María se apartó rápidamente de él.
_ Tú no deberías Tú no
Los ojos de Esteban se llenaron de desencanto y de rabia contenida.
_ ¿Yo no qué, María?_ espetó Esteban, con una risita sarcástica y de medio lado, dibujada en su rostro_. ¿Yo no debía enterarme de que estás embarazada? Por que lo estás, ¿no?
Era evidente. Pero él necesitaba que se lo confirmaran sus labios.
_ Yo No No sé
_ ¿No sabes?_ la cortó, acercándose lenta y amenazadoramente hacia ella. Cuando la alcanzó, la tomó por los hombros y la zarandeó_. ¿Qué ibas a hacer, María? ¿Ocultármelo lo mismo que hiciste con Ana María? O quizás habías pensado deshacerte de él o ella cuando naciera. ¿Tanto me odias?
Marí hervía de ira. De un tiró desesperado, logró desasirse de sus manos.
_ ¿Cómo puedes pensar siquiera que yo haría algo así, Esteban?_ gritó ella, conteniendo las lágrimas. No pensaba llorar delante de él. Nunca más_. Has vuelto a juzgarme y condenarme, ¿verdad? Qué fácil te ha resultado siempre hacerlo. Nuestra noche de bodas te llevaste una gran sorpresa, por que aunque yo te había dicho que nunca antes había habido ningún hombre en mi vida, tus ideas preconcebidas sobre las mujeres te hizo entender que lo que quería decir era que nunca antes me había enamorado; no que fuese virgen. Más tarde, cuando tu tía y el hombre que era como un padre para ti, asesinaron a esa pobre chica y me condenaron a mi por su crimen tampoco me creíste, ¿no es cierto?_ la culpabilidad que enturbió los ojos de Esteban por un instante, confirmó sus sospechas. María sacudió la cabeza indignada_. Y, ahora, crees que sería capaz de un crimen aún mayor si puede que el que me imputaron y que jamás cometí; ¿regalar a mi hijo? ¿Abortarlo? ¿Quién odia a quién, Esteban? ¿Quién te juzga a ti?
Cuando él intentó acercarse a ella nuevamente, María abrió la puerta y lo invitó a salir.
_ Lárgate de aquí, Esteban_ al ver que él se resistía, gritó_: ¡Fuera!
Pero fueron demasiadas emociones, y tan fuertes, que su cuerpo debilitado por el embarazo la traicionó.
Cuando él pasó delante de ella para salir, María comenzó a verlo todo borroso y difuso, hasta que las facciones de Esteban se convirtieron en oscuridad.
_ ¡María!_ gritó Esteban, alargando su brazo para intentar sostenerla. Pero no llegó a tiempo a su lado.
En unos segundos, María quedó hecha un lío de pelo, toalla y albornoz tendida a sus pies.
Con el alma en vilo, se arrodilló a su lado y la sentó, apoyando medio cuerpo de ella sobre sus rodillas.
_ ¡María! ¡Por Dios, María! ¡Abre los ojos, mi amor!
Pero ella no reaccionaba.
Temblando de miedo, Esteban la tomó entre sus brazos, la llevó hasta el dormitorio y la tendió sobre la cama.
Con manos temblorosas, le retiró el pelo que había caído desordenadamente sobre su rostro, y le acarició la mejilla suavemente.
_ Qué bonita es_ dijo, y acercó sus labios para rozar apenas los de ella.
Y además era su otra mitad. Siempre lo había sido. Sin ella, la vida volvería a carecer de sentido. Pero, cuántas verdades le había dicho. Cuánto mal le había causado; inconscientemente o no, pero lo había hecho. Y ahora ella lo despreciaba, con toda la intensidad que sólo la razón podía darle.
_ Esta bien, mi amor. Te concederé el divorcio_ susurró, con la cabeza apoyada sobre el pecho de ella.
_ No puedes. Ya estamos divorciados.
La voz de ella fue música para sus oídos; tan débil, tan frágil, tan deseada
Esteban se aferró a su cuerpo relajado, como si con su abrazo pudiese retenerla para siempre.
_ Eso no es cierto, María. Ahí tienes otro motivo para reprocharme. Te mentí. Jamás firmé esos papeles. Yo no
El abdomen de María dejó de subir y bajar. Su respiración se entrecortó, haciendo que Esteban levantara la cabeza y la mirara con ojos angustiados.
María se perdió en el verde de su mirada y comenzó a respirar de nuevo.
_ ¿Quiere eso decir que tú y yo aún?
_ Sí_ le confirmó él, bajando la mirada arrepentido_. Tienes que entenderlo, María. No pude hacerlo. No pude.
La respuesta de ella se hizo esperar, pero cuando llegó, no fue lo que Esteban esperaba.
María rompió a reír con carcajadas nerviosas, haciendo que la cabeza de Esteban rebotase sobre su pecho. Se movió, retorció y contoneó sobre el colchón hasta que aquel brote de histerismo comenzó a perder intensidad, entonces, bajó sus manos, y enmarcó el rostro de Esteban con ellas, tirando de él para ponerlo a su altura y enfrentar su alucinada mirada.
_ ¿Seguimos casados?_ preguntó María, aún aquejada por los últimos resquicios de su risotada.
_ Sí.
Ella volvió a romper en risas. Esteban la miraba aturdido.
_ Y yo que me había apartado de tu lado porque creí que que ibas a casarte con Ana Rosa Tiene
Pero no pudo continuar.
La última risotada de María, quedó interrumpida por los firmes labios de Esteban, que la besaron con un fervor renovado y firme. Cuando se separó de su boca, Esteban aún no sabía qué esperar.
María lo miró intensamente.
Esteban se sobresaltó. ¿Podría ser cierto lo que prometía su mirada?
_ Aún eres mío.
_ Siempre.
_ Y me amas.
_ Como nunca.
_ ¿Me deseas?
_ Locamente.
_ ¿Y vas a seguir haciéndolo?
_ Hasta el final de mis días.
_ ¿Y Ana Rosa?
_ ¿Importa? Dime. ¿Realmente importa?
_ No. ¿Vas a amarme ahora?
_ Como un poseso. ¿Puedo?
_ Sí.
_ Pues cierra esa preciosa boca de una vez y bésame.
_ Bésame tú.
_ No vas a tener que pedírmelo dos veces.
Y cumplió su promesa. Y el mundo dejó de existir para ambos. Y el pasado quedó borrado con el sabor de sus labios. Y María se entregó.
Esteban abandonó su boca para dejar una reguera de pequeños besos descendiendo por su cuello hasta el principio de sus senos. Ahí se detuvo.
_ Dímelo, María. Necesito desesperadamente escucharlo de tus labios.
_ ¿El qué?_ Sonrió ella.
_ Lo sabes. De sobra lo sabes.
Por supuesto que lo sabía. Pero ella no iba a renunciar tan fácilmente a su dulce venganza.
_ ¿Estás seguro?
Por favor terminó rogando él.
_ Te amo, Esteban. Siempre te he amado.
Él corazón de Esteban estalló de alegría y como recompensa, comenzó a demostrarles pleitesía con la lengua a sus sonrosados pezones, mientras los desnudaba a ambos.
María jadeó de placer al contemplar la seductora desnudez de Esteban, y la potente y totalmente erecta muestra de su hambre por ella.
_ ¿Y me deseas?_ continuó él, pícaramente y mucho más relajado.
_ Sí.
_ Cuanto.
_ Mucho.
_ Cuando.
_ Ahora.
_ Cómo.
_ Dentro de mí.
Con un solo movimiento suave pero certero, Esteban comenzó a internarse en ella, sintiendo el goce más profundo de cuantos había experimentado en su vida.
La había recuperado. Era suya. Y su hijo también.
_ ¿Así?_ susurró mientras entraba lentamente en ella, y le mordisqueaba el lóbulo de la oreja.
María, temblando de pasión, gimió.
_ Más hondo.
_ ¿Ahora?
_ Mucho, mucho más. Mucho más.
Y él perdió la cabeza, la compostura, y el control.
En un momento, todo lo demás dejó de existir, Y se concentró totalmente en dar y recibir placer. En compartir amor, en demostrar lo muchísimo que la había extrañado.
Y ella Bueno. Sus manos terminaron perdidas por el cuerpo de Esteban. Tanteó y palpó cada poro, cada pequeña imperfección inexistente de cada centímetro de la piel del cuerpo masculino que se movía en su interior al ritmo más antiguo de la tierra._ Bárbara está preciosa, ¿No es cierto?
Pero Esteban ni siquiera había mirado a la novia. Llevaba toda la mañana intentando tapar con su propio cuerpo el enorme escote que dejaba a la vista toda la espalda y los hombros de María.
Pero aquel inocente asedio, lo estaba poniendo a mil. Desde que la viera emerger del cuarto de baño con aquel fantástico aunque atrevido vestido que se ceñía graciosamente a su ya más que patente barriguita; el lugar acogedor y agradable donde crecía su hijo, el pelo agrupado en un sensacional recogido, dejando a la vista su esbelto cuello, y aquellas encantadoras sandalias de tacón alto y fino, Esteban mantenía una constante y dolorosa erección.
Por supuesto, había intentado deshacer el nudo que mantenía aquel vestido sujeto a su cuello, en cuanto ella le pidió que le abrochara el seguro del collar de perlas que se había puesto para adornar aún más su presencia, pero ella no le había dejado. Con una risita se escapo de entre sus brazos, prometiéndole que alcanzaría el cielo en cuanto regresaran a casa por la noche.
Pero aquella promesa juguetona de su esposa, tan sólo había logrado aumentar más su lívido. Y para colmo, ahora tenía que soportar los celos irracionales que se apoderaban de él cada vez que alguno de los invitados masculinos de Gerardo o Bárbara, posaban los ojos en la espalda de María.
Las risotadas de sus cuatro hijos y sus correspondientes parejas, llamó la atención de María, que los miró interrogativamente.
_ Creo que papá solo tiene ojos para ti, mamá. Como pueda lucir Bárbara o cualquier otra le importa un bledo _ comentó Ángel entre carcajadas.
_ Yo creo que en lo único que está interesado, es en que nadie más pueda disfrutar de la vista de tu escote trasero_ prosiguió con la serie de bromas, Estrella_. Lleva pegado a tu espalda como una lapa todo el día.
Para confirmar las palabras de su hija mayor, Esteban rodeó la cintura de su esposa por la espalda y la pegó a su pecho en actitud posesiva.
_ Os creéis muy graciosos_ comentó Esteban, apretando más contra sí a María_. Pero vuestra madre es preciosa, y no sabéis la clase de lagartos que hay sueltos por este mundo de Dios.
Creo que esta noche voy a irme a dormir a casa de una amiga propuso Ana María, ganándose así una sonrisa de total agradecimiento por parte de su padre_. Estoy segura de que Paula estará encantada de que le haga compañía.
Un bonito y relajante bolero comenzó a sonar, invitando a los presentes a invadir la pista de baile.
_ ¿Bailamos?_ le propuso María a su apuesto esposo, regalándole un fugaz beso en los labios.
_ Si permanecemos en esta postura sí_ contestó él, devolviéndole la caricia sobre uno de sus hombros.
_ No seas tonto, cariño, dijo ella, rotando sobre sus brazos y agarrándolo de las manos tirando de él hacia la pista de baile.
_ Todo lo que los demás puedan ven es tuyo_ le susurró una vez estuvieron bien abrazados y moviéndose al ritmo lento de la música_. Sólo tú puedes tocarlo y poseerlo.
Esteban tomó aire, la agarró fuertemente por la cintura y la sacó de la pista con celeridad, dirigiéndose hacia los aparcamientos.
_ ¿A dónde vamos?
A casa dijo él, tan seriamente que hizo reír a María.
_ ¿Para qué?
Él se paró en seco, la besó profunda y apasionadamente, y la metió en el coche.
_ Para reclamar lo que es mío_ dijo con un suspiro_. Para disfrutar de lo que me pertenece. Y para amarte como ese vestido que llevas me está pidiendo a gritos desde que saliste del baño esta mañana.
María soltó una carcajada y se colocó a horcajadas sobre sus piernas. Esteban arrancó el coche y conduzco por las calles en semipenumbra, con el cuerpo de María torturando su conciencia con sus manos y su boca, sentada sobre su regazo, moviéndose insinuantemente sobre su erección.
¿Llegarían a casa antes de que él tuviese que aparcar en alguna cuneta y poseerla allí mismo, en el coche?...
Esteban no lo sabía.
Además, no importaba.
Lo único que importaba era que estaban juntos.
Juntos para siempreFIN.
Un beso. Hasta la próxima.