─¡Último momento! Hallaron a Eitan Dumont, el modelo de veintidós años que desapareció sin dejar rastros.
El mundo entero estaba pegado al televisor. De los cuarenta y ocho casos registrados hasta el momento, este había sido el primer resurgimiento de un desvanecido; así se comenzó a apodar a todo aquel cuya presencia era succionada por el agujero negro, otro término adoptado para explicar lo indescifrable.
La aparición de Eitan atravesó fronteras. Las calles fueron empapeladas por carteles que revelaban el rostro que tantos quisieron ver. Miles de reporteros se concentraron en la residencia Dumont para obtener la primicia de la verdad, así como ciudadanos que habían seguido la historia desde el principio.
Eitan los miraba desde las alturas a través de la ventana de su dormitorio. En sus dieciséis años de carrera no había llamado tanto la atención como en aquel momento. Contó trescientas cincuenta y nueve cabezas alrededor del portón. Todos ellos tenían el propósito de meter sus narices y olisquear en busca de detalles mórbidos, pero no les daría el gusto. Nadie sabría de Idealidad, conservaría su recuerdo para sí, como buen egoísta que era.
Felicia abrió la puerta.
─¿Puedo pasar?
─Ya lo hiciste.
Avanzó hacia su hermano y miró afuera.
─Pensar que todos ellos, al principio, me trataron de loca...
─Estoy seguro de que lo siguen haciendo.
─Por eso debes contarles lo que pasó.
─Te dije anoche que no revelaré nada.
─El mundo entero estuvo buscándote. Les debes una explicación.
─Querrás decir: te la debo a ti.
─Especialmente. ¿Piensas que fue sencillo para mí no saber dónde estabas? ¿Sabes lo desesperada que estuve buscando pruebas de tu existencia? ¿Y cómo crees que me sentí cuando la policía me avisó que te habían encontrado, inconsciente, en medio de la ruta?
─Ya calla.
─No lo haré hasta que me digas lo que sabes. Me lo debes a mí y a toda la gente que pasa sus noches susurrando plegarias por los desvanecidos y rezan para no ser los próximos. No tienes idea de lo que están sufriendo por...
Eitan alzó su mano y la estrelló contra Felicia.
─¡Te dije que te callaras! ─gritó y preparó la palma para el segundo bofetón.
Ella se encogió, cubriendo su rostro, y con la respiración entrecortada le susurró que se detuviera. Eitan la miró desde arriba, tan pequeña y acongojada. De repente, le pareció que los separaban metros de altura, que sus piernas se habían extendido al techo y que a ella le habían cortado las suyas.
Tan pronto Felicia soltó un sollozo, él recordó que su mano seguía tremolando en el aire. La sujetó con la otra, como si tuviera motivación propia de atacar, y la bajó lentamente.
─Vete.
Ella se aferró al borde de la ventana y se impulsó hacia arriba.
─Necesitas hablar con alguien, Eitan...
─¡Vete!
Felicia corrió a la salida antes de ser abatida por otro golpe. Mientras tanto, Eitan contemplaba la mano traidora. Presionó sus dedos y, una vez más, alzó el puño, pero en esta oportunidad para traspasar la ventana. La rompió, presentándose frente a las cámaras que demandaban escándalo y a las personas que lo creían un desesperado en busca de atención. Así, confirmaron sus sospechas.
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Idealidad: El retorno al origen
Fantasy¿Qué sacrificarías para tener una vida perfecta? ¿Salvarías a tu mayor enemigo? ¿Te enfrentarías a los fantasmas de tu pasado? ¿Te someterías al mismo daño que le has generado a otros? Cuatro jóvenes aceptaron el desafío para obtener una recompensa...