Harry agarró la cerveza, la levantó y dio un sorbo.
Justo delante de él, el cartel de neón del bar de Sheff en Denver tremulaba como si le advirtiera para que parara o bajara el ritmo.
Sin embargo, hizo un gesto a Sheff para que le sirviera otra.
Solo eran las nueve. Era demasiado pronto para volver a un apartamento vacío. Además, él nunca hacia caso de las advertencias de ningún tipo.
En la cartera llevaba la nota que le había dejado Ángel, perdón, la princesa ___ Thorne de Llandaron, en la mesa de la cocina antes de marcharse hacía unos días. La había leído un centenar de veces y, como un completo idiota, había sido incapaz de romperla. Cinco escuetas palabras lo habían obsesionado día y noche.
Lo siento. Te quiero. Ángel.
Soltó un juramento para sus adentros y se pasó la mano por el pelo. Lo habían obsesionado tanto, que hizo la maleta y dejó la cabaña justo después que ella para volver a Denver. La cama la ducha, la cocina, la chimenea, el río, el olor a pino, todo le recordaba a ella.
Oyó una carcajada a sus espaldas.
—Te invitaría a una cerveza, Styles, pero me parece que ya has tomado suficientes.
—No voy a conducir —Harry miró por encima del hombro y se quedó boquiabierto cuando vio a Jack Bonner que se le acercaba—. ¿Cómo has sabido que estaba aquí, Bonner?
—Sheff tiene esa cerveza especial para sentir lástima de uno mismo.
—Déjame en paz.
Jack se sentó en un taburete junto a Harry.
—Ni lo sueñes, sheriff.
—Por si no lo sabías, ya no soy sheriff.
—He oído decir que has dejado el servicio.
—Efectivamente.
—Ya no sientes la emoción de la captura, ¿eh?
—Algo así.
Era exactamente eso. Había pasado cuatro años buscando venganza, pero en general solo había encontrado un vacío. Hasta que la belleza de ojos color violeta se cruzó en su camino.
—Siempre puedes pasarte al servicio de inteligencia. Estoy buscando un compañero.
—La CIA no me ha interesado jamás.
—Es el FBI —Jack sonrió—, pero ha estado muy bien, muy gracioso.
—Hago lo que puedo.
Jack ensanchó la sonrisa.
—El problema es que tienes un instinto de protección espantoso y tienes que alimentarlo como sea.
Harry lo miró como si se hubiera vuelto loco.
—¿De qué estás hablando?
—Sabes perfectamente de lo que estoy hablando—Jack pidió una cerveza—. Hablo de lo que pasó con nuestra princesa.
—No es nuestra nada —gruñó Harry.
Jack estalló en una carcajada.
—¡Caray! Te lo has tomado mal, amigo.
—Si no cierras el pico te lo cerraré yo.
Sheff dejó una cerveza helada delante de Jack.
—Chicos, todos tranquilos, ¿eh? Sabéis que no consiento las peleas, sobre todo por cosas tan ridículas como vuestra vida amorosa.
