Reinhardt y Yusoon.

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Hasta ahora solo hemos relatado las historias de los tres héroes de los clanes humanos, además, todos eran caballeros nuevos, elegidos recientemente. Pero ahora cambiaremos un poco la perspectiva, los siguientes héroes de los que les hablare son los representantes de los clanes Reinhardt y Yusoon, respectivamente.

Año 4956 del imperio primordial
En lo profundo del bosque del milenio, frontera de los reinos Reinhardt y Yusoon.

Árboles gigantes adornaban el campo de batalla, un equilibrio de imperturbable vida Silvestre y sangrienta muerte por armas que chocaban por doquier. Los clanes Elfves se habían unido en batalla para enfrentar un ataque en masa de los profetas del apocalipsis que querían extraer la sabía de los árboles sagrados del bosque. El poder espiritual que poseía esa sabía era descomunal, y los  Elfves, sus protectores, no podían permitir que cayera en manos de los profetas del apocalipsis. Muchas bajas ya eran confirmadas pero hasta ahora ningún caballero o valquiria había aparecido en ningún bando. O eso fue lo que parecía hasta que comenzó a escucharse una orden del lado de los profetas.

-¡Prepárense para disparar todos los hechiceros!.

Del lado de los profetas una fuerte luz naranja emano, significando que todos los hechiceros de sus filas, (Que eran muchos mas de los que disponía el ejercito Elfve en ese instante) estaban listos para desatar un infierno de llamas por todo el bosque.

-¡¡Fuego!!.

Un mar de llamas que emanaban un calor como el del sol se abalanzo sobre el ejercito Elfve, cenizas se esparcieron por todos lados y los profetas se regocijaron ante tal devastación. Pero aun cuando creían ganada la batalla llegaría una luz para arrebatarle la esperanza de triunfar. De pronto todas las llamas comenzaron a moverse de manera extraña, como un remolino siendo absorbidas en un punto hasta que ya no quedo mas fuego, pero el calor seguía allí, y no solo permanecía, sino que se hacia aun mas intenso y sofocante y este era emanado por una figura al frente de las intactas filas del ejercito Elfve.

-Creen que con encender un pequeño cerillo serán capaces de quemarme?, con esa débil llama no serian capaces de encender la gran forja del cielo ni en un siglo.

La persona que había absorbido la infernal llamarada del ejercito de los profetas y que además se mofaba en sus narices era una mujer de cabello y ojos color aqua, largo hasta la cintura, que portaba una resplandeciente armadura de bronce y que despedía un aura que parecían ser las llamas del mismísimo Hades.

-Va, ustedes no serán capaces de darme una batalla emocionante.- dijo la valquiria al frente de las filas Elfves.- Les permitiré marchar con vida si abandonan el bosque en este preciso instante.

Esa advertencia sonó con voz seria pero, además de esto se podía distinguir en ella otra cosa, ¿Pereza, aburrimiento? Sea lo que fuere esto enfureció al capitán de los profetas. ¿Quien se creía que era ella para obstruir su misión divina?.

-¡Soldados de esta orden divina, muestrenle a esta ignorante la fuerza de nuestra sagrada convicción, ataquen con todo, que no quede nada de esta raza hereje.

Con un grito de guerra todo el ejercito de los profetas se lanzo sobre la valquiria Elfve. Esta, mas allá de mostrar cualquier tipo de emoción mas que una helada seriedad, extendió sus brazos, y de estos surgieron barras de bronce que, al entrar en contacto con sus dedos, se tornaron de color naranja brillante y, como si fueran golpeadas por martillos invisibles, tomaron la forma de dos hermosos sables cubiertos por el vapor del mas perfecto de los templados, empuñando sólo estas dos recién creadas armas, se lanzó contra el ejército de los profetas.

Todo lo que yacía frente a ella era brutalmente rebanado por sus veloces, potentes y mortíferos ataques, no había un solo ser en las filas de los profetas que se le comparara, no sólo eran considerablemente más lentos y débiles, sino que el hecho de que estar a mas de dos metros de ella se sentía como estar parado junto al cráter de un volcán activo era abrumador, era el aura de fuego mas potente que todos los presentes habían visto nunca.

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