Capítulo 5

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Ana María y ella llevaban dos días en la mansión San Román, y la única persona que las había recibido con cariño y gentileza, y que las atendía como María había esperado, fue Carmela. La mujer las recibió con los brazos abiertos, y como era característico en ella, las trataba como de la familia.
Aunque seguía tan desorientada y despistada como siempre, María sabía que Carmela era una mujer encantadoramente afable y cariñosa con todo el mundo; y ahora que no se encontraba bajo la influencia enfermiza de Alba, Carmela había mejorado mucho y al parecer también había dejado de beber en exceso.
Pero en los dos días que llevaba allí, Ni había visto a Esteban, ni a ninguno de sus hijos mayores.
_ ¿Es que Esteban no vive en la casa, Carmela?
María temía su respuesta. ¿Y si vivía en casa de la mujer con la que se iba a casar, la niñita estúpida que apareció en el baile?
¿Y qué le importaba a ella eso?
Él ya no era nada suyo. Solo era su ex marido. Ella ya no era su mujer.
Pero eso no impedía que siguiera amándole casi más que antes. Casi más que siempre.
_ Él llega siempre cuando vosotras ya estáis acostadas. Y se va antes de que os levantéis.
¿Así que era eso? ¿La estaba evitando a toda costa?
_ ¿Y los chicos?_ indagó María_. ¿Es que nunca vienen a ver a su padre?
_ Hace mucho tiempo que dejaron de venir, María_ le explicó Carmela, algo deprimida_. Desde que Ana Rosita empezó a aparecer diariamente por aquí.
_ Necesito hablar con Esteban, Carmela_ no iba a permitirle que la evadiera. No. No se lo iba a permitir. Tenía que preguntarle donde podía encontrar a Ángel y a Estrella. Su corazón se moría por verlos.
_ Él llega siempre sobre las doce de la noche, cariño. Y se suele levantar a las seis de la mañana_ Carmela la miró con cariño_. ¿Está Ana María contenta con su nuevo instituto?
A María le sorprendió la pregunta. Sobre todo porque Carmela nunca se había interesado por esas cosas en el pasado con los demás chicos. Claro, que nunca estaba lo bastante serena como para ello.
_ No lo sé. Mi hija puede ser bastante reservada cuando ella así lo quiere. Creo que en eso se parece a su padre.
Carmela sonrió. Aquello le confirmaba sus sospechas.
Realmente pienso que mi sobrino puede llegar a ser el mayor tonto del planeta Carmela sacó del bolsillo de su chaqueta una fotografía que había buscado la noche anterior de Estrella apoyada en las escaleras de la casa, con quince años y se la mostró a María_. ¿A que está preciosa?
María frunció el ceño, muy confundida.
_ ¿De? ¿De dónde has sacado esta fotografía de mi hija? Ana María no Nunca
_ Sí. Es la foto de tu hija_ le confirmó Carmela sonriente_. Pero no de la menor de tus hijas, sino, de Estrella, con la misma edad que tiene Ana María ahora. ¿A que el parecido es sorprendente? Nunca había visto un parecido tan espectacular entre dos hermanas, a no ser que fuesen gemelas. Pero aunque está claro por la edad que las separa que no lo son, de lo que no cabe ninguna duda es que ambas chicas son del mismo padre y la misma madre. De otro modo no podría existir tanto parecido entre ambas.
María le regresó la foto a Carmela con manos temblorosas. ¿Desde cuando se había vuelto tan lista y observadora aquella mujer?
¿Y como iba a negar nada ahora, si ciertamente el parecido entre las dos hermanas era tan sorprendente?
_ No No se lo digas a Esteban, por favor, Carmela_ si él supiese la verdad, todo se iría a pique. Su pequeña venganza no tendría ningún futuro_. Si lo haces, jamás podré recuperar a mis hijos.
Carmela asintió conmovida por la consternación de María.
_ Está bien. Guardaré tu secreto. Pero no le hagas demasiado daño a mi muchacho, cariño. Sé que necesita una lección, pero en el fondo, Esteban ha sufrido mucho, tu ausencia lo transformó todo. Actúa con cautela, querida, y puede que finalmente no sólo recuperes a tus hijos, sino la vida que deberías haber disfrutado siempre_ Carmela se puso en pié y tomó a María de las manos_. Sólo me queda una cosa que hacer, antes de dejar el futuro de esta casa en tus manos, hijita. Y es pedirte perdón por no haber intervenido antes a sabiendas de que tú eras inocente de ese crimen tan horrible que mi hermana y Maldonado cometieron con Patricia. Pero tienes que entender que le tenía tanto miedo a la reacción de Alba Me tenía amenazada con los chicos, María. Me dijo que si abría la boca, iba a matarlos uno a uno, que todos morirían tarde o temprano de fatales accidentes. Además Hasta que Esteban me ingresó en una clínica de desintoxicación yo no era persona, María. Tú lo sabes bien.
Y era cierto. Alba hubiera actuado en contra de sus hijos sin el menor arrepentimiento. Todavía tenía que agradecerle a Carmela que hubiese mantenido la boca cerrada, o sus hijos hubiesen acarreado con las consecuencias.
_ No te preocupes, tía_ Carmela sonrió. María siempre la había llamado de esa manera, y a ella le encantaba_. Y gracias por cuidar de mis pequeños. Nunca viviré lo suficiente para pagártelo.
_ No me debes nada, hija. Lo hice con gusto. Ellos, junto con mi sobrino, son la única familia que tengo.
_ Pues ahora también nos tienes a Ana María y a mí.
Carmela le sonrió, le dio un beso en la mejilla y desapareció escaleras arriba, para dejarla sola esperando a Esteban.

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