Ángel estaba en el porche preparándose para el paseo hasta el pueblo. A su derecha, el sol asomaba por encima de las montañas con un color amarillento con manchas completamente blancas. Dejó de ordenar la mochila para observar el nacimiento del día.
El chichón sobre la ceja ya era solo una pequeña dureza de la piel, pero era suficiente para hacerla pensar y preguntarse...
Cerró los ojos y durante ese breve instante vio otras montañas. No resplandecían por el sol sino que estaban cubiertas por una densa niebla. Notaba una conexión con aquella visión, pero de una forma melancólica, como si la hubiera vislumbrado miles de veces con una nostalgia no correspondida en su corazón.
Se sintió impresionada por la sensación que le evocaba la imagen. Tan impresionada que abrió bruscamente los ojos y el encantamiento se esfumó.
¿Qué había visto? ¿Sería su tierra? ¿Su sitio de vacaciones preferido? ¿Una imagen de la infancia? ¿Por qué había sentido esa nostalgia?
El sol iluminaba el paisaje a medida que ascendía hacia lo más alto y tan solo le inspiraba más preguntas. Fueran de donde fueran las imágenes de las montañas entre la niebla y las sensaciones de soledad, ya sabía que la posibilidad de recuperar la memoria estaba a su alcance.
Ángel esperó que un brote de felicidad o alivio le recorriera todo el cuerpo, pero, ante su sorpresa, solo sintió una leve punzada de asombro. Nada más.
Se estremeció. ¿Sería tan horrible su pasado que quería olvidarlo? Tragó saliva. ¿Acaso el presente la intrigaba y la emocionaba tanto que solo quería mirar hacia delante?
—Rancon ha comido y bebido lo suficiente para un día. ¿Preparada?
Ella se volvió y vio a «su presente» que salía por la puerta con la mochilla y la colchoneta para dormir colgando de la espalda. Miró a su protector de pies a cabeza. Era toscamente atractivo con las botas, los vaqueros, la camiseta y la camisa de franela azul. Harry sí que parecía preparado para cualquier cosa. Bajó la mirada hasta el cinturón. Incluso para el peligro.
Se acercó a él.
—¿Llevas una pistola en los pantalones o...?
—Por favor, no termines la frase —la interrumpió con una ceja arqueada.
—¿Por qué?
La miró y comprendió que hablaba en serio.
—Por nada —contestó irónicamente.
—¿Llevas una pistola, Harry? —volvió a preguntarle.
—Sí.
Ella notó un escalofrío de angustia.
—¿Crees que es necesaria para este viaje?
Algo oscuro pero claramente ardiente le cruzó el rostro.
—Para este viaje y para todos los viajes —se quitó la pistola del cinturón y la metió en la pistolera que llevaba colgada del hombro—. Ella va a todos lados conmigo.
—¿Ella? —preguntó Ángel sorprendida.
—Es rápida, suave y mortal —los ojos se le iluminaron de sensualidad—. Es evidentemente femenina.
Sintió que un ardor le bajaba del vientre. Vio mentalmente la mano que acariciaba el arma moviéndose sobre su piel y abrasándola de pasión.
Se abochornó por una reacción tan lasciva, pero consiguió esbozar una sonrisa.
—Me parece que me siento insultada.
Harry se rio.
—No tienes motivo. Era un halago. Sería tonto si no reconociera los poderes de una mujer.
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