Los ideales se amontonaron en el parque central. Sería un día histórico: por primera vez, iba a realizarse una Ceremonia de Conversión.
En un lado del escenario construido especialmente para la ocasión, había un podio en forma de I decorado con guirnaldas, sosteniendo un micrófono. Dos reflectores apuntaban un arco de hierro ubicado en el centro de la plataforma, listos para centellar a los protagonistas del día.
Los parlantes que rodeaban el parque zumbaron ante el crujido de una voz seca. Una mujer vestida de traje blanco llamó la atención de los presentes con el carraspeo frente al micrófono.
─Durante millones de años, fuimos opacados por nuestras propias sombras. Pero hemos concluido que estas nunca dejarán de seguirnos si no se desprenden de nuestros cuerpos. Hoy, finalmente, regalaremos autonomía para recuperar la propia. ¡Demos la bienvenida a la primera generación de Convertidos!
Desde bambalinas, Dyn escuchó aplausos atronadores a un ritmo uniforme, y por su resonancia supuso que había miles de ideales esperando. Estaba apartado de los demás terrestres porque habían acomodado a cada participante entre diferentes lienzos. Desconocía quién estaba detrás de la tela blanca contigua a la suya, pero algo sabía con seguridad: serían ocho postulados; al menos, eso escuchó.
La anfitriona nombró al primero.
Un muchacho fornido, de cabello sedoso y piel tan suave como la de un bebé, salió de su escondite. «Debe estar aquí hace mucho», adivinó Dyn por su notable atractivo que en Idealidad se incrementaba con cada día.
─Posiciónate debajo del Arco de la Igualdad ─le pidió la señora, mientras señalaba la humilde obra que carecía de un decorado llamativo y no parecía hacerle justicia al honorable nombre que le asignaron.
El muchacho se adelantó al sitio señalado. Ojeó el contorno metálico y liso que se elevaba sobre él y distinguió pequeñas aberturas desapercibidas a lo largo de la curva. Asimiló que era parte del decorado, pero en cuanto sintió un soplo de vapor expulsarse de uno de ellos, sospechó que tenían una función específica. Antes de que pudiera preguntar por ello, la anfitriona posicionó una mano sobre un botón blanco que yacía sobre el podio y le susurró:
─Apenas lo sentirás.
Luego, lo presionó.
Dos láminas plateadas emergieron por debajo del chico y le cercaron los pies para negarle hasta el más cauteloso movimiento. Sus brazos también fueron aprisionados por otro par de placas y los estiraron a la cima del arco.
Los demás jóvenes ocultos entre las bambalinas dieron un sobresalto, espantados por lo que estaban viendo y lo que, dentro de unos minutos, les tocaría vivir en carne propia.
Una cascada gélida comenzó a caer desde las demás aberturas, empapando a la víctima hasta alcanzarle los huesos. Este gritaba con desespero y, cuando la lluvia se detuvo, tosió con el afán de deshacerse de la laguna que le inundó la garganta.
Miró al público. Esperaba encontrarse con un escándalo aturdidor, semblantes de horror y algo de compasión. Pero no escuchó más que su propia respiración luchando por recuperarse.
─Suéltenme... ─murmuró.
La anfitriona, en su lugar, oprimió nuevamente el botón.
Esta vez, una ráfaga impetuosa zamarreó al muchacho y le provocó un frío glacial que no pudo tolerar sino con los ojos cerrados. Quiso volver a abrirlos, pero sintió que sus párpados se habían aglutinado por una capa de granizo. Ahora solo le quedaba esperar, a ciegas, el próximo reto.
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Idealidad: El retorno al origen
Fantasy¿Qué sacrificarías para tener una vida perfecta? ¿Salvarías a tu mayor enemigo? ¿Te enfrentarías a los fantasmas de tu pasado? ¿Te someterías al mismo daño que le has generado a otros? Cuatro jóvenes aceptaron el desafío para obtener una recompensa...