•Capítulo 36•

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Michael

Me despierto en la habitación oscura. De nuevo. He perdido la noción del tiempo. Todo el sentido de la realidad. No he comido nada, aparte de algunos dulces que encontré escondidos en mi habitación.

Cuando tengo sed, tomo agua del grifo del baño.

Estoy en la cárcel.

Sin entretenimiento. Sin ventanas. Sin comida. Sin contacto humano. Sin Luke.

La furia me atraviesa. Quiero matarlo. En su cabeza, probablemente piensa que esto tiene sentido. No tiene sentido. Es psicótico.

Voy a morir.

Mi estómago se queja y me acuerdo de todas las veces que tuve problemas para tomar comida de las despensas de mis hogares de crianza. La comida siempre era escasa y tenía que ser distribuida uniformemente. Desde que llegué a casa de Jack y Luke, no he tenido hambre ni una vez. No hasta ahora.

Estoy débil, pero consigo avivar el fuego y luego saltar en la ducha caliente. Me quedo bajo el rocío por un largo tiempo, contemplando mi futuro.

¿Luke entrará en razón y me dejará salir? ¿Soy él prisionero de este loco para siempre? Nadie vendrá a buscarme. Soy un adulto ahora.

Se suponía que debía salir de esta ciudad y comenzar mi vida cuando cumpliera los dieciocho. Resulta que cambié una desgracia por otra. Me siento bastante mal por mí para cuando el agua se enfría. Seco mi cabello y para cuando escapo del baño, estoy sobrecalentado, lo cual rara vez me
pasa. Me abstengo de mi sudadera y de los vaqueros habituales, en cambio opto por una camiseta y pantalones cortos de algodón. Una vez que estoy vestido, miro fijamente la pared. El pesado aparador está colocado enfrente. Inamovible y burlón.

Dios, extraño a Jack.

Él me tiraría contra su costado y me besaría en la parte superior de la cabeza. Estaría caliente y sería seguro y protector. Ahora, me siento tan solo.

Solo.

Abandonado.

La ira se acumula dentro de mí otra vez, dándome una oleada de energía. No soy una damiselo ni nada por ese estilo que pueda guardarse hasta que muera de inanición. Puedo entrar en esa pared. Solo tengo que pensar.

Intenté mover el tocador una y otra vez, pero tal vez estoy haciéndolo mal. La pared es hueca, pero el panel que me da la entrada está cubierto. Me pregunto si puedo entrar de otra manera. Camino a lo largo de la pared y paso la punta de mis dedos sobre la delgada madera. Cuando mis dedos se sumergen en una tablilla, miro dentro. Un escalofrío me recorre por temor de que lo haga directamente a los ojos de alguien. Pero todo lo que veo es oscuridad. El fuego crepita
a mi lado y tengo una idea. Reprimiendo un chillido, corro hacia los atizadores del fuego en la chimenea. Agarro uno que tiene un extremo en forma de gancho y vuelvo rápidamente al panel en la pared. Se necesita un poco de esfuerzo, pero logro meterlo en el listón. Cuando tiro del
atizador hacia mí, la madera se astilla y agrieta. Con determinación recién descubierta, rompo la pared lentamente hasta que puedo agarrarla con mis manos. Entonces, se desprende fácilmente de los pernos. Una
vez que la apertura es lo suficientemente grande para que encaje dentro, asomo la cabeza.

El aire es fresco y huele a humedad. Pero la parte aterradora es que está oscuro. Reprimiendo mis miedos, escalo dentro de la abertura. Si una niña pequeña podía correr a través de la casa y no tener miedo hace
tantos años, yo también puedo. Con mi atizador apretado en mi agarre, listo para vencer cualquier cosa espeluznante, comienzo a caminar por el pasadizo. La madera debajo de mis pies está fría, pero la adrenalina me quema. Camino lentamente, asegurándome cuidadosamente de no caer
en ningún agujero invisible. Cada pocos pasos, descubro listones que me dan una vista de pájaro a otra habitación. Mi corazón se aprieta un poco sabiendo que la pequeña niña no solo veía el mundo desde este punto de vista, sino que también lo hace Luke.

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