VI. El viaje ✔

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Los días pasaron como venía siendo desde ese domingo, Reid iba y volvía de esos sueños continuamente. Por un lado, el caso de Liliana no avanzaba, no habían pistas, no había sospechoso. Y por el otro, Liliana estaba a salvo, trabajando como cada día, con la diferencia del joven doctor con el que se llevaba cada vez mejor, manteniendo largas charlas cada vez que se topaban. Aunque esto a Spencer lo ponía nervioso, porque no estaba acostumbrado a abrirse tan rápido con alguien que a penas conoce, pero esa chica tenía algo lo hacía sentir en tanta confianza, que lo hacía sentir tan bien, tanto que empezaba a creer que sus sentimientos empezaban a ser similares a los que tenía por esa chica con la que hablaba por teléfono hace mucho tiempo, a quién no pudo proteger y terminó con un final trágico, distinto al final feliz que cualquiera habría esperado. Y eso es lo que le da tanto miedo, miedo a que su sueño se vuelva real y la pierda ahora también a ella.

Pero quería olvidar todo eso por un día... por ese día.

Ya era sábado, por lo que significaba que aquel era el día en que iría con Liliana a un lugar donde –según ella– le serviría para poder estar más tranquilo. Pero, extrañamente no era eso lo que lo tenía ansioso y emocionado, sino el hecho de que estaría a solas con la morena en un lugar diferente a las oficinas o a su departamento. Y por más que intentaba calmar a su cabeza y a su corazón, ahí estaba él, arreglado a las seis de la mañana, cuando quedaron de acuerdo con que él pasaría por ella a las diez, o sea dentro de cuatro horas más. Se sentía como un tonto adolescente hormonal, y hasta ese momento nunca había pasado por ese sentimiento y comportamiento inmaduro del ser humano, ni siquiera por Maeve.

Decidió leer unos libros que había adquirido hace un par de días y que aún no había abierto, por lo que así pasaron rápidamente tres horas y media. Así que se subió a su auto y se dirigió al departamento de Liliana.

¿Que si estaba nervioso? Eso era decir poco.

Llegó justo a tiempo. Cuando se estacionó frente al edificio, la joven salía por las puertas del frente, con un jeans ajustado, botines, un suéter grande rosa pastel y una pequeña mochila colgando de un hombro. Que es linda, pensó Spencer, sonrojándose al acto. Se bajó del auto y se acercó a la chica, apartando todos esos pensamientos extraños que tenía sobre ella.

– Hola Spencer –saludó una sonriente Liliana.

– Hola Liliana –le devolvió la sonrisa.

– ¿Estás listo para nuestro viaje? –le miró con emoción.

– Claro. Aunque aún no sé a dónde me llevarás. ¿Aún tengo la opción de retractarme y que nos quedemos aquí tomando un café?

– Oh, vamos. Salgamos un poco de la rutina y hagamos algo más interesante juntos.

Miró a la chica mientras reía ligeramente, y apreció cada expresión que ésta mostraba; su luminosa sonrisa, sus ojos brillantes, su cabello suelto y largo, sus labios...

– ¿Spencer?

Cuando la joven lo llamó se dio cuenta que nuevamente se había perdido en la belleza de su morena amiga, lo que hizo cuestionarse lo que estaba sucediendo con su cabeza... y su corazón.

– Ah... Sí... –se puso nervioso– ¿Nos vamos? –intentó recuperar la compostura.

Abrió la puerta para la chica y cuando ésta estuvo acomodada en el asiento del copiloto, la cerró suavemente. Éste dio la vuelta al auto y se subió a su propio puesto. 

– Bien. ¿A dónde se supone que vamos? –preguntó mientras arrancaba el motor.

– Iremos por la ruta sesenta y seis. Hay un lugar muy tranquilo y alejado de la ciudad, creo que será suficiente para que puedas relajarte.

Más allá de los sueños | Spencer ReidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora