Martin Driesen, soberbio, lujurioso y mujeriego. Un hombre que lo ha tenido todo y está a punto de perderlo por un error. Una denuncia de una examante que desea quitarle el prestigioso puesto como diplomático de la Embajada de Sudáfrica en Abu Dhabi...
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Martin despertó esa mañana, y esta vez no solo fue Damián, sino también su amigo Hamed, quien llegó a su pensamiento cuando abrió los ojos.
«Veinticuatro horas».
Llevaba un día junto a Niek y no sabía si tomar el celular y llamarlo o esperar a que este se contactara.
«A la mierda», pensó una vez que salió del baño.
Después de afeitarse y tomar una ducha, cazó el teléfono y marcó. Uno, dos, tres intentos. Su amigo no respondía. Seguro estaba bien. Debía calmarse. Hamed era un adulto, un hombre con autonomía que podría dejar esa locura en el momento en que deseara. Mientras se perfumaba para salir a la oficina, el teléfono sonó, así que corrió hacia él.
—Hamed.
—Hey.
Un tono pausado y tranquilo, demasiado para su gusto.
—¿Eres tú?
—Sí, hombre, ¿quién más va a ser?
—¿Estás...?
—¿Vivo? Sí, al parecer sobreviví el primer día.
—¿Niek?
—Está durmiendo.
—¿Y bien?
—¿Qué?
—Hamed, ¡por favor!
Martin estaba histérico. Por un lado, quería hacer miles de preguntas, y por otro, dejar de atormentar a su amigo más de lo que ya estaba.
—¡Sabes por lo que te he llamado!
—Estoy bien.
—¿Y eso qué significa?
—Martin —Hamed sonaba cansado, como si no quisiera hablar nada de lo acontecido—, no sé qué quieres que te diga. Estoy entero. Puedo caminar y sentarme. ¡Su verga no me mató!
—¡Oye! Ese no es un término que usarías normalmente.
—Sabes que no me gusta hablar de estas cosas.
—¿Vas a darme los detalles?
—¿Quieres detalles, pervertido?
—Es decir —el moreno no sabía cómo expresar sus ideas—, ¿cómo te sentiste con él?
—¿Quieres saber si me gustó? ¿Es eso?
—¿Lo hizo?
—No sabría decirte.
—Hamed, siempre fuiste muy malo para las mentiras.
—¿De qué hablas?
—Voy a volver a repetirlo: ¿te gustó? ¿Te hizo sentir bien? Y no es una cuestión morbosa. La consciencia me carcome el cerebro, porque, si bien no te he obligado a estar ahí, en parte soy responsable. Te llevé esa noche. Si no fuera por mí, jamás hubieras conocido a Niek. Entonces, si contemplamos todo esto, ¿te parece que puedes darme una maldita respuesta?
