•Capítulo 2•

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Dos semanas después...

—¡Michael! —grita Guy desde la sala de estar.

Intento ignorarlo mientras miro el diploma en mis manos y mastico mi chicle.

Smack. Smack. Smack.

Lo hice. Conseguí mi maldito GED. Por supuesto, tuve que robarle el dinero a Guy para pagar la tarifa. Lo que él no sabe no lo lastimará.Me sentí orgulloso cuando lo estampé en el escritorio del consejero en la escuela y dije que había terminado con su agujero del infierno. Que ya no era su prisionero. Tomó al director, al consejero y a mi asistente social determinar que ya no estaba obligado a ir al colegio. Todavía estoy atascado bajo el cuidado de Guy, por desgracia, hasta Navidad. Entonces,he terminado.

Smack. Smack. Smack.

—¡Michael! ¡Maldita sea, trae tu trasero aquí!

Resoplo mientras pongo el diploma en mi mochila. La llevo llena de mis pertenencias mínimas en caso de tener que salir corriendo en cualquier momento. Con el correr de los años, muy a menudo me sacaban de una casa y me ponían en otra con ninguna advertencia. Al principio, lloraba por las cosas que dejaba atrás. Ahora, simplemente estoy listo para llevarlas conmigo. Dejo mi mochila en la cama y agarro mi gorro de camino afuera del dormitorio que comparto con otro chico.
Un frente frío entró hace unos días e incluso las capas no ayudan a mantenerme cálido. Me meto la gorra en la cabeza y me dirijo a la sala de estar.

—Ahhh, ahí está el Pequeño Campeón—dice Guy con orgullo.

Casi me atraganto con mi chicle. ¿Desde cuándo Guy es de tipo paternal? Con la sospecha tirando de mi interior, lo miro con furia. Sus bolsillos están abultados y un grueso fajo de billetes sobresale por el
borde.

—Aquí está. Michael Doe. —Guy se acerca a mí y me agarra dándome un abrazo de costado que hace que mi piel se erice—. Estamos muy orgullosos de él. Acaba de obtener su GED.

—Eso es impresionante —murmura una voz baja y profunda.

Muevo mi cabeza hacia el sonido. Al principio todo lo que veo son zapatos. Negros. Elegantes. Brillantes. Costosos. Mi mirada sigue hacia arriba, a unos pantalones, a un cinturón asegurado en su cintura, junto con una elegante corbata negra, y un cuello bronceado. Su mandíbula es angulosa y cincelada, espolvoreada con cabello rubio casí dorado. Cuando mis ojos aterrizan en su boca, una sonrisa genuina se muestra en sus labios carnosos. Mi atención se enfoca en sus ojos.

Azules.

Atractivos.

Curiosos.

Tristes.

Parpadeo con confusión, inmovilizado en su mirada. Es familiar,como si hubiera mirado sus ojos una vez antes. Aun así, no podía
ubicarlo.

—Soy Jack Hemmings—dice con voz suave y cálida—. Encantado de conocerte.

Observo su mano extendida con desconfianza.

Hola.

Smack. Smack. Smack.

Ahora que mi chicle ya no se aloja en mi garganta, lo mastico nerviosamente.

Su sonrisa se ilumina.

—Hola.

Smack. Smack. Smack.

Levanto una ceja en pregunta y eso lo impulsa a continuar.

—Vendrás a casa conmigo —dice suavemente. La tristeza parpadea en sus ojos azules. Hace que mi corazón se apriete.

—¿Por qué? —exijo y me aparto del abrazo de Guy—. ¿Dónde está Lola? —Mi trabajadora social siempre está presente durante mis transferencias.

—Lola dijo que daba el visto bueno —dice Guy, su voz es apretada por la mentira en su lengua.

Cruzo los brazos sobre mi pequeño pecho y me estremezco. No puedo decir si es del frío o de la inquietud. De cualquier manera, no iré con este extraño.

—¿Tienes frío? —pregunta Jack; hay genuina preocupación mostrándose en sus rasgos.

Algo sobre la acción me tranquiliza un poco.

—Siempre —murmuro.

—Mi casa es cálida. —Sus ojos azules me suplican.

—Créeme, estarás mucho más feliz en su casa —insta Guy.

Miro a Guy.

—¿Te pagó? —Hago gestos hacia su abultado bolsillo—. ¿Qué está pasando aquí?

Jack se pone tenso y da un paso hacia mí. Cuando su mano se cierra sobre mi hombro, no me encojo o retrocedo. Su mano es cálida y reconfortante.

—Por favor, Michael.

No niño. Ni Imbécil. Ni marginado inútil.Michael.

—Soy Michael White, no Michael Doe —suelto, con lágrimas en los ojos.

Jack da un paso al costado hasta que está frente a mí. Su mano cálida permanece en mi hombro. Él es mucho más alto que yo y huele bien.

—Me gusta más ese nombre —dice en un susurro—. Por favor, ven conmigo. Te daré todo lo que quieras.

Lo miro sorprendido y luego empiezo a reír.

—Quiero un auto nuevo. —Sonrío ante mi audaz demanda.

Jack me sonríe, mostrando dientes blancos y brillantes, y confianza en sí mismo.

—Iremos a buscarte uno ahora. El nuevo Mercedes tiene las mejores calificaciones en seguridad. ¿Qué color preferirías?

—¿Q-qué? —tartamudeo.

—Cualquier cosa.

La palabra sale de mi boca antes de que pueda detenerla.

—Está bien. —¿Está bien? ¿Escaparse con este extraño, que claramente pagó a tu padre adoptivo, porque te está ofreciendo un coche?

¿Estás loco?

«Michael, esto no es un juego.»

La doctora Cohen tiene razón. Esto no es un juego. Esta es mi vida y necesito seguir adelante tan pronto como pueda. Con un auto, puedo salir disparado en el momento en que cumpla dieciocho años y estar a medio camino atravesando los Estados Unidos antes de que alguien se dé cuenta o se preocupe. Mi comienzo en mi nueva vida está tan cerca que puedo saborearlo.

Me aclaro la garganta y levanto la barbilla.

—Está bien.

Jack sonríe de nuevo, dándole a mi hombro un apretón de apoyo.

—Gracias, Michael. No te decepcionaré.

No tengo tiempo para procesar sus palabras antes de que Guy empuje mi mochila en mis brazos y nos saque por la puerta.
Todos me decepcionan, incluida mi madre.

¿Por qué Jack Hemmings cree que es diferente?





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