V. Asustado ✔

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Tardaron bastante en llegar al departamento de la morena, pero en todo el recorrido no habían querido tocar aún el tema de los sueños de Reid. Preferían esperar a llegar al lugar; con calefacción y una buena taza de café.

Liliana abrió la puerta y entró primero, seguida por un nervioso Reid.

– Sí quieres puedes tomar asiento –le sonrió–. Por mientras prepararé café.

Así el rubio tomó asiento en el sofá, pero no podía sentirse cómodo. Se movía intentando sentirse mejor, pero no podía. No debí venir, pensaba mientras miraba a su alrededor y recordaba el momento en que fueron a inspeccionar ese mismo departamento. Todo era igual; el sofá, la mesa, las fotos, la estantería, todo. Y eso le hacía sentir aún más extrañado con toda esta situación rara que estaba viviendo.

– ¿Spencer? –lo llamó la chica ya frente a él, con dos tazas de café en sus manos– ¿Estás bien?

– Mm... Sí.

– Dudaste –dijo y le extendió una de las tazas al rubio.

– Gracias –lo recibió–. Es solo que... Todo es muy confuso.

La joven no dejaba de mirarlo mientras se acomodaba en el sofá junto a él.

– Tal vez no sea una experta, pero normalmente los sueños no deberían continuar, al menos no como si fuera tu vida diaria. Debe ser algo más.

– Lo mismo he pensado. Pero se ve todo tan real, tanto que llego a perderme en el tiempo. Cuando despierto, no sé qué día es o si aún estaré soñando, y me da miedo... Me da miedo perderme entre la realidad y el ensueño.

– Eres el chico más listo que conozco, pero si ni tú puedes comprender lo que sucede... No sé quién más podrá.

– Pero solo es un sueño, no deberíamos pensar demás –intentó subir el ánimo–. Tú estás aquí, viva y sana. Y tal vez sea de nuevo una de esas paranoias que tenía cuando empecé a trabajar en la UAC.

– ¿Ya tuviste algo así? –preguntó sorprendida.

– Fue similar, con la diferencia que los sueños nunca se repetían o continuaban. Más bien veía a alguien atacando al equipo y a mí, pero despertaba en cuanto estaba a punto de morir. Los demás me dijeron que les sucedió lo mismo cuando empezaron a trabajar en la UAC.

– Wow. Igual debe ser difícil ver todo lo que ustedes ven en cada uno de sus casos –dijo preocupada.

– Lo es, pero me hace sentir mejor cuando logramos salvar con vida a alguien y evitamos que sigan habiendo más víctimas al atrapar a los ignotos –dijo con una leve sonrisa.

– Que envidia. Esa era una de las razones por las que había entrado a estudiar ciencias forenses.

– Sigo insistiendo en que vuelvas a estudiar, nunca es tarde –le dijo con insistencia y con un brillo en los ojo–. Además, yo podría ayudarte con las clases, dicen que soy buen profesor.

Que lindo. Pensó Liliana, sonrojándose a su vez.

– Spencer, agradezco tu entusiasmo porque yo estudie, pero ya dije que no es posible para mí –desvió su mirada.

– Oh, vamos. Si es por problemas con dinero podemos solicitar una beca, ya que trabajas en el FBI.

Ese podemos hizo que el corazón de la joven empezara a latir rápidamente. El rubio se preocupaba por ella, de eso no había duda, pero no dejó que él viera cuánto le afectaba toda esa conversación. Y aún más difícil era, ya que estaba tratando con un analista conductual.

– Spencer, ¿tienes algo que hacer este fin de semana? –le preguntó disimulando su cambio de tema.

– Hmm, hasta el momento no –la miró extrañado.

– Bueno, ahora sí –le sonrió–. Salgamos este sábado, conozco un lugar muy hermoso y tranquilo, podemos ir para que te relajes.

– Sé que intentas cambiar de tema –se rio Reid–. Pero está bien, aceptaré la invitación –dijo antes de mirar su reloj–. Oh, rayos. Ya van a ser las doce y mañana tenemos que trabajar –se levantó rápidamente.

– Lo siento, no me di cuenta que el tiempo había pasado así de rápido –dijo sorprendida.

En realidad el rubio tampoco se dio cuenta, sentía como si hubieran pasado menos de media hora, cuando habían pasado alrededor de dos horas. Así que se levantó del cómodo sofá y se despidió –muy a su pesar– de la morena.

– Bueno... Adiós, Liliana.

– Sí... Adiós, Spen-... Agh –la chica de pronto empezó a quejarse mientas se abrazaba a ella misma.

– ¡Hey! ¡¿Estás bien?! ¿Qué sucede?

Spencer se acercó preocupado a la chica e intentó tocarla, pero ésta lo alejó de un manotazo.

– Ugh, yo... Lo siento –se disculpó aún sin mirarlo.

Liliana seguía quejándose y el chico se había puesto tan nervioso que se había quedado estático en su lugar. Pero de a poco la morena empezó a recomponerse.

– Ya... ¿Ya estás mejor? –reaccionó Reid.

– Sí –murmuró Liliana–. Perdón, no quise preocuparte.

– ¿Cómo no me voy a preocupar? Estabas quejándote como si te estuvieran... No sé, matando. Tenía... Miedo, mucho miedo –le tembló la voz con lo último que dijo.

– Spencer, mírame, ya estoy bien. Solo fueron cólicos, no es nada del otro mundo –se acercó a él y lo abrazó–. No tengas miedo, nada me va a suceder, lo prometo.

El doctor le devolvió el abrazo y sintió el calor que transmitía el cuerpo de la chica, señal de que estaba ahí, viva. Inhaló el dulce aroma de ella y fue como si todo en él volviera a la calma. Se separó y le sonrió más tranquilo.

– Bueno, si dices que no es nada será mejor que me vaya, para que puedas descansar –le sonrió.

– Claro. Te aseguro que estaré bien.

– Te creo, claro que te creo. Pero si ocurre algo, lo que sea, me llamas –recalcó las últimas palabras, dejando en claro su punto.

– Okay –se rio–. Prometo que te llamaré cualquier cosa. Y ahora vete, antes de que se haga más tarde.

– ¿Me estás echando? –simuló estar indignado y rio también– Sí, ya sé. Nos vemos entonces –dijo antes de salir finalmente del departamento de la chica.

***

Estaba a unas cuatro cuadras de su propio departamento, cuando múltiples pensamientos llegaron a él.

¿Acaso le conté algo tan personal así de fácil? Algo que me tomó tanto tiempo contarle incluso a Gideon. También está ese extraño sentimiento que tuve cuando la vi sufrir. Nunca me había quedado en blanco, normalmente habría llamado inmediatamente a emergencias. Pero esta vez no, solo me quedé ahí, quieto, asustado. No lo entiendo, ¿Qué me está sucediendo? ¿Será que todo lo del sueño me empezó a afectar en otra medida? Entres todos esos pensamientos, no se dio cuenta de que ya había llegado a su edificio, por lo que quitó todo lo que traía en su cabeza y entró a su departamento, yendo directo a su cama y esperando finalmente poder descansar; esperando no seguir con ese extraño sueño.

Más allá de los sueños | Spencer ReidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora