Martin Driesen, soberbio, lujurioso y mujeriego. Un hombre que lo ha tenido todo y está a punto de perderlo por un error. Una denuncia de una examante que desea quitarle el prestigioso puesto como diplomático de la Embajada de Sudáfrica en Abu Dhabi...
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¿No sientes a veces que tu cuerpo no forma parte de ti, como si tu alma gritara por liberarse, encontrar la paz y la felicidad que le fue negada por tanto tiempo?
Han pasado cosas que me han marcado, que nos han cambiado la vida, pero doy gracias a cada momento que he estado junto a ti, porque, a pesar de todo, has sido lo más maravilloso que me ha pasado en la vida.
Sería tan fácil juzgarte. Sin embargo, ahora sé que no tiene sentido. Estoy a punto de irme, y, honestamente, creo que estoy despidiéndome de una de las pocas personas que me conoció de verdad, aunque yo no pueda decir lo mismo de ti.
Me gusta la sinceridad, la sensación de paz que nos queda luego de decir la verdad.
Dime, Carla, ¿cuándo perdiste esa libertad? ¿Cuándo empezaste a mentirme una y otra vez? ¿Cuándo se volvió tan sincero que me hizo jamás dudar de tu palabra?
He hecho muchas cosas mal en mi vida, demasiadas, pero hay algo que hice bien, y eso es amarte, con tus defectos y virtudes, con tu belleza, tu creatividad y tu energía, que me colmaba y me hacía creer que era capaz de todo.
La mujer que elegí para ser madre de mi hijo, para llenar mis días de amor y esperanza. Esa eres tú, o al menos lo eras. Solo Dios sabe lo mucho que te amé, lo que hubiera dado por ti a cada paso y con mi último aliento de vida.
Nuestros caminos se bifurcan, querida mía, y, por más que me pese, sé que debo transitarlo solo. Has iluminado mis pasos por tanto tiempo que me niego a pensar que voy a quedar en oscuridad.
No tengo idea quién es él, pero me ha robado parte de mi existencia. Deseo tu felicidad por ti y por mi hijo, el pequeño que ambos compartimos. No espero que entiendas mi reacción, tampoco creo que sea lo más normal del mundo, pero es lo que siento, a lo que me apego, a mi esencia.
Sabes que siempre quise salvar el mundo, desde que era un niño, y cuando todos me decían que era irreal, yo continuaba con ese sueño. Me ahogaba no poder alcanzarlo, como si fuera arena que se desvanecía en mis manos y me alejaba. Sé que no soy perfecto y disto mucho de serlo, pero aquí, con el alma desecha, renuevo mi compromiso con mi sueño salvando la vida de la gente, de un paciente a la vez, y entendiendo que no podré olvidarte ni en esta vida ni en la próxima.
Nunca tuviste necesidad de mentirme porque mi amor va más allá de mi posesividad y porque habría entendido que lo nuestro estaba terminado hace mucho tiempo...
Damián Blake no podía creer lo que vivía. Había hecho oídos sordos a cada habladuría en torno a Carla, su bella esposa desde que se mudaron a Buenos Aires hacía ya cinco años. Ahora, parado en frente del hotel en el que su esposa y uno de los compañeros de trabajo había ingresado hacía dos horas, se replanteó toda su vida.
Damián tenía una carta en la mano, de puño y letra, una que había escrito con todo el dolor de sus entrañas. Las maletas estaban en su auto, el cual permanecía estacionado en la esquina.
