Martin Driesen, soberbio, lujurioso y mujeriego. Un hombre que lo ha tenido todo y está a punto de perderlo por un error. Una denuncia de una examante que desea quitarle el prestigioso puesto como diplomático de la Embajada de Sudáfrica en Abu Dhabi...
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—Esto se siente raro.
—¿Cómo dices?
Martin atrajo a Damián, colgándose de su cuello cuando caminaban por el Bo-Kaap
—Nunca he salido con una pareja.
—¡Vamos!, eso es imposible.
—Es la verdad. Mis relaciones siempre se han limitado a un par de meses entre cuatro paredes, sin comidas ni salidas románticas.
—Vaya...
—Sí, lo sé. Soy muy nuevo en esto, Blake. Por eso te pido paciencia. —Ambos se detuvieron. Martin lo agarró de la mano. Abría su corazón—. Sé que no he sido la persona más fiel del mundo, pero el único contacto íntimo que tuve con otra persona después de ti fueron los labios de mi secretaria esa mañana.
El médico asintió, lo sostuvo de la nuca y acercó su rostro para besarlo. Estaban allí, a plena luz del día, rodeados de gente que paseaba igual que ellos. Damián no había podido contenerse.
—Me encanta cuando te pones empalagoso.
—¿Sí? Mi esposa lo odiaba.
—Exesposa.
—La madre de mi hijo.
—Bien, eso suena mucho mejor. A propósito, ¿cuándo vas a divorciarte?
—El trámite ha comenzado. En un par de meses más estará la sentencia.
—¿Volverás a Argentina?
—Sí, cuando todo esté listo.
—¿Y si ella intenta volver contigo?
—Ya lo ha intentado varias veces, y no estoy interesado. Te lo dije, no soy de dar segundas oportunidades.
—Excepto a mí.
—Solo a ti.
Martin acarició con el pulgar la mandíbula cuadrada.
—No te has afeitado.
—¿Sabes? Estaba pensando en dejarme crecer la barba para darme un estilo más serio. ¿Qué piensas?
—Prefiero pasar mi lengua por tu cara y no sobre el vello facial.
Damián rio y se chupó el labio inferior.
—¿Por qué me haces tener ideas?
—¿Es mi culpa que te calientes con tanta facilidad?
—No he visto que te quejes de eso.
—Nunca lo haría. Es como si un gordito protestara por una porción extra de postre.
