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   Ya no lo recordaba con aquella exactitud, pero no había sido hacía tanto tiempo que la joven Kang EunJi había empezado a tener trabajos de medio tiempo. La situación económica de su familia era cada vez peor, su vida se basaba en despertar al rededor de las seis de la mañana para ayudar con el trabajo familiar, cambiarse e ir directo a la cafetería donde había conseguido un puesto de camarera, para acto seguido ir a la escuela pública por la tarde. El día a día de EunJi era un tanto difícil de llevar con sus dieciocho años, pero ella era capaz de hacer cualquier cosa por ayudar a su familia.

   Estudiar también era una de sus actividades más importantes, a pesar de que ella insistía con dejar la escuela para poder trabajar más, sus padres mantenían la postura de que no iban a permitir eso. EunJi asistía a un instituto público y se esforzaba como nadie para tener las mejores notas y así chances para poder entrar en la universidad. Luego de una gran insistencia, la chica logró qué sus padres la dejen estudiar por la tarde para poder aprovechar la mañana. Su madre hacia comida en su casa, mientras que ella y su padre llevaban los pedidos. Para su buena suerte, aquel negocio familiar siempre había funcionado muy bien, había logrado mantenerlos durante un buen tiempo.

   Por la mañana de aquel día EunJi no tuvo más opción que ceder ante el horrible sonido del despertador de las seis y levantarse de la cama. Como era de esperarse, daba la sensación de que un torbellino había pasado por la cabeza de la joven: pelos despeinados y revueltos, cara pálida con ojeras, ojos cansados con los párpados caídos. Esta se dirigió a su armario para buscar la ropa y se detuvo al abrir la puerta de madera. Cualquiera podría estarse seguro de que la chica iba a quedarse dormida parada en el lugar donde estaba, con la remera blanca y vieja de su padre y aquellos shorts azules oscuros de tela. Un grito de afuera de su cuarto hizo que la chica abriera los ojos y se enderezara de golpe. Era su madre, quien ante la duda de decía que se despierte. EunJi tragó saliva y se resfregó los ojos para luego agarrar la ropa del mueble y cerrar su puerta. Como siempre, era ropa cómoda para caminar: una remera liviana con unos jeans cómodos.

   La chica salió de su habitación para encontrarse con sus padres en la cocina. Cómo siempre, su madre preparando un pedido y su padre haciendo cuentas. Antiguamente su padre había trabajado como astronomo y como contador, pero por recorte de personal fue despedido. Todos los días EunJi se lo encontraba pegado a un periódico, leyendo la lista de empleos en busca de algo que pueda funcionarle. La joven se dirigió a la mesa, dónde su madre le había preparado una taza de café y se sentó en una de las sillas para comer.

—EunJi, cariño, tu pelo es un desastre... —rió su madre luego de dirigirle una mirada por el hombro a la chica.

   La muchacha suspiró y le devolvió la mirada a su madre con mal humor. EunJi era así todas las mañanas, no entendía por qué la mayor seguía sorprendiendose de su desordenada cabellera y su cara de muerto. La chica terminó su desayuno y se levantó para ir al baño. Allí hizo como su madre le había dicho y arregló el nido de pájaros que tenía en su cabeza. Su pelo era tan oscuro como el carbón, aún así tenía un cierto brillo natural. Era lacio, pero tenía algo de ondas y movimiento. Suave y largo hasta por debajo de los hombros. Luego esta procedió a lavarse la cara, un buen chorro de agua fresca siempre la despertaba por completo. Sus ojos alargados pero grandes se hacían notar mejor sin esas ojeras grises de bajo. Ojos color avellana, por momentos apagados, pero a la luz brillantes. Se miró al espejo e Inhaló y exhaló con profundidad aprovechando sus últimos minutos de tranquilidad durante el día.

   Luego de lavarse los dientes, volvió a la cocina en busca de su madre, quien al instante le dejó una bolsa con comida y algo de dinero en las manos. Le mostró una sonrisa divertida y luego procedió a darle las explicaciones del pedido.

—Es la clienta de siempre, la que conoces, ese es el cambio que debes darle.

   EunJi se quedó boquiabierta por varias razones. Primero su madre la tomaba por sorpresa y segundo por la clienta a la que le tenía que llevar la comida. Se trataba de una chica rellenita, bastante más baja que la joven, de cabellos castaños y sonrisa amigable. Era una clienta regular, tal vez EunJi podría sumarla ya a su carpeta de “conocidos”. Aún así nunca le agradó mucho la idea de ser ella quien le llevara los pedidos. El problema no era la chica, sino el lugar a donde tenía que llevar el pedido.

   Esta asistía al instituto Ao, uno de los institutos con la cuota más alta de la ciudad de Seul. Todos los alumnos allí eran hijos de empresarios millonarios, con la vida resuelta y que tenían todo lo que querían, o eso creía EunJi. Nunca le había gustado mucho pasar por aquel lugar, siempre sintió que las miradas de los alumnos la incomodaba de una manera horrible. Se sentía muy diferente a ellos. Su manera de vestir, su forma de caminar. Eunji desde siempre supo que no podía juzgar a nadie antes de conocerlos, aún así como cualquier persona tenía prejuicios.

   EunJi tomó sus llaves y fue a la puerta. Se puso los zapatos y salió de la casa en dirección al instituto. Eran unas cuantas calles, por lo que convenía tomar el transporte público, pero la chica no tenía planeado gastar un solo centavo ese día. El reloj de su teléfono ya marcaba las siete y veinte de la mañana para cuando la chica llegó a la puerta del instituto. Un edificio enorme y bastante agradable de ver, con un patio principal decorado con . Se paró a un costado de la entrada, esperando a que la clienta fuera por su comida. Dudaba si entrar o no a buscarla, no tenía muchas ganas de meterse en aquel instituto.

—Oh, mira, ahí está de nuevo... Que mal gusto para el cabello...

   EunJi escuchó la voz de una chica que llevaba el uniforme de la escuela y levantó la mirada en su dirección. Creyó que hablaba de ella, pero no, la chica y su amiga con la que ingresaban al patio delantero se refería a otra joven, la clienta que había pedido la comida. Le tomó un poco reconocerla, pero se trataba de ella. No llevaba sus gafas y en lugar de su pelo lacio y sugetado en dos coletas, estaba ondulado y suelto.

   EunJi se concentró en la escena que ocurría frente a sus ojos. Los alumnos se habían reunido en el patio, en la puerta para entrar al edificio, eran bastantes, por lo que la chica tuvo que acercarse para ver que ocurría.

—¿P... por qué es tan malo Kim HoSung? —habló esta con la voz entrecortada, casi entre sollozos.

—Ni quitandote esos asquerosos anteojos dejas de ser una molestia para la vista... —EunJi escuchó una voz masculina, aún así debido a la gente no podía llegar a ver quién hablaba. A juzgar por sus palabras, no era una persona agradable.— ¿No sientes que hace calor? Deberías deber algo fresco —para cuando la repartidora logró alcanzar a ver de quién se trataba, el chico ya se encontraba con una botella de jugo en la mano, desparramando la bebida sobre la pobre chica, quien se encontraba hecha una bolita en el piso. Las risas de los espectadores no tardaron en apoderarse de la atmósfera.

EunJi no pudo aguantarse tragar saliva. El ver llorar a la chica en silencio mientras los demás reían a su al rededor le provocaba una sensación de odio y tristeza horrible en el pecho.

—Vamos, ¿qué esperas? —se escuchó la voz del muchacho. La pobre chica levantó la mirada con confusión y encontró sus ojos con los del chico, quien bufó y dibujó una sonrisa burlona con sus labios— lamelos —le obligó el chico mientras dirigía una rápida mirada a sus zapatos. Las lágrimas de la joven ya estaban deslizándose por sus mejillas, la situación se sentía horriblemente tensa.

Fue en aquel momento que el timbre que daba por iniciada la primera clase sonó. El chico que se encontraba maltratando a la muchacha le dedicó una mirada de desperdicio y luego se adentró en el edificio, acción que los demás alumnos no tardaron en recrear, dejando a la pobre chica toda mojada en el piso, ahogando un grito. Ese era el momento de EunJi para acercarse a su clienta y darle el pedido. Aunque sentía una increíble tristeza por ella, debía tener el dinero, su familia contaba con ello. Aún así, la chica de levantó y se adentró corriendo hacia el edificio antes de que pudiera alcanzarla.

𝑵𝑶𝑻 𝑬𝑨𝑺𝒀 𝑻𝑶 𝑪𝑶𝑵𝑻𝑹𝑶𝑳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora