17. Un día ideal

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─¡Bienvenida! ─sonrió la ideal Keisi al abrirle la puerta a la nueva habitante─. Ya sé que aún no tomaste una decisión, pero quiero cederte un espacio propio dentro de Idealidad para que comiences a vivir la experiencia. ¿Qué te parece la casa?

Era un monoambiente espacioso, amueblado con lo justo y necesario. A Alanis le gustó, era mucho mejor que el parque abandonado que compartía con Teo y Roy en Tierra. El hecho de que también fuera gratuito sumaba puntos a favor. Se lo habían obsequiado como agradecimiento al "sacrificio que corrió por el bienestar de los ideales" y otros motivos enumerados en el discurso de bienvenida que ella despreció.

Todavía le pesaba la pérdida de la terrestre Keisi. La noche anterior, había aparecido en sus sueños para señalarla con un dedo estigmatizador y echarle en cara su muerte, y cuando Alanis le quiso pedir disculpas, la figura desapareció. Le habló de ello a la ideal original, y esta le prometió que todos sus cargos de conciencia se borrarían si se convertía en una de ellos. Otro punto para Idealidad.

─¿Se admiten mascotas? ─preguntó al ver el jardín trasero.

─¿A qué te refieres?

─Gatos, perros, hámsteres...

─Los animales ideales están en su hábitat natural.

─¿Es ilegal adoptar uno?

─¿Ilegal? ─Ese era otro término que Keisi desconocía.

─Prohibido por la ley ─siguió Alanis, pero ante el semblante de confusión persistente, le tuvo que explicar cómo funcionaba la cuestionable justicia en Tierra.

─Aquí no hay necesidad de aplicar ninguna de esas "leyes" que mencionas.

Tenía sentido, pensó Alanis, mientras abría el refrigerador.

─No tengo dinero ─recordó al verla vacía.

─No lo necesitas. Cada ideal puede obtener lo que quiera donde quiera. A diferencia de los terrestres, nosotros podemos moderar nuestro consumo, y lo compensamos trabajando. Si decides quedarte, te capacitarán para el rubro laboral que elijas.

Alanis se dirigió a abrir el armario y se detuvo al encontrar un espejo colgado en su puerta. Notó que su aspecto había cambiado: el cabello enredado estaba tomando forma, las manchas dentales provocadas por el cigarrillo se blanquearon, y las ojeras desaparecieron como si nunca hubiera adornado sus ojos.

─Pronto serás bella como cualquier otro ideal ─la agasajó Keisi y provocó en la muchacha un diminuto, pero notable gesto de ilusión.

Esa misma tarde, la recién llegada fue al mercado más cercano. Se encontró con una gran cantidad de bienes para cualquier necesidad, y se sorprendió al descubrir que si bien había por montón, no existía variedad. Los envases eran iguales y sus etiquetas señalaban únicamente el nombre del producto en cuestión. Se alivió, además, de que no estuviera disponible ninguna especie de carne o lácteos. ¡Por fin había gente que compartía sus principios!

Ya con el carro lleno, caminó por los pasillos hacia la salida, cuando oyó un chillido extraño del otro lado del corredor. Sonaba a llanto. Inmediatamente, descartó la idea; los ideales no manifestaban tristeza. Pero el chillido se repetía y se entrecortaba entre bocanadas de aire. Alanis no pudo ignorarlo y retrocedió a averiguar de dónde provenía.

Entre cajas de cereales tiradas en el suelo, estaba sentada una muchacha contra la estantería, refregando su rostro empapado por lágrimas.

─Estás llorando ─se sorprendió Alanis y, en consecuencia, logró atraer la mirada de la chica.

Idealidad: El retorno al origenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora