21. Agujetas.

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Conducía hacia el hotel, pues quería cambiarse antes de ir a cualquier otro lugar, y lo comprendí perfectamente, pues el ron era bastante pegajoso cuando se secaba. No dije nada en todo el viaje, me sentía como una idiota. ¿Por qué había desconfiado de él? Todo iba genial y yo había tenido que estropearlo con mis malditos celos.

Aparcó el auto en el garaje, y subimos hacia su planta, sin pasar por recepción, hasta llegar a su habitación. Se quitó la camisa, sin tan siquiera ponerme mucha importancia, y agarró una limpia del armario.

- Joder – se quejó, al tocar su piel y darse cuenta de que estaba seca y pegajosa. Reí al ver aquello – esa idiota...

Caminó hacia el baño y se metió en él, abrió el grifo de agua caliente, y el pico de la toalla, humedeciéndolo, para luego limpiar su pegajosa piel con él

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Caminó hacia el baño y se metió en él, abrió el grifo de agua caliente, y el pico de la toalla, humedeciéndolo, para luego limpiar su pegajosa piel con él. Agarré la toalla entonces, y comencé a hacerlo yo, mientras él me observaba, con detenimiento, y yo me centraba en su torso desnudo.

- Necesitas jabón, está demasiado... - dejé de hablar tan pronto como él acarició mi mejilla, obligándome a mirarle - ... deberías ducharte.

- Sólo si tú te duchas conmigo – aseguró, haciéndome sonreír, divertida, bajando la cabeza entonces, mordiéndome el labio después. Acarició mis manos con las suyas, acercando su boca a la mía, sin besarla aún, jugando conmigo, justo como le gustaba – me encantas cuando estás celosa.

- Yo no estoy celosa – me quejé, haciéndole reír, volviendo a acercar su boca a la mía, pero deteniéndose antes de haberla rozado si quiera – eres malvado – me quejé, apoyando entonces mis manos en su nuca, aferrándome a sus labios después.

-          Yo no estoy celosa – me quejé, haciéndole reír, volviendo a acercar su boca a la mía, pero deteniéndose antes de haberla rozado si quiera – eres malvado – me quejé, apoyando entonces mis manos en su nuca, aferrándome a sus labios después

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Nos besamos apasionadamente, gimiendo sobre la boca del otro, con ganas de mucho más. Lo tenía completamente loco, justo como él me tenía a mí. Y eso me encantaba, tener el control sobre aquello.

- Deberíamos irnos – le dije, dándome la vuelta, dejándole con la miel en los labios, dispuesta a marcharme sin más. Pero él me detuvo, agarrándome de la cintura, apretando su pelvis a mi trasero, haciéndome estremecer.

Oscuro, pero no tanto | COMPLETA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora