Todos los invitados se acercaban a la feliz pareja para darles la enhorabuena.
Luciano Cisneros iba estrechando una mano tras otra, hasta que se topó con la mirada penetrante e interrogativa de tres pares de ojos tan parecidos a los de su madre que no cabía duda de quienes eran, y qué hacían allí.
_ No sé dónde se encuentra_ anticipó Luciano, al ver que el más alto de los muchachos extendía su manos para que él la aceptara, en señal amistosa. Luciano la aceptó_. Siento no pederos decir nada. Porque sois los hijos de María, ¿verdad?
Estrella se adelantó a sus hermanos con los ojos enturbiados por las lágrimas.
Por favor rogó con la voz entrecortada_. Dénos una pista sobre su paradero. Por muy pequeña que sea, por muy lejos que pudiera encontrarse Somos sus hijos también, maldita sea, ella no puede pretender que cerremos los ojos al pasado, ahora que sabemos la verdad y que está viva. No puede pedirnos eso, por Dios.
Luciano miró a la joven hija de María con un atisbo de comprensión, conmovido por sus palabras y su desconsuelo. Pero es que, realmente no tenía ni idea de dónde se encontraba su amiga. Ella le había llamado desde quién sabe donde, para pedirle que pagase la factura del hotel donde se había hospedado en México durante una noche, y para rogarle que se hiciera cargo de sus intereses hasta que ella regresase, pero no le había dicho dónde estaban. Sólo sabía que le había llamado desde el extranjero, por el prefijo que aparecía marcado en el teléfono, pero podía estar en cualquier parte del mundo. Aunque
_ Es sólo una suposición_ comenzó a decir Luciano, y los ojos de los tres muchachos se llenaron de esperanza_. María nunca emprendería una nueva vida sin el apoyo moral de alguien conocido y querido por ella. Cuando empezó su vida en libertad aquí, en Aruba, María tuvo todo mi apoyo, el de mi esposa, que ya era socia y amiga. Pero María conoció a alguien más mientras estuvo en la prisión, el hombre que trajo a vuestra hermana pequeña a este mundo. Ese hombre se llamaba David Moreno, era el médico interno de la prisión por aquel entonces, se jubiló hace un par de años y regresó a su país natal, España, María y él se hicieron grandes amigos: Puede que
_ ¿Y tú sabes la dirección de ese hombre en su país?_ lo cortó Ángel con determinación.
No contestó el abogado, haciendo que Estrella soltase un gemido de impotencia y desilusión_. Pero estoy seguro de que el director de la prisión os la puede facilitar. Yo mismo me pondría en contacto con él ahora mismo; pero ya veis que no es el momento más apropiado; si queréis volver dentro de diez días, yo
_ No será necesario_ lo cortó Héctor volviendo a estrechar la mano de Luciano_. Yo me encargaré de todo. Muchas gracias, y que tenga una feliz luna de miel.
_ Gracias, muchacho_ dijo Luciano sinceramente_. Espero que encontréis a María muy pronto.
Luciano suspiró aliviado, mientras observaba a los tres jóvenes salir de la iglesia haciendo comentarios entre sí.
_ ¿Eran los hijos de María?_ le susurró al oído repentinamente su recién estrenada esposa.
Luciano la estrechó entre sus brazos, mirándola con infinito amor.
_ Sí. Ellos son_ corroboró, y después besó a su esposa en los labios_. Son unos chicos increíbles. Estoy seguro de que pronto encontrarán a su madre. Y ahora, mi querida esposa, ¿no es momento de que usted y yo comencemos a celebrar nuestro enlace matrimonial?
Por supuesto contestó ella, y besó a su marido en los labios con pasión._ ¿Dónde dices que estáis?_ preguntó Esteban a su hijo mayor, totalmente abrumado_. ¿Cómo demonios habéis acabado en el norte de África?
Se escuchó un resoplido a través del aparato, y Héctor comenzó de nuevo su explicación de los hechos.
_ Ya te dije que el abogado de mamá nos dio la información de un hombre que fue médico en la prisión federal de Aruba, que fue el que trajo al mundo a Ana María_ Héctor sacó otra moneda y la introdujo en la ranura del teléfono público desde el que estaba llamando en la terminal 2 del aeropuerto de Melilla_. Luciano cree que mamá puede haberse venido a España buscando a ese hombre. Por lo visto entre ese tal Davis Moreno y mamá surgió una gran amistad, incluso trabajaron juntos en la enfermería de la prisión.
¿Quién diablos sería ese hombre? ¿Tendría María una relación seria con él?
Esteban se cambió nerviosamente el auricular del teléfono de su despacho de oído, y prosiguió con su interrogatorio.
_ ¿Y ya sabéis dónde vive ese médico?
_ Sí_ contestó el chico, muy seguro de sí mismo_. En la calle rosaleda 124, barrio del real. En una pequeña ciudad española situada en el norte de África
_ Está bien, hijo_ repuso Esteban casi en un susurro, que a Héctor casi le costó trabajo escuchar_. Ya que estáis allí, espero que la encontréis. Si eso ocurre decidle a vuestra madre que si regresa a México la dejaré en paz si es eso lo que quiere, pero que como padre tengo derecho de conocer a mi hija. Cuida de tus hermanos, ¿de acuerdo?
_ Lo haré, papá_ concedió el muchacho, con el corazón encogido al notar el dolor que dejaba entrever la voz de su padre_. Y te prometo que regresaré con ellas.