23. El miedo.

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Me había quedado entumecida en aquella posición, y me era imposible moverme. Lo intenté, durante largo rato, pero me era imposible.

Cerré los ojos, intentando que mis lágrimas dejasen de salir, pero era en vano, en aquel momento no pensaba en el pasado, si no en el presente, aunque aquel fantasma seguía atormentándome, aquella parte de mí que solía recordarme mis errores.

"¿Qué? ¿Pensaste que esta vez sería diferente? ¿Cuándo vas a darte cuenta de que no eres digna de recibir amor? Rogger te dejaré en cuanto se entere de que eres una asesina. Llevaste a tu hermano a morir a las vías del tren"

- No – grité, intentando hacerla callar, pero era en vano, parecía haber despertado, y mis gritos no servían de nada.

"Trajiste la tristeza a la vida de tus padres con tu llegada, a pesar de que fingías ser una persona diferente... Incluso intentaste casarte, pero mira... al final te abandonaron. ¿Aún no te has dado cuenta? Eres un ser despreciable que los aparta a todos de ti"

- Cállate – insistí, mientras más y más lágrimas seguían saliendo, y yo no podía hacer nada por detenerlas. Conseguí enervarme, agarrarme a mis rodillas, y cambiar de postura, al menos conseguí eso.

"¿Por qué piensas que con Rogger será diferente? Tan sólo eres una zorra mala, así que, él también se cansará de ti, te abandonará y te humillará, justo como hicieron todos los demás. Y sabes ¿por qué? ¿Eh, Camile? Porque no mereces otra cosa, incluso te marcaron como a un cerdo"

- ¡Basta! – grité, aquella vez mucho más fuerte - ¡Basta por favor! – proseguía, entre mi llanto, cómo podía - ¡Ya no más, por favor!

- ¿Cami? – preguntó una voz, justo en el exterior de mi baño. Agudicé el oído, incluso dejé de llorar, pero el miedo me envolvió en seguida, él no podía verme en aquel estado, no podía verme así de derrotada - ¿estás bien?

- ¡Vete! – Espeté, dejando caer mi cabeza sobre mis piernas, intentando que mis lágrimas se detuviesen - ¡Por favor!

"Los alejas a todos de ti – comenzó aquella voz, mientras yo negaba con la cabeza - ¿no te has dado cuenta aún? Estás rota y haces que nadie te quiera. Eres una mentira, Camile, ni siquiera ese es tu verdadero nombre, tan sólo aceptaste uno que tus padres adoptivos te dieron, en vez de defender la verdad. Nadie te quiere porque no eres real, tan sólo eres una mentira"

- ¡No! – grité, apretando mis oídos, como si pudiese parar aquello de alguna manera - ¡por favor! ¡Basta!

La puerta se abrió y él entró en el baño, pero yo seguía allí, tapando mis oídos con todas mis fuerzas, dejando escapar mi dolor, rascándome la espalda de vez en cuando, haciéndome una herida cada vez mayor.

- Camile – su voz volvió a sacarme del abismo y me trajo a la luz. Levanté la vista y mis ojos se encontraron con los suyos, permitiéndome sonreír, levemente, mientras él acariciaba mi mejilla húmeda con las yemas de sus dedos – no tengas miedo, estoy aquí.

Me abalancé sobre él, con fuerza, dejando atrás el dolor, el miedo, sin tan siquiera pensar en lo que aquella voz decía sobre él, en que en realidad no era para mí.

Me abalancé sobre él, con fuerza, dejando atrás el dolor, el miedo, sin tan siquiera pensar en lo que aquella voz decía sobre él, en que en realidad no era para mí

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El llanto había cesado, pero las lágrimas seguían saliendo, mientras él me conducía hacia su habitación, en brazos.

No dijo nada, tan sólo me sentó en su deshecha cama y volvió al baño, trayendo consigo una toalla empapada en agua, que luego apoyó sobre mi espalda, haciendo que recordase la herida que yo misma me había hecho.

Limpió mi herida, despacio, sin decir absolutamente nada, mirándome de reojo, incómodo con la situación.

- Lo siento... - se disculpó, justo después de poner un apósito en mi espalda, sentándose frente a mí, en el sillón que había junto a la cama. Lucía dolido, tremendamente, y yo no sabía qué hacer ni qué decir – si te he presionado sobre nosotros...

- No – le corté, porque no era eso lo que estaba mal en mí. Él sonrió, sin ganas, asintiendo entonces, volviendo a bajar la mirada, sin saber qué más hacer para calmarme. Presionó las palmas de sus manos, durante unos largos minutos, y luego levantó la vista, sonriéndome después. Aquella vez su sonrisa parecía sincera.

- ¿Estás bien? – preguntó, alargando sus manos, rozándolas con las mías, mientras ambos nos fijábamos en ese punto. Sonreí, aliviada, pues él estaba allí – Eres la única que ha conseguido llegar a mí... - aseguró, con la mirada fija aún en nuestras manos, pues en aquel momento ambos acariciábamos los dedos del otro, agarrándolos, incapaz de dejarlos ir - ... antes de ti no mostraba mis verdaderos sentimientos, Camile – levantó la vista al pronunciar mi nombre. Ambos lo hicimos – Quiero que sepas que, si necesitas hablar con alguien, estaré aquí – sonrió después de decir aquello. Le devolví el gesto, y luego fruncí el ceño, porque no quería hablar con él de aquello, no quería hablarlo con nadie – Se me da bien escuchar.

- Era una marca – dije sin más, bajando la mirada, nerviosa. Él asintió, con una sonrisa en su rostro, en señal de que me estaba escuchando y que no iba a opinar al respecto – que intenté borrar con un cuchillo – añadí, pensando en ello, en aquella vez en la que llegué a casa, asqueada, horrorizada, y con un cuchillo de la cocina intenté quitarme aquella marca que me unía a aquellos bárbaros. Recuerdo que cuando mis padres llegaron a casa, casi se caen del susto cuando me vieron tirada en el suelo de la cocina, cubierta de sangre – Al final me hice más daño del que ellos me hicieron a mí – susurré, sin apenas darme cuenta de ello. Él no dijo nada, y yo lo agradecí – No quiero hablar sobre el pasado, tan sólo quiero olvidarlo.

Asintió entonces, con calma, levantándose y sentándose a mi lado, agarrando mi mano entre la suya y enredando sus dedos con los míos, haciéndome sonreír. Me sentía en calma, en paz, de tenerle en mi vida.

-          De acuerdo, pero tengo una condición – bromeó, poniendo una de sus caras bromistas

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- De acuerdo, pero tengo una condición – bromeó, poniendo una de sus caras bromistas. Le miré divertida, escuchándole hablar entonces – confiarás en mí cuando te diga que quiero estar contigo – sonreí entonces, al darme cuenta de que era real, por mucho que yo intentase negármelo a mí misma – y ahora vamos a olvidar todo esto, y a dormir, señorita. Mañana tienes un vuelo que coger.

Dormimos abrazados después de aquello. No pasó nada más entre nosotros, tan sólo eso, pero yo lo necesitaba, ser arropada de aquella manera. Él era el primer chico en el que confiaba para contarle parte de mi pasado, y necesitaba ser protegida de aquella manera.

Esa noche fue la primera de muchas, no tuve más pesadilla, tan sólo un sueño con él junto a mí, agarrados de la mano mientras mis amigos nos miraban atónitos, incluso Kat.

Oscuro, pero no tanto | COMPLETA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora