Capítulo 7

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¿Dónde se habría metido Esteban?
Observando las luces de la ciudad a sus pies y embriagada por la serenidad de la noche, desde la enorme terraza que rodeaba la sala de juntas de las empresas san Román. María se recuperaba de la sorpresa del beso de Gerardo Salgado, y de la impresión que le produjo ver a Ana Rosa abandonar precipitadamente la fiesta entre un mar de lágrimas momentos antes.
¿Qué diablos habría pasado?
Y lo que más la preocupaba ¿Dónde estaba Esteban?
_ No debiste besarlo, María. ¿Por qué lo has hecho?
Allí estaba.
Tras ella.
Y su voz sonaba tan defraudada Tan desolada Tan Dolida
María se volvió para enfrentar su mirada.
¡Oh, Dios!
¿Por qué tenía que ser tan guapo tan alto tan irresistible tan todo?
María decidió no hacerle caso a su intromisión, y le contestó con otra pregunta.
_ ¿Qué le has hecho a Ana Rosa?_ pudo decir finalmente_. La pobre chica ha salido de aquí como si la persiguiera el diablo.
Él suspiró y bajó los hombros en señal de derrota antes de contestar:
_ Sólo le dije la verdad.
María se quedó pasmada. ¿Sería cierto?
_ ¿Qué qué verdad?_ consiguió balbucir. ¿Pudiera ser que?
_ La única que existe, María_ le confirmó él, tomándola por los hombros_. Que soy un hombre amarrado al pasado, que sigue perdidamente enamorado de su mujer. Que esa mujer es lo único importante en el mundo para mí. Que ella es la mujer de mi vida, la reina de mi casa, la dueña de mi corazón y la madre de mis hijos. A pesar de que ella sea una mujer perversa que fue capaz de tener un hijo con otro hombre y de casi entregarse a otro delante de mis narices hace un momento.
Las enormes manos de Esteban se aferraban tan fuertemente a sus hombros que la estaba lastimando.
María hizo un movimiento brusco y se soltó de la presión de sus manos.
_ Déjame en paz, Esteban_ le espetó furiosa_. Estoy segura de que tú tampoco has sido célibe durante estos veinte años. ¿Cuántas mujeres han pasado por tu cama antes de Ana Rosa? ¿Cuántas, Esteban?
_ Jamás con más de una a la vez_ le gritó él, asiéndola fuertemente por un brazo_. Pero tú, mi quería esposa. Sigues casada ante Dios con migo, comprometida con el padre de tu hija y liada con Gerardo. ¡Cuánto has cambiado, María! ¿Por qué?
María dio un tirón de su brazo, que provocó que el vestido que llevaba se moviera de su sitio y uno de sus senos escapara de su confinamiento sin que ella se percatara de ello.
Pero Esteban si lo vio.
_ ¡Por que tú me has matado, Esteban!_ le espetó ella, que había perdido el control_. Y yo me siento viva. Condenadamente viva, ¿lo sabes? Quiero sentir, deseo sentirme amada, necesito recordar que soy mujer, que puedo aún levantar las pasiones de un hombre y que
¿Por qué la miraba de esa manera? ¿Por qué se acercaba tan despacio y tan amenazadoramente? ¿Iría a pegarle? ¿Podría ser tan grande su ira?
No. Él jamás haría eso. ¿O sí?
Estuvo a punto de gritarle la verdad. De decirle que ella jamás había pertenecido a otro hombre. Que Ana María era su hija. Que Que si había dejado que Gerardo la besara era para hacerle a él el mismo daño que él le hacía dejando que Ana Rosa lo besara y acariciara ante sus ojos. De decirle que aún lo amaba, que
Esteban llegó a su lado, colocó correctamente el escote del vestido, la tomó de la mano y tiró de ella con tanta fuerza que casi la hizo caer.
_ ¡Vámonos de aquí!_ le susurró al oído, haciéndola temblar_. Este no es ni el lugar, ni el momento adecuado para discutir esto. Vámonos a casa.
Y ante el asombro de todos, la hizo correr tras él sin soltarla de la mano, atravesando el saló de reuniones, en dirección a la salida.
_ No vas a llevártela a ningún sitio sin su consentimiento_ le dijo Gerardo cortándoles el paso.
_ Será mejor que te metas en tus asuntos, Salgado_ le espetó Esteban amenazadoramente_. María es mia, y si quiero llevármela a casa ahora, me la llevaré. ¿Algo que objetar?
Gerardo se preparó para la arremetida, Esteban tensó todos y cada uno de los músculos de su cuerpo para combatirla. Y todos los allí presentes se miraban unos a otros sin entender nada.
_ Por favor, Gerardo_ rogó María, intentando que el asunto no se volviera más escandaloso todavía_. Me voy con él por propia voluntad. Necesitamos aclarar algunas cosas. Mañana te llamaré al hotel, ¿de acuerdo?
_ ¿Estás segura?_ insistió Gerardo, sin apartar la vista de Esteban.
_ Totalmente. Por favor.
Gerardo se relajó un poco, tomó su mano y la besó en el dorso.
_ Está bien. Tú mandas_ concedió_. Estaré esperando ansioso tu llamada.
No cuentes con ella gruñó Esteban_. Esta mujer y yo tenemos muchas cosas que solucionar.
Y sin más preámbulos, tiró de ella y la sacó de allí.

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