capítulo 1

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_ He dicho que no, Héctor.
_ Pero papá
_ ¡No!
_ Tú sabes que la madre de Vivian es un encanto. Y la de Ana María, además, es bellísima. Cuando la conocí me quedé prendado de ella. Créeme. Te aseguro que si ella hubiese tenido unos cuantos años menos y yo no estuviese loco por Vivian
_ ¡Héctor, por el amor de Dios!_ gritó Esteban con irritación_. ¿Crees que tu padre no es capaz de buscarse mujeres bonitas por sí mismo?
_ En lo que a bonitas se refiere, estoy totalmente de acuerdo. Pero todas carentes de sentido común, Papá_ objetó el muchacho irónicamente_. Y si no, ahí tienes el ejemplo de Ana Rosa. Guapa, sofisticada, airosa Pero sin una sola neurona coherente en su cerebro. Es caprichosa, presumida, vanidosa, y, terriblemente estúpida.
Esteban se pasó las manos por el pelo en señal de incomodidad. Era la primera vez que su hijo mayor hablaba con él de sus mujeres.
_ No creo que eso sea de tu incumbencia, Héctor. En tal caso, el que sufre sus arrebatos infantiles soy yo, no tú ni ninguno de tus hermanos.
_ Pero es que nos tienes muy preocupados, papá_ dijo Héctor con un suspiro de imperturbabilidad_. Tú nunca antes has durado con una de esas mujeres más de dos o tres semanas. Sin embargo con Ana Rosa llevas ya tres meses y eso, a mis hermanos y a mí no nos gusta nada.
_ ¿Qué no os gusta?_ rujió Esteban lleno de furia_. ¡Esto es el colmo! ¿Qué es lo que pretenden tus hermanos y tú, que siga solo de por vida? ¿No les es suficiente veinte años de completo respeto, a la muer... a la desaparición de su madre?
Héctor sonrió. Su padre seguía sin poder referirse a su madre en términos de fallecimiento. Siempre hablaba de desaparición. No había duda. Aún la llevaba en su corazón.
Pero a pesar de su satisfacción, decidió insistir.
Porque su padre tenía razón. Hacía demasiado tiempo que estaba solo y que sus hermanos y él mismo ya tenían sus vidas resueltas.
Estrella, se había convertido en una eficiente abogada. Casada, desde hacía un año, con el buenazo del comisario Greco montés , llevaban una vida cómoda y feliz. El tímido Ángel, se había transformado en un eficaz cirujano que ya dirigía el hospital donde su suegro, Rubén Barrios, el padre de su esposa Alma, lo había ayudado a entrar nada más terminar su carrera, tres años atrás. En cuanto a él, llevaba ya cinco años siendo vicepresidente de las empresas San Román, trabajando mano a mano con su padre, tras terminar su carrera como gestor de empresas y casarse con el amor de su vida, Vivian Sousa. Su maravillosa mujer.
_ Vamos, papá. Tan solo se trata de una fiesta de disfraces. La madre de Vivian lleva años celebrándola en la mansión familiar. Se trata de una tradición que la abuela de Rosa la celebraba en su isla natal y la ha transmitido a sus descendientes. Es todo un evento social, y Victoria va a ir con Ana María por primera vez. Tan sólo hace unos meses que están en México. Han pasado media vida viviendo en Aruba.
¿Pero qué era aquello? ¿Una conspiración acaso?
La hija llevaba de primer nombre el mismo que su madre, y, de segundo el de la mujer que más había amado en la vida y a la que había perdido por su colosal estupidez. Y para colmo, la madre, que llevaba el segundo nombre de su esposa, venía de Aruba. El lugar donde comenzó la peor pesadilla de su existencia. Un lugar al que juró no volver a mencionar jamás.
Pero ¡Ah, ironías de la vida! Ahora era su hijo mayor el que lo estaba nombrando. Aunque, claro. Para él, el nombre de aquella maldita isla no significaba absolutamente nada. Para cualquiera de sus tres hijos, aquel malévolo lugar sería un territorio estimulante y afrodisíaco, como cualquier otra isla tropical del planeta.
_ Ya te he dicho que no, Héctor_ finalizó Esteban. O por lo menos, eso creía.
_ ¿Ya se lo has dicho, papi?_ gritó el pequeño juniors, de cuatro años, bajando las escaleras de la mansión San Román, totalmente disfrazado de cowboy con Sombreo incluido, para abalanzarse a los brazos de Esteban_. Vas a venir, ¿verdad abuelito?
Ted gritó Vivian, que también descendía del piso de arriba_. No atosigues al abuelo. Él hará lo que crea conveniente.
_ Gracias, tesoro_ le correspondió Esteban, mientras le hacía cosquillas a su nieto.
_ Pero quiero que sepas que si decides aceptar la invitación de mi madre, hay un traje charro de etiqueta esperando en tu dormitorio a que te lo pruebes.
Las facciones de Esteban se iluminaron. Siempre había deseado ponerse uno de esos trajes típicos de su país. Pero nunca había tenido ocasión de hacerlo.
Esta bien concedió_. Pero el que me pruebe ese traje no significa que haya decidido ir a esa fiesta. Sólo siento curiosidad por ver cómo me sienta algo así de ceñido a mi edad.
_ Vamos, Esteban_ se quejó Vivian, sacudiendo las manos_. Sólo tienes cuarenta y nueve años. Aún eres un hombre fuerte, atractivo y muy sexy.
Esteban sonrió a su nuera.
_ ¿Has oído, hijo?_ dijo Esteban con vanidad_. Me parece que tú no eres el único que se fija en personas con más edad que tú. Mi nuera me ve como un hombre atractivo, a pesar de que ya soy abuelo.
_ Un abuelo joven, tengo que admitir_ dijo el chico con sorna_. Aunque un poco tedioso.
_ ¿Tedioso yo?
Aburrido susurraron los tres miembros de su familia a la vez.
_ ¡Aburrido! ¿Yo?
El trío familiar movieron la cabeza a la vez afirmativamente.
Esteban sonrió maliciosamente y tomó una determinación.
_ Está bien_ concluyó_. Iré a esa recepción y os enseñaré lo que es divertirse.

_ ¿De verdad ha llegado? _ Exclamó Rosa, la madre de Vivian, cuando la información de que Esteban estaba en el cuarto que la mujer había preparado para cuando su pequeño nieto se quedaba a dormir con ella.
_ Sí_ la informó Héctor_. Sólo Vivian podría lograr el milagro. A pesar de que ya hace cinco días que convengan para que viniera, aún no sé de dónde sacó la idea del juego de carros, que fue lo que finalmente llegó a decidir.
_ ¡Guau! _ Exclamó Vivian arrepentido, haciendo que todos los demás miraran hacia donde tenía fijada la vista, con los ojos muy abiertos.
_ ¡Sí, Guau! _ Repitió Rosa, haciendo que Antonio, el padre de Vivian estrechara a su mujer por la cintura de forma muy posesiva.
_ ¡Reguau!_ soltó la abuela Sousa, la matriarca de la familia, desde su sillón orejero, haciendo reír a todos.
_ ¿Tan mal estoy que os reís todos de mí?_ gruñó Esteban, dejando a Esteban Juniors con su traje de cowboy, al que llevaba en brazos, en el suelo_. Me da que esto no ha sido muy buena idea_ dijo dándose media vuelta_, será mejor que
_ ¡De eso nada!_ gritaron todos a la vez.
_ Vamos, papá. Ya que estás aquí y que ese traje te hace parecer tan elegante
Soy elegante lo corrigió él.
_ Pues entonces, compórtate civilizadamente y actúa como lo que dices ser.
Esteban suspiró resignado y se colocó el enorme sombrero negro con adornos en plata, complemento perfecto de su traje de charro.
_ Muy bien, me quedaré_ confirmó a pesar de sentirse muy inseguro de su aspecto_. Pero sólo porque mi pequeño Juniors me lo ha pedido mientras bajábamos por las escaleras.
Gracias abuelito dijo el pequeño abrazándose a sus piernas.
A pesar de tener ya cuatro años aún le llegaba por las rodillas, pero Esteban siempre le decía que no es que él fuese demasiado pequeño, es que él era demasiado grande. Y era cierto. Todo el mundo le había dicho siempre que era un hombre muy alto.
Muy bien dijo Antonio_. Entonces solo le falta un detalle a tu disfraz. La máscara.
Rosa sacó una bonita máscara masculina y se la entregó a Esteban.
_ ¿Estáis insinuando que tengo que llevar puesto eso toda la noche?_ gruñó él para variar.
Exacto le confirmó Vivian, ayudándolo a ponerse la máscara que ocultaba gran parte de su rostro_. Es la gracia del carnaval de Venecia, de dónde procede mi abuela. Es primordial que no te desprendas de él durante toda la velada. Esa es la esencia de la máscara. Poder hacer lo que quieras durante toda una noche sin que nadie sepa quién eres, aunque en este caso se trate solo de algo simbólico porque nosotros ya sabemos que bajo esa máscara se esconde Esteban San Román, no se puede romper la tradición. A la abuela se le rompería el corazón si lo hicieras.
_ De acuerdo. De acuerdo_ concedió Esteban_. Prometo no quitarme la latosa máscara en toda la noche.

El gran salón de baile se llenó paulatinamente de gente. Unos bailaban, otros comían y el resto charlaban animadamente con una copa en la mano.
Esteban se sentía desplazado. Seguramente conocería a la mayoría de aquellas personas. Pero con las dichosas máscaras puestas no sabía quien era cada cual.
_ ¿Vienes a jugar conmigo a las cowboys abuelito?_ escuchó Esteban a su espalda que le decía la voz de su pequeño nieto. El niño corrió a su lado y lo tomó de la mano_. Pero sólo un ratito. Pronto va a llegar Ana María y entonces tengo que estar con ella, porque es mi novia.
_ ¿Ana María?_ le preguntó Esteban sonriendo.
La hija de Victoria le aclaró el pequeño como si Esteban las conociera_. Mamá dice que es un poco mayor para mí ¿Pero es que es tan bonita? ¿Sabes? Yo creo que se parece mucho a la tía Estrella.
_ ¿De verdad?_ Esteban ensanchó su sonrisa al pensar en lo precoz que era su pequeño nieto y lo bien que se expresaba para su corta edad_. No hay ninguna chica más bonita que tía Estrella. O por lo menos será mejor que ella no te escuche decirlo.
_ A excepción de la abuelita María, claro_ soltó repentinamente el pequeño_. Mi papá dice que era guapísima. La más bella de todas. Eso dice.
El corazón de Esteban se estremeció ante la punzada de dolor que las palabras, totalmente ciertas, que su pequeño nieto, acababa de decir.
Sí. Su mujer había sido la más hermosa de cuantas había conocido. Y había conocido a muchas desde que estuvo por última vez con María dieciséis años atrás.

«Acababan de hacer el amor; cuando antes de que acabara las dos horas de visita cara a cara que les había concedido el director de la prisión donde estaba pagando el crimen cometido por otra persona, María se vistió, se enfrentó a él y le dijo que no hubiera vuelto a verlo Que no volviera más a buscarla.
Ella había aceptado finalmente su destino y estaba totalmente segura de que jamás saldría de entre cuatro paredes.
Le había dicho que había hablado con su abogado para pedir el divorcio. Le dije también que tendría que rehacer su vida y buscar una mujer buena que lo quisiera y que pudiese estar a su lado y cuidar de sus hijos. Después, con los ojos llenos de lágrimas, le preguntó un beso al aire y se fue sin mirar a tras.
Aquella fue la última vez que la vio.
A pesar de que él regresó a aquel lugar una y otra vez, ella jamás permitió que la volviera a ver. Pero lo que nadie sabía, lo que nadie podía sospechar, es que él jamás firmó aquellos papeles de divorcio.
María, donde quiera que estuviese, si es que aún seguía viva, continuaba siendo su esposa

Continuara........

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