y concentrarse.

—¿Somos amantes? ¿Estamos casados? —preguntó con un tono de tranquilidad que no sentía.

—No —gruñó él.

—¿Somos amigos? ¿Conocidos?

—No.

Ella miró nerviosamente alrededor. Estaba en un pequeño dormitorio que solo tenía una cama, un armario y una mecedora. El techo tenía vigas de madera y vio unas montañas imponentes a través de las grandes ventanas que había en la pared.

Era una cabaña de madera.

No le sonaba de nada.

—¿Estamos en su casa?

Harry asintió con la cabeza.

Ella se movió con inquietud bajo las sábanas.

—¿Esta es su cama?

—Sí —un brillo de peligro casi imperceptible le cruzó los ojos—. Solo tengo esta. He pensado que estaría más cómoda aquí que en el sofá.

—Se lo... agradezco.

Harry se levantó con un gesto de la cabeza.

—Seguramente necesite descansar un poco.

LejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora