Consecuencias.

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ATENCIÓN: El siguiente texto contiene escenas que describen intentos de suicidio. Se aconseja leer con responsabilidad.

Si tienes un problema emocional o psicológico y crees que se sale de tu control, no dudes en buscar ayuda.

No te rindas.

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Arthur P.D.V.

_______ con 14 años.

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Vi cómo las luces de la ambulancia se reflejaban en las ventanas cuando llegó. Por suerte había dejado la puerta abierta. No quería levantarme y dejarla. Mi pequeña. Su rostro seguía azul a pesar de que ahora podía respirar. En su cuello estaba la marca roja de la cuerda que había usado. De vez en cuando abría los ojos que estaban inyectados en sangre y veía hacia los lados. Cuando me miraba, soltaba un sollozo y volvía a cerrarlos. Yo no podía dejar de llorar.

-Señor, debe darnos espacio para atenderla. -Dijo una de los paramédicos al entrar a la casa.

Yo negué con la cabeza y lloré aún más fuerte mientras la mantenía en posición lateral, como me había dicho el chico del 911. 

-Por favor, Arthur. -Dijo Paul tocándome el hombro. Se colocó en cuclillas y me vio fijamente con compasión. -La cuidaremos, confía en nosotros.

Bajé la mirada y con un sollozo, cedí. Él me suplantó enseguida, junto con la chica y otro paramédico. Yo me levanté y vi cómo la atendían.

-Presenta petequias. -Dijo la mujer que veía sus ojos. -¿Cuál es su nombre?

-_______. -Dije nervioso.

-_______, cariño, ¿puedes oírme? -Mi princesa asintió lentamente mientras mantenía un poco la mirada y luego cerraba los ojos. -¿Puede estimar cuánto tiempo estuvo suspendida? -Me miró. Yo sacudí la cabeza. 

-Y-Yo... Salí de casa hace como quince minutos y-y... Cuando estaba casi llegando al trabajo recordé que había dejado algo importante en casa y regresé... Y la vi... -Lloré un poco más.

Ella miró la cuerda y la silla.

-La coloración está regresando a su rostro. -Dijo Paul. -Su pulso también está regresando a la normalidad y no parece haber perdido completamente la consciencia. Estimo que estuvo suspendida alrededor de un minuto. Hay que llevarla al hospital para realizar más chequeos. -Uno de ellos le colocó un collarín. Otro trajo una camilla, de esas de plástico de color amarillo. -A las 3. ¡3! -La movieron hacia la camilla. -Arriba. -Dijo Paul y la levantaron, llevándola hacia una camilla de ruedas que estaba afuera de la casa. Paul se giró cuando los demás la llevaron hacia la ambulancia. -¿Katherine lo sabe?

Yo me espanté. Busqué rápidamente el teléfono y llamé a mi esposa. Al tercer tono, contestó.

-Ni te imaginas lo que acaba de decirme el Sr. Carlton. Sí le fue infiel a su esposa. -Yo no tenía fuerzas para interrumpirla. -Te lo dije. Y me vio cara de idiota. Ya le dije la verdad, que no le puedo conseguir un trato. Ella irá con todo. Lo único que puedo proteger son los tractores, del resto nada. Dime, ¿qué hay de nuevo?

Yo lloré un poco y ella lo notó.

-¿Qué pasó? -Dijo alerta y como no respondí, se asustó más. -¿Arthur? -Su voz comenzaba a temblar. -Arthur, ¿dónde está _______?

Ella sabía que se trataba de nuestra hija, la única razón por la que yo lloraría como un bebé. Paul me hizo la seña para que entrara a la ambulancia y yo obedecí, tomando un poco de aire y viendo a mi hija respirar con lentitud.

Los relatos de la Leona y la Rosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora