El alfa perfecto es el alfa destinado. O al menos, debería serlo. Aunque la última vez que Seokjin vio al suyo fue hace cinco años, y el que por contrato está a poco tiempo de tomarlo como suyo para siempre, no se las haya arreglado para despertar m...
"Cambiamos, ¿lo sabes? Como todos lo hacen. Te odio, sí, tú me dejaste, pero nunca dejé de pensar en ti ni un solo día.
Honestamente, te extraño".
—Spring Day (BTS).
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Kim Seokjin
Muchas veces el tiempo ha parecido pasar lentamente por ciertos intervalos, como si decidiera a su capricho en qué momento correr y cuándo ir tortuosamente más lento. Como si fuera de su conveniencia prolongar el sufrimiento y dejar que los momentos felices pasen fugazmente, en un suspiro y un parpadeo.
Últimamente he sentido que se ríe de mí, recordándome no solo que los episodios felices fueron los más cortos, sino que la brecha entre la fantasía que parece de una vida pasada y el no positivamente utópico presente, es tan enorme que se me va de las manos, se me resbala como si no fuese capaz de ser consciente de su paso.
No fue tanto, no debería sentir que cinco años han sido toda una vida.
No debería poder compararlos con los diecinueve anteriores con tanta tranquilidad, como si las magnitudes no fuesen garrafalmente desproporcionales.
No pueden sentirse como lo mismo.
—¿De qué color los prefiere, señorito?
Dirijo mi mirada buscando la voz, aletargado, como si hubiese agua entre nosotros y el eco llegara con retraso.
Otra muestra de lo que decía sobre el paso del tiempo, porque no sé cuánto he estado en la oficina bien conocida de la agencia de bodas, pero me siento tan lento y tonto, como si mi estadía pudiese traducirse en un día largo e interminable de acciones aburridas y adormecedoras.
Para este instante, estoy demasiado ocupado la hora en mi reloj de muñeca, tratando de descifrar a qué hora he llegado, como para preocuparme en contestar a la pregunta.
—¿Señorito Seokjin?
Ruedo los ojos. Ya dije que no quería que me llame así. Cuando levanto la vista la señora está sosteniendo dos arreglos de flores en sus manos, el de la derecha es blanco y el de la izquierda rosa. Alzo una ceja en dirección a la beta.
¿No es obvio?
—El de flores rosas me gusta —respondo intentando sonar amable y regreso mi atención al teléfono solo para ver que apenas han pasado dos minutos.
¡Dos minutos!
Siento que puedo empezar a comerme las uñas. ¿A qué hora llega ese alfa para sacarme de aquí?
