31. Un viaje loco.

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Capítulo 31. Un viaje loco.

Debía estar loca por seguir los consejos de la demente de Mad, pero allí estaba, en el aeropuerto de su pueblo natal, con la maleta a cuestas, pensando en la mejor forma de aparecerme frente a él. Aquello era una puta locura, lo sabía bien, pero Mad tenía razón, tenía que luchar por él, o le perdería para siempre.

Por primera vez en mi vida tenía más miedo por perder a alguien que por luchar por él. Sonreí, intentando calmarme, y saqué el teléfono del bolsillo de mi chaqueta, sentándome en uno de los bancos de la estación.

Dio un tono, dos, tres, cuatro antes de que alguien lo cogiese.

- ¿Diga? – preguntó su voz al otro lado, agitado, como si estuviese haciendo ejercicio. Pero eran las ocho de la noche, ¿qué ejercicio podía estar haciendo a esa hora? - ¿Hola? – insistió cuando no escuchó mi respuesta.

- Hola, soy Camile – le dije, dubitativa, apretando el borde de mi vestido, nerviosa.

- Lo sé – respondió, haciendo que mi corazón se calmase, pues él aún no había borrado mi número.

- Pensé que ibas a borrar mi número – añadí, mientras él se quitaba los guantes de boxeo y se colocaba bien el teléfono.

- Lo hice, pero se tu número de memoria – aseguró, volviendo a hacerme sonreír - ¿qué quieres? – preguntó, sin andarse mucho por las ramas – si sólo querías comprobar eso...

- Hablé con Kat – le dije, deteniendo sus ganas de colgarme el teléfono – tenías razón, ella...

- Es un poco tarde para eso – me cortó, haciendo que mi corazón volviese a doler – ya me he rendido con esto, Cam – un nudo se formó en mi estómago después de escuchar aquellas palabras – te dejaré en paz justo como pediste.

Quería decirle que estaba allí por él, que había venido a buscarlo, que quería luchar por él, quería decirle tantas cosas. Pero al final... no dije absolutamente nada, y dejé que me colgase sin decir nada más.

Mis lágrimas salieron entonces, mientras apretaba el teléfono con ambas manos y bajaba la cabeza, dándome cuenta de que mi esfuerzo no había servido de nada. Había sido la primera vez que luchaba por alguien, y al mismo tiempo, la primera vez que me daba cuenta de que no servía de nada.

Mi teléfono comenzó a sonar, y lo descolgué ilusionada al pensar que sería él, pero solo era Mad.

- ¿Cómo ha ido? ¿ya estás allí? – preguntó, ilusionada, mientras yo tragaba saliva, intentando calmarme, para luego limpiar mis lágrimas, como si ella pudiese verme - ¿le has visto ya? ¡Los nervios me están matando!

- He hablado con él – contesté, mientras ella daba pequeños grititos.

- ¿Y cómo ha ido? – preguntó, con ganas de saberlo todo - ¡Cuéntame los detalles! ¿Qué cara se le ha quedado cuándo te ha visto allí? Ahh, me muero por saberlo todo.

- Le he llamado por teléfono – le corte, haciendo que perdiese la ilusión de golpe, y me regañase por ello.

- ¿Cómo se te ha ocurrido? – se quejó – te has cargado el factor sorpresa.

- Él no sabe que estoy aquí – insistí, haciendo que suspirase y volviese a recuperar la ilusión – él nunca sabrá que estuve aquí – añadí, haciendo que ella se enfadase de nuevo.

- Camile Dunst, ¿no estarás pensando en volverte ya no?

- Él dice que ya ha tirado la toalla con esto, Mad – me quejé, sintiendo ese peso en mi pecho – todo ha terminado.

Oscuro, pero no tanto | COMPLETA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora