•Capítulo 5•

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Me compró un auto. Un auto tan caro, que no le ponen etiqueta con el precio en el frente. Un automóvil tan elegante que temía arruinarlo solo por mirarlo. Pero es mío. O al menos, lo será cuando cumpla dieciocho
años. Otra de las promesas de Jack en las que tengo que creer.

El automóvil será entregado en una semana, dijeron, pero no es como si supiera cómo conducirlo de todos modos.Detalles.

—Mike—dice Jack desde el asiento del conductor.

Dirijo mi atención hacia él. Su mandíbula se contrae y sus fosas nasales se ensanchan. Está tenso. Nervioso incluso. Eso me pone
nervioso también. Especialmente ahora que hemos abandonado la carretera principal y estamos viajando por una calle muy oscura, muy ventosa, y muy arbolada.

—¿Sí?

Se frota la parte posterior del cuello antes de mirarme. El dolor destella en sus ojos. No malicia. Hace que mi corazón duela por él.

—A Luke podría no gustarle esto. Él está acostumbrado a sus horarios y rutina, y... —Se detiene y suspira—. Pero lo necesita. Prométeme que te quedarás. Si algo se vuelve demasiado, vendrás a hablar conmigo primero antes de hacer algo precipitado.

Ahora es mi turno de caminar sobre alfileres y agujas. Mis dientes castañean por expectación, no del frío. Él sube la calefacción para calentarme. El pequeño acto de bondad hace que se desinfle toda la ansiedad como un globo.

—Lo prometo.

Él me sonríe agradecido y conducimos por unos momentos más en silencio. Doblamos una curva y quedo boquiabierto ante la casa ante mí.Una mansión. Es más grande y más costosa que cualquier casa que haya visto en televisión o en la vida real.

—Vives en un castillo —chillo, mi corazón tronando contra mi caja torácica. Bueno, la mayoría de los castillos están hechos de piedra, pero este está hecho de madera. Aun así es un castillo.

Se ríe mientras recorre el camino circular frente a su casa.

—No es exactamente un castillo, pero definitivamente es casa. —Una vez que estaciona, apaga el auto y alcanza el bolsillo de su chaqueta—.Aquí tienes. Esto es tuyo.

Tomo de su agarre el iPhone que me ofrece y lo miro fijamente.

—¿Qué es esto?

—Es para poder contactarte todo el tiempo. Es tan... —Frunce el ceño—. Solo necesito que lo mantengas contigo y que me llames o me envíes un mensaje de texto si no estoy en casa.

Mi estómago se aprieta, la ansiedad es una dispersión de insectos en la boca de mi vientre.

—Está bien. —Quiero decirle que me está asustando, pero las palabras no me salen.

Lo miro fijamente. Sus cejas se juntan cuando extiende la mano para cubrir la mía.

—Esto va a funcionar. Tiene que hacerlo.

Con esas palabras alentadoras  sale del auto. Pronto está de mi lado,abriéndome la puerta. Un caballero alto y mayor aparece en la parte superior de los escalones. Me saluda con un movimiento de cabeza y luego se dirige al maletero del automóvil.

—Un mayordomo. Sofisticado —murmuro en voz baja.

Jack se ríe.

—No dejes que Ronnie escuche que lo llamas así.

—¿Cuál es el título de su trabajo?

—Encargado de la casa.

—Eso es realmente más elegante que mayordomo.

Mis nervios han disminuido mientras me lleva adentro. La casa está oscura, pero es cálida. No puedo evitar estar agradecida. Los castillos son conocidos por ser fríos y no importa lo que Jack diga, este es un maldito
castillo.

—Está oscuro —observo mientras me conduce a través de un pasillo hacia un espacio abierto donde hay un fuego encendido en una chimenea.

Un gigantesco retrato de familia cuelga de la repisa de la chimenea y reconozco la sonrisa de Jack. En la imagen, él es pequeño. Tal vez tiene siete u ocho años. Su hermanito no puede tener más de un año en el retrato. Todos, aparte del bebé, están sonriendo y lucen felices. Su padre tiene su brazo amorosamente envuelto alrededor de su linda esposa y su otra mano descansa protectoramente sobre el hombro de Jack.

Una familia.

No sabría cómo es eso.

Cálida y feliz. Así es como imagino que se sentiría.

Algún día, tendré una propia.

—Esta casa es vieja —me dice, su voz está ligeramente tensa—. Fue fabricada a medida por los dueños anteriores.

—Bonita.

Frunce el ceño mientras me mira.

—Mike, no hay ventanas.



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2/7

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Lxs amo

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