34. Sospechas.

25 3 0
                                    


Capítulo 34. Sospechas.

Quería estar con él, a pesar de todo, a pesar de los muchos secretos que aún había en mi vida, quería quedarme a su lado, ser protegida por él, y olvidarme del pasado. Quería hacerlo, sobre todo, porque en el fondo de mi alma sabía que yo también sentía lo mismo, yo también le amaba.

Llevaba dos semanas con él, pero ni siquiera nos habíamos acostado aún. Estaba siendo todo un encanto, más paciente de lo que había pensado que serían las cosas entre nosotros.

A mis padres no les cayó bien, pues estaba altamente patoso, y no dejó de hacer el tonto en toda la cena. Pero me daba igual, a mí me hacía feliz, y sólo con eso me bastaba.

Sus besos me dejaban sin aliento, mientras se aferraba a mi cintura, apretándome contra él. Volvíamos a encontrarnos en su habitación de hotel, besándonos con desesperación, deseando mucho más del otro.

-          No tenemos por qué hacer nada si aún no estás preparada – me dijo, mientras yo volvía a atraerle hasta mí, y le besaba con desesperación

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

- No tenemos por qué hacer nada si aún no estás preparada – me dijo, mientras yo volvía a atraerle hasta mí, y le besaba con desesperación. Le necesitaba demasiado, le añoraba demasiado.

Le quité la chaqueta, y desabotoné su camisa, despacio, para luego quitársela.

"Te quiero" – resonó en mi cabeza, haciéndome feliz.

Me agarró de la cintura, metiendo sus manos por debajo de mi camisa, levantándola de golpe, para luego desabotonarme el sujetador. Metió las manos por debajo de mi falda, y apretó mi trasero contra él, sin dejar de besarme.

"Sujétala bien" – resonó en mi cabeza, bloqueándome de golpe, aún así intenté que no se me notase. Quería estar con él, quería demostrarle que quería aquello. Los gemidos de Brad irrumpieron en mi cabeza, obligándome a detenerme.

- No puedo – le dije, echándome hacia atrás, buscando la camisa por el suelo de su habitación, mientras él apoyaba su mano en mi espalda y se quedaba allí mirando hacia algo. Mi corazón se detuvo, al darme cuenta de que era lo que él miraba.

Intenté huir, pero él no me dejó hacerlo. Acarició mi marca, despacio, mientras yo ladeaba la cabeza, pensando en explicarme, en inventarme algo coherente, pues ni de broma podía decirle la verdad.

Sus labios besaron esa parte de mi espalda que aún dolía, sacándome de mis pensamientos, sin decir nada, marcando un camino de besos por toda mi espalda, por mi cintura, mis glúteos, mi abdomen, mi barriga, metiendo sus dedos entre mis piernas, haciéndome estremecer, bajándome las bragas, poniéndose de rodillas frente a mí, bajando también mi falda, dejándome desnuda frente a él.

Metió su cabeza entre mis piernas, lanzándome entonces a la cama, lamiendo mi zona más frágil justo como él sabía.

Gemí, sobrecogida, al mismo tiempo que metía un par de dedos dentro de mí, y los movía con ritmo.

Oscuro, pero no tanto | COMPLETA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora