PRESENTE A TODO AQUELLO QUE TEMO

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                Cada momento parecía ser común, pero me daba fuerza para continuar. Cada vez que jugábamos con una pelota, para muchos algo aburrido, para nosotros el momento perfecto para plasmar una conversación, estoy seguro que si alguien nos hubiera escuchado, no entendería nada, era como hablar en clave, palabras que no parecían tener sentido, pero que te llenaban, te orientaban. Esto tenía un valor inmenso, tan grande que no lo veíamos, tan efímero como el hecho de saludarse y despedirse sin miedo a perder algo.

             Él era tan diferente al resto, que a las personas comunes les parecía extraño; no es muy habitual ver que un niño en lugar de ver comiquitas o cualquier cosa, viera un canal dedicado a DIOS, que te hablara del mundo, que te dijera:

               | Me gusta que seas diferente.

Estas palabras no tenían mucha importancia en un jovencito que apenas conocía el mundo, y que estaba tan centrado en superar sus pesares, que no podía ver las cosas maravillosas de la vida. No es muy común que un niño le tome tanto aprecio a las cosas efímeras, a un día soleado, a un momento jugando, simplemente un segundo de vida diferente a lo acostumbrado.

              Los días siguieron corriendo, pude romper eso que me condenaba, pude sobresalir, para mí era un logro; crecer no es aprender a despedirse, es aprender a quedarse cuando lo fácil es irse, lo entendí un poco tarde, pero estoy seguro que algo parecido me había sucedido. Esas vacaciones no las recuerdo, lo único que está en mi mente es ese miedo que me tentaba por el hecho de pasar a un nuevo nivel, a un nuevo instituto, algo que sinceramente no me emocionaba mucho, pues temía que volviera a algo parecido; con todo esto el tiempo dio un gran salto, dejándome a solo días de empezar un nuevo nivel. Una tarde fuimos a visitar esa casa nuevamente, algo lejana, pero que para mí la misión era simple, estar callado, hacer caso y esperar que él estuviera para jugar un poco más; por cosas que pasan, él no estaba, y al día siguiente era mi comienzo de clases.

             Me levanté a la hora común, mi silencio gritaba, ansioso por vestir otro comienzo; no recuerdo si comí, y salimos camino al liceo. Al llegar vi como esas personas que veía todos los días, pero eran desconocidos, se habían multiplicado, parecía que ya todos se conocían; entramos y unas tristes palabras nos dieron la bienvenida, para luego formarnos en las secciones, viviendo el hecho de que nombraran a todos mis compañeros de escuela, pero a mí me parecían olvidar, dejándome casi de ultimo en esa sección "C" que me enseñaba que todos mis compañeros eran desconocidos, personas que nunca había visto, y que parecían ir por otro sendero, hablando cosas diferentes, aunque en el fondo me daba lo mismo, total yo casi no hablaba. No tardó mucho, nos regalaron un lápiz, y nos dejaron claro que ese mundo era diferente, que te adaptas o te vas. Regresé a casa, comí un poco, esperando que eso terminara pronto, lo malo es que ni siquiera había comenzado. Hice mi horario en una hoja, intenté darle una sonrisa al día, y esperé que ese siguiente día de clases fuera mejor; en la tarde volvimos a visitarlos, ahí estaba, pero antes de saludarlo tan siquiera, nos contaron que el exclamaba que yo era su "Mejor amigo", su único "amigo"; esto me dio una especie de felicidad y ternura, no me daba cuenta que él también era mi único amigo fuera de casa. Este me llamó con una seña, la típica seña; en solo unos minutos estábamos hablando, este me contó que también había ido a clases, su primer día de clases en la escuela, que no le había parecido muy linda, pero que él quería estudiar, y si querías estudiar lo harías donde fuera, pues era algo para complacerte a ti, no a los demás. Yo quedé impactado, esas palabras se adaptaban perfectamente a mi situación, es increíble que sin decirle nada, él me daba un empujón.

               Corrimos un poco, reímos otro poco y sobre todo, liberamos esa presión que cada uno tenía en el corazón; luego de unas horas, nos despedimos con esa esperanza segura de que pronto nos volveríamos a ver. Al siguiente día comencé esa nueva etapa, seguí siendo el mismo, con la dureza suficiente para no quebrar, y la elasticidad necesaria para moldearme a la nueva escuela. De él no supe mucho más, pues esta etapa nueva, te consumía bastante, y mantenía tu mente ocupada a puntos estresantes, donde lo único que quieres es vacaciones; de igual manera seguíamos visitándolos, seguía hablando con él, recuerdo preguntarle si tenía otros amigos, y que me respondiera con esa firmeza increíble:

               | Sí, pero tú eres mi mejor amigo, porque me entiendes.

Yo no respondía nada, pues es que nada entendía, para mí era algo un poco vacío, pero esas palabras llevaban consigo toda una realidad. Un poco tarde entendí que era sincero, sin embargo, siempre lo conté como un ser especial, que me daba apoyo aunque yo no supiera. En esas pocas veces en ese año, pude ver cómo él crecía emocionalmente, ya tenía características de un niño feliz, su piel blanca y su voz tan neutra lo diferenciaba del resto, de igual manera, seguía creciendo como una persona increíble.

               Cabe destacar que, a pesar de todo, él era un niño normal; jugaba, corría haciendo ruido de carro, le gustaba Cars y el Spider Man, le gustaban los carritos, adoraba ganar, hacia sus tareas, se ensuciaba, le gustaba jugar con tierra, le gustaba el futbol, pintaba cosas sin forma que en su mente se veían como arte, le gustaban las chucherías, le costaba comer comida normal, no le gustaba mucho usar suéter, en ocasiones quería jugar y no tenía permiso, en otras quería ser un personaje de juegos, también soñaba con ser un power rangers, y todas esas cosas que resaltan en la niñez. En él resaltaba algo particular, y era el hecho de que era un gigante para dar valentía, era un gigante en valor, pero la pena lo consumía a puntos de ocultarse, ¿Qué le producía esto? Mi hermana, la cual para él era muy bonita, y eso le daba timidez; por supuesto esto creció después de que saliera a la luz el motivo de todo, y se volvió enorme la timidez, a puntos donde lloraba por el hecho de no poder pasar por frente de ella, y querer ser invisible y no lograrlo. Recordaré siempre el día que me dijo:

             | No es miedo, es que no puedo pasar en frente de ella, porque me siento...no sé. Quiero que no me vea...

Yo le aclaraba que no tenía nada de malo, que ella no le haría nada, pero él insistía en que podía controlarlo, a puntos donde me decía:

             | Anthony, ya no me da pena verla...

Y luego cuando ella aparecía, decidía no salir de la habitación.

           Digamos que eso era su punto débil, porque de resto podía mantener la cordura de una manera tan inexplicable, que te hacia volverte culto para entenderlo. 

YANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora