4. Reflejos

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La tetera comenzó a chillar y a filtrar humo. Juny apagó el fuego de la hornalla y sirvió el agua hervida dentro de la pequeña taza de té, donde había depositado una cucharadita de matcha molida. La revolvió hasta que emergió una espuma verdosa. Solía prepararles esta infusión a sus padres cuando regresaban a casa tras un duro día de trabajo. Esta vez, quien necesitaba un sorbo del milagroso antiestresante era Alanis.

Cuando llegó a la habitación, la obligó a tomar un poco. La chica obedeció y arrugó la frente apenas sintió la amargura en su paladar. Sin embargo, debió admitir que valió la pena. La conversación que estaban teniendo era agobiante, y si no fuera por el té, probablemente perdería la calma. Sus compañeros, en cambio, por más que intentaron seguir el ritmo de la charla, terminaron sumergidos en un gran remolino de dudas.

─¿Dices que estás recibiendo señales desde el más allá? ─El tono burlón brotaba sin filtro de la boca de Eitan.

Juny le lanzó una de esas miradas de advertencia que se habían convertido en algo rutinario en las últimas horas.

─¿Estás segura de lo que dices? ─desconfió Dyn.

─No ─respondió Alanis tras un suspiro─. Son mensajes que oigo de repente. No sé de dónde vienen ni qué estarán queriendo decirme. Esto solía pasarme de vez en cuando, pero nunca con frecuencia ni claridad. Antes las oía a la par de la charla original, podía diferenciarlas, y ahora...

─No puedes distinguir entre ficción y realidad. ─Dyn asintió.

─¿"Ficción"? ─saltó Juny.

La niña no solía hablar mucho, pero cuando lo hacía, era porque tenía algo importante que declarar. Retrocedió unos pasos hasta chocar de espaldas contra la pared, cerró sus ojos, manos, y forcejeó. Parecía un puercoespín a instantes de disparar sus espinas.

─¡Jia! ─gritó y estiró sus puños al aire.

─Esto es ridículo ─se impacientó Eitan.

Alanis y Dyn, envueltos en curiosidad, siguieron los movimientos de Juny. Unos segundos después, ella recuperó la postura, abrió los ojos, y con una mano señalando a su costado, repitió, sonriente:

─Jia.

Eitan alzó la ceja. No encontró nada en la dirección apuntada. Intercambió miradas con Dyn, aliándose a la idea de que Juny debería regresar a la psiquiatría antes de perder la poca cordura que le quedaba. Fue hasta que oyeron musitar a Alanis:

─La veo.

Las miradas estupefactas se concentraron en ella. Al instante, fue asaltada con preguntas, negaciones y bromas, pero Alanis no dijo palabra por un largo rato. Se quedó contemplando a una pequeña niña de cuerpo luminoso y diminuto, de tez pálida pero mejillas ruborizadas, y rasgos finos que resaltaban su parecido a Juny. Notó algunas diferencias entre ambas, como la mancha en el cuello y los dientes torcidos; fuera de ello, eran idénticas.

─Parecería que fuera tu...

─Gemela ─completó Juny.

─¿No hablarás de tu sombra? ─obvió Eitan.

A la menor no le importó lo que opinaran. Podían refutar todo lo que quisieran, pero nada cambiaría el hecho de que su hermana, de la cual no oyó en sus nueve años de vida, se encontraba allí afuera, en alguna parte, esperando el reencuentro. Volteó hacia Alanis y explicó:

─Reflejo.

Ella no comprendió. ¿Reflejo de qué? ¿Le quería decir que la presencia de su hermana era un reflejo? Si era así, ¿dónde estaba la persona de carne y hueso? Sonaba insensato, pero a su sorpresa, terminó diciendo:

Idealidad: El retorno al origenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora