IV. Emociones ✔

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Ya era de día y el doctor Reid despertaba gracias a la luz que se filtraba por una pequeña apertura de la cortina. Miró la hora y se dio cuenta que aún le quedaba un poco de tiempo antes de levantarse. Pero recordó algo, o más bien a alguien. Liliana. Por lo que se levantó inmediatamente y se preparó para ir a trabajar y ver con sus propios ojos si esa joven recepcionista aún estaba con ellos.

Llegó al menos media hora antes que de costumbre, por lo que era de esperarse que aún no llegara nadie, pero aún así decidió esperar en recepción. Después de esperar una media hora, finalmente veía a una joven castaña entrar por las puertas principales. Y sintió, sin saber por qué, un gran alivio verla llegar.

– Liliana –la saludó Spencer.

– Doctor Reid, buenos días. ¿Qué hace aquí tan temprano? –le respondió mientras se dejaba su bolso y el café que traía en la mano, sobre el escritorio y luego se disponía a quitarse la chaqueta que llevaba en consecuencia del helado invierno que había en las calles a esa hora de la mañana.

¿Que, qué hacía tan temprano? Pues ni él lo sabía, solo se dejó llevar por su instinto... por primera vez.

– A decir verdad... –dudaba en si contarle que el sueño había seguido.

– No me diga que volvió a soñar sobre mi desaparición.

Él se sorprendió por lo fácil que fue para ella darse cuenta lo que pasaba por su cabeza.

– Sí... –murmuró.

– Si quiere podemos salir después del trabajo y conversar sobre lo que está sucediendo –le sonrió amablemente–. Tal vez le ayude hablar conmigo, ya que soy la culpable, ¿no? –rio con lo último que dijo en broma.

– Podría ser una buena idea –dijo avergonzado.

¿Y avergonzado por qué? ¿Porque saldría con una chica? ¿Una chica linda, amable e inteligente? O... Tal vez por algo más.

–Entonces... Nos vemos después –trató de sonreír, pero más bien fue como una mueca.

– Claro, doctor Reid.

– Spencer. Puedes decirme Spencer –dijo esto último y se dio media vuelta, con dirección al ascensor.

– Está bien... Spencer.

Sin darse cuenta, una pequeña sonrisa apareció en su rostro.

– Oh, vaya. ¿Y esa sonrisa? Nunca te la había visto –JJ lo sacó de sus pensamientos.

– ¿De qué hablas? –cambió automáticamente su semblante a serio en cuanto escuchó a su rubia amiga hablarle.

– No me intentes engañar, Spence –rio la joven.

– ¿Engañar? ¿Quién te intenta engañar? –apareció Morgan.

– Spencer. Llegó con una sonrisa, pero lo está negando.

– ¿Ah, sí? –mostró esa sonrisa burlona que siempre usaba con Spencer. Nuestro doctor se dio cuenta de lo que intentaban, así que decidió ignorarlos y dirigirse a su escritorio.

– ¿Nos está ignorando? –oyó al moreno hablar con JJ, a lo que la chica solo rio en respuesta.

***

El rubio estuvo ocupado con un caso cerca de Washington. Y aunque lo habían terminado rápido, cuando llegó de regreso a Quántico todas las luces del edificio del FBI ya estaban apagadas, excepto por una, la de recepción. Así que se apresuró en entrar al lugar y vio a aquella chica; morena, con el cabello atado en un moño y un ligero maquillaje en su lindo rostro.

Spencer se sonrojó con sus propios pensamientos. Negó con la cabeza para alejar todas esas cosas raras que estaban apareciendo en su cabeza y se acercó a la joven.

– Perdón por hacerte esperar –la saludó tímido.

– Oh, no te preocupes. Aproveché de avanzar trabajo –le respondió tranquila y con una sonrisa, feliz por verlo.

– ¿A dónde podemos ir? –preguntó mientras Liliana tomaba sus cosas para salir.

– Si no te importa, podríamos ir a mi departamento –respondió sin más.

– ¿A tu... Departamento? –se puso nervioso.

– Lo siento. Es que hace frío, así que me gustaría ir a un lugar tranquilo y con calefacción –explicó–. Pero si te hace sentir incómodo, podemos ir a alguna cafetería –se apresuró a decir.

– No, está bien. De todas formas después tendrías que irte sola y eso sería muy peligroso.

Así fue como ambos tomaron camino al departamento de la joven.

– ¿Dónde fue el caso de hoy? –preguntó la chica después de caminar un par de cuadras en silencio.

– Fue en un pueblo al norte de Washington. Habían estado desapareciendo muchos niños.

– Si ya regresaron significa que lograron encontrar al ignoto, ¿cierto?

–Sí. Aunque no fue fácil.

– Oh, vamos. Pero si tu equipo tiene a uno de los hombres más inteligentes del FBI –le sonrió Liliana.

– ¿E-estás hablando de mí? –preguntó avergonzado... Otra vez.

– Claro que sí. No conozco a nadie más inteligente que tú, Spencer.

Reid la miró a los ojos mientras ella le sonreía. Sentía un torbellino de cosas pasar por su cabeza. Sus ojos eran cafés, como el de mil chicas más, pero ninguna de ellas le hacía sentir lo que él sentía en ese momento. Ni si quiera JJ.

– ¿...Cer? ¡¿Spencer?! –le sorprendió el grito de la chica.

– ¿Q-qué sucede? –apartó la mirada rápidamente cuando se dio cuenta de que se había quedado hipnotizado con los ojos de su nueva amiga.

– No me estabas escuchando –e hizo un puchero que derritió el corazón de Spencer.

–Lo siento –ignoró lo que sintió con eso último–. ¿Qué me decías?

– Te estaba preguntando si los niños estaban vivos o... No.

– Sí, estaban todos vivos. Pero sufrieron un gran golpe psicológico, así que no sé cuánto tardarán en recuperarse...

Y así estuvieron conversando de diferentes temas durante su camino hacia el departamento de la joven. Entre risas, ambos sentían que estaban en un mundo diferente, como si estuvieran en un lugar nunca antes explorado por un ser humano. Pero, a la vez, Spencer sentía un miedo irracional en el fondo de todas emociones que salían cuando estaba junto a Liliana.

Más allá de los sueños | Spencer ReidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora