Martin Driesen, soberbio, lujurioso y mujeriego. Un hombre que lo ha tenido todo y está a punto de perderlo por un error. Una denuncia de una examante que desea quitarle el prestigioso puesto como diplomático de la Embajada de Sudáfrica en Abu Dhabi...
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—¿Todo bien allá atrás? —gritó Chase a Martin y Damián, que apenas escuchaban por el volumen de la música electrónica en la camioneta.
Damián asintió y miró al irlandés por el retrovisor. El clima era espeso en ese minúsculo compartimento. El asiento trasero de pronto parecía más reducido. ¿Por qué había tenido que aceptar?
El médico rio al ver cómo la pareja discutía por el volumen de la música. La sonrisa de ternura sobre ellos fue un acto reflejo. No podían vivir separados, era una especie de simbiosis.
—Te ves más lindo cuando sonríes.
Damián se enfocó en el hombre a su lado y se removió en el asiento mientras arreglaba el cinturón de seguridad. Martin clavó sus ojos encima de él.
—¿Qué? —inquirió rabioso.
—¿No vas a decirme nada?
—¿Qué se supone que debería decir? De hecho, creo que eres tú el que debería tener algo que decirme.
—Es verdad. —Aflojó el cinturón y se acercó lentamente—. No tenía derecho a tratarte como lo hice. Me porté como una mierda. Siento eso. No... estoy acostumbrado a hablar de mis problemas con nadie. Fue sin intención, de verdad.
El médico lo escrutó unos segundos y tragó saliva. La respiración de Martin estaba tan cerca, haciendo que la piel hormigueara y el sudor frío corriera por su frente.
—Disculpa aceptada.
El sudafricano enarcó una ceja.
—¿Eso es todo?
—¿Qué quieres que diga?
—Bueno, no lo sé, enfadarte, mostrar alguna emoción. Cuidado, estás pareciéndote a mí.
—Estabas enojado. —El médico apoyó su cabeza en el asiento y se relajó, dispuesto a explicar su punto de vista, aunque ese idiota no lo mereciera—. Puedo entenderlo. Lo que no tolero es la gente que se cree dueña del universo y se desquita con todo el mundo por sus problemas.
—¿Tienes idea de lo que está en juego? —Se sintió ofendido—. ¿De lo que puedo perder?
—¿Qué? ¿Un trabajo importante? No me digas que es lo único que conseguirás.
—Damián, he estado rodeado de los mejores. ¿En dónde voy a lograr algo así?
—Si has estado con la élite, supongo que has aprendido algo en estos años. No te preocupes, sobrevivirás.
—Eres un... —Martin contuvo su lengua. La idea era enmendar las cosas, no embarrarlas por completo.
—¿Qué? ¡Vamos, dime! Idiota, trabajé en un hospital rural el primer año después de que me gradué. He visto tantas muertes por desnutrición que mi mente jamás borrará las caras de esos hombres, mujeres y niños. Me he preguntado tantas veces por qué, y lo sigo haciendo cada día. Lamento si no puedo entender tu «enorme» problema —satirizó con la rabia reverberándose en su garganta, y se alejó un poco más en el asiento.