SOÑANDO EN LA MISMA PUERTA

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                  Las sonrisas corren, pero las lágrimas vuelan; otra cosa que escuché y no entendí hasta el día de hoy. Seguía rodeado de gente, con la soledad haciéndome compañía, mis compañeros se volvieron un poco más amigables, el liceo te obligaba a convivir con esos trabajos grupales donde solo un estudiante hace las cosas, de resto solo ponen su nombre; ese que hacía todo era yo, haciendo todo sin su jodida ayuda, no me importaba, yo saldría adelante, así tuviera que arrastrarlos a ellos.

                  Diciembre llegó, ese año pasamos 24 junto a ellos; ya no jugábamos cosas tan infantiles, a pesar que él era un niño, se adaptaba perfectamente a todo. Esa risa tan particular nos llenaba de felicidad a todos, el frío era bárbaro, sin embargo, nosotros estábamos sin suéteres, mi mente estaba en el reloj, esperando que fuera la hora para regresar a casa y destapar esos regalos que tenían semanas en la sala, y que te tentaban diariamente, haciendo que alucinaras en lo que podía haber dentro de esas bolsas de colores. La sorpresa se desvanecía al momento de sentir como destapabas todo, y encontrabas cosas mejores de lo que habías imaginado, o quizás solo olvidabas todo; amaba ese momento del día siguiente cuando despertabas y empezabas a utilizar todo lo que te regalaron, y saboreas esos chocolates tan típicos y especiales...

                Enero llegó, odiaba esos días, pues debía volver a la rutina, y todo se centraba en el reinicio de actividades, mientras lo que yo quería era vivir feliz, y eso no era felicidad, eso era trabajo. Inicié como todos los años, preguntando cuándo daban vacaciones, pronto volvía ese tiempo donde te dedicas, y las semanas pasan lentamente, entre trabajos, estudiar, y asistir a clases, todo acompañado del campo de batalla que se vivía todos los días. Había algo extraño en el liceo, lo típico es que los años superiores sean más fuertes y manden en la zona, como una especie de prisión donde hay novatos y pranes; ahí los más grandes de tamaño eran los más pequeños en poder, primero porque todos eran de estatura baja, y eso era lo común, si eras alto era anormal y con eso te acomplejabas; y segundo porque había gente de 18 años estudiando 1er año, y estos obviamente eran los rudos. Yo vivía entre las sombras, raramente andaba con un pequeño grupo, pero como un seguidor, riendo de sus cosas, escuchando y pensando, conociéndolos sin necesidad de hablarles; muy bonita situación...

                Carnaval llegó, no recuerdo que hicimos, lo que sí recuerdo es que fuimos a visitarlos el miércoles de esa semana; mi fiel amigo luchó consigo mismo para poder pasar y llamarme para jugar, yo salí cuando lo vi, pues realmente estaba aburrido. Él tenía un monopatín que era mío, y como muchas cosas, yo se las regalé porque era más grande, y no me servían; donde habitaba hay una pequeña pendiente y era nuestra pista. Amaba empujarlo hasta la cima, para luego montarnos ambos y bajar por ahí, su risa era increíble, y se ponía muy rojo de tanto reír, teníamos que descansar de tanto reír. En uno de sus descansos me comentó que en clases se burlaban de él, debido a que sus rodillas presentaban acumulación de líquido y esto las hacia un poco más grande de lo normal. No se cómo se enteraron, pero produjo que algunos niños le dijeran "rodillas de elefante"; yo me molesté bastante, mi primer pensamiento fue de decirle que no se dejara, que se defendiera, pero no dije nada, simplemente le expliqué que ellos eran normales, aburridos totalmente, que ellos nunca podrían ser como él, que no puedes ocultarte si estas hecho para sobresalir. Estas palabras no encajaban mucho en un niño, pero él me entendió a lo que me refería.

           Días después nos volvimos a encontrar en el mismo lugar, con el mismo objetivo, y le pregunté cómo iba todo, este me respondió entre risas:

                    | Nada, ellos no saben ni que dicen. Y no me importa, me están volviendo conocido...

Yo reí, amaba esa manera tan fugaz de afrontar los problemas, de reír a pesar de la dificultad, de ser diferente. Claro, esto no lo hacía bruscamente diferente a otros niños, pero por experiencia propia, los niños no pueden ocultar nada, lo que ellos piensan, lo dicen, y siempre habrá un niño popular, con dinero o grosero que resalta e influye a los demás a ser como él, y con eso repetir toda estupidez que ese niño diga.

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