IX. La verdad ✔

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Esta vez, más que un voz, parecía un susurro y no venía desde su cabeza; este susurro era de una mujer y la conocía, y no venía desde la casa, sino del bosque. Se quedó quieto en su lugar, esperando escucharla de nuevo, diciéndole que no estaba volviéndose loco.

Spencer, ven.

No lo dudó ni pensó dos veces antes de echarse a correr entre los árboles. No le importó lo que hubiera habido dentro de la casa, mucho menos el caso, solo quería ir tras ella y encontrarla a salvo.

Vamos Spencer, te estoy esperando.

- ¡¿Dónde estás?! -gritó cuando se encontraba en medio del bosque, perdido.

Estoy aquí.

¿Aquí? Pensaba. ¿Dónde es aquí?

No tardó ni dos segundos en recordar el lugar de la última vez que la vio; el camino, el río, la cascada. Por lo que corrió hacia donde intuía se encontraría el río, y lo encontró. Así que siguió río arriba en busca de la cascada, el último lugar donde se encontraban.

Spencer, tengo miedo.

– Calma, ya voy llegando –fue más un susurro para él que para ella... para tranquilizarse.

Se detuvo para tomar aire y fue cuando la vio... a unos cien metros de él... dándole la espalda. Tomó una gran bocanada de aire y volvió a correr, esta vez directamente hacia ella. Se volvió a detener, pero a unos dos metros esta vez. La miró detenidamente y se dio cuenta que estaba usando la misma ropa que antes de caer dormido. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Había despertado y no sé había dado cuenta?

– Liliana –la llamó–. Ya estoy aquí.

La nombrada se dio media vuelta, pero algo en ella no era igual, tenía una mirada triste.

– ¿Estás bien? –dijo el doctor mientras se acercaba a ella.

– Lo siento tanto Spencer –habló finalmente, con la voz quebrada.

– ¿Por qué te disculpas?

No quieres saberlo. Esta vez fue la voz dentro de él quien volvió a hacer acto de presencia.

– Yo... solo...

La morena no terminó de hablar cuando rompió en llanto.

Reid se acercó a abrazarla, pero ésta se alejó, apartándose del tacto del rubio.

– No... Estoy bien.

– Claro que no estás bien, estás llorando –intentó acercarse otra vez–. Dime qué sucede, por favor –le suplicó asustado por toda la situación.

– Spencer... tú... lo lograste.

La joven levantó la mirada nuevamente y sonrió mientras las lágrimas seguían corriendo por su rostro.

– ¿Qué logré? –la miró sin comprender.

– Al fin me encontraste. Sabía que lo lograrías.

– Espera, no... No estoy comprendiendo.

Reid se alejó un poco y empezó a analizar las palabras de la chica. Pero, por primera vez, no lograba encajar nada de lo que estaba sucediendo. Y de tanto pensar, su cabeza empezaba a doler, como si una bomba palpitante hiciera presión desde dentro.

– Spencer, ¿por qué no te sientas un momento?

Finalmente se dio cuenta que la morena estaba sentada... en el mismo lugar de la última vez. Pero esta vez dudó, no quería seguir con esto. Pero al final lo hizo, e intentó acomodarse junto a ella.

– Quiero que me seas sincera y me digas qué está sucediendo.

– Lo sé. Y quiero explicarte, pero, por favor, quiero que me prometas una sola cosa.

Reid dudó por un momento, pero accedió a escucharla.

– No quiero que creas que estás loco.

Él seguía sin comprender, así que no dijo nada y dejó que ella continuara.

– Spencer... Esto es un sueño.

– ¿Cómo que un sueño?

– Bueno, en realidad va mucho más allá de un sueño. Estamos en un mundo entre la vida y la muerte, algo así como un limbo.

– ¿Eso quiere decir... que ambos estamos muertos?

– No... Bueno, al menos tú no.

– ¿Sabes? Me estoy confundiendo.

– Créeme, yo también lo estoy. En un principio fue todo muy confuso, pero me sentí mejor cuando me di cuenta de que tú eras real, que podías ir y volver del mundo de los vivos.

– ¿Puedo ir y volver?

– Sí. Tampoco lo comprendo del todo, pero cuando vienes, en el otro mundo estás profundamente dormido. En un principio creí que solo estaba soñando mientras agonizaba, pero cuando me hablaste de mi desaparición me di cuenta que en realidad eso no era un sueño, sino algo mucho más allá. Intenté hablar con otras personas del tema, pero todos creían que estaba loca.

– ¿Y por qué no me dijiste la verdad desde un principio?

– Lo intenté, pero sabía que no me creerías. Eres un hombre de ciencias, Spencer. Solo te podía dar un pequeño empujón, pero para eso tenía que ganarme tu confianza primero.

– Por eso quisiste venir a este lugar –más que una pregunta, era una afirmación.

Liliana solo asintió.

– Agh, no sé qué pensar. Creo que es mucha información por procesar –dijo el rubio mientras se ponía de pie con una de sus manos en la cabeza, la cual le seguía doliendo.

Estuvo un par de segundos pensando, pero finalmente decidió volver por donde vino. Y si todo esto era real, de alguna manera le haría para volver. Porque necesitaba hablar con el equipo; necesitaba pensar racionalmente y ver qué era lo que estaba sucediendo en realidad. ¿Tal ves era la esquizofrenia que finalmente se hacía presente? Pensó.

– ¡Spencer! ¡Spencer! –la chica iba tras él intentando seguirle el paso.

Pero él solo quería encontrar una respuesta lógica a todo, por lo que siguió caminando. Y ahí fue cuando la vio, la casa que debía estar investigando, estaba justo frente a sus ojos. Se acercó con cautela a la puerta, pero antes de siquiera tocar la manilla Liliana lo detuvo.

– No, no querrás hacer eso –lo miró con ojos suplicantes.

– ¿Por qué? –la cuestionó.

– Porque... –y se quedó en silencio, sin terminar de decir lo que quería.

Soltó el brazo de Spencer y se alejó un par de pasos.

– No quería que lo vieras –dijo mientras Reid abría finalmente la puerta.

Lo que encontró dentro lo dejó totalmente en shock. No podía creer lo que sus ojos veían; los mismos que se encontraban llenos de lágrimas a punto de caer. Pero fue él quien cayó primero, arrodillado en la entrada, mirando lo que se encontraba en el medio de la habitación de aquella casa.

Más allá de los sueños | Spencer ReidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora