El alfa perfecto es el alfa destinado. O al menos, debería serlo. Aunque la última vez que Seokjin vio al suyo fue hace cinco años, y el que por contrato está a poco tiempo de tomarlo como suyo para siempre, no se las haya arreglado para despertar m...
Dedicado a @rjinysus, gracias por llegar a mi vida soulmate, ya leíste este capítulo hace días, pero igual~.
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Kim Seokjin
Una suite bastante lujosa. Parece un departamento costoso pero solo es dónde se está hospedando Taehyung. Una sala amplia con muebles personales de cuero negro, una mesa de madera de estilo simple y oscuro pero moderno. Toda la suite tiene ese estilo gracias a sus muebles y adornos sencillos. La iluminación está en tonos cálidos amarillentos a causa de una lámpara de araña que cuelga del techo. Todo lo demás entre negro, blanco y crema.
Estar observando todo a mi alrededor solo me sirve para darme una idea de lo que le está costando a Taehyung quedarse aquí. Y eso debe ser porque tiene una buena posición económica. ¿A qué se habrá dedicado? A juzgar por su apariencia ligeramente envejecida debe ser algo que lo ha estado consumiendo. No es por nada pero creo que yo sigo viéndome más joven que él y no me puedo sacar de la cabeza que eso es malo.
Llegamos hace poco y se fue directamente al baño con los implementos de primeros auxilios que compró en la farmacia. No estoy seguro si a estas alturas sirve ya que atienda mi herida, debe haber pasado siquiera una hora entera desde el incidente. Pero si él quiere hacerlo y me ha dicho que me quede quieto sentado aquí lo único que puedo hacer es obedecer.
Aunque me esté picando la curiosidad por avanzar más adentro y explorar el resto de la lujosa suite. ¿Pero para qué? Igual tendré que irme en un rato más si es que Taehyung todavía quiere que hablemos, claro está. De otra manera solo me limpiará la herida y me despedirá.
Entonces regresaré a la extraña vida que he estado llevando con Jungkook. No me molesta, ha ido bien hasta ahora.
Sigo en mis cosas hasta que Taehyung regresa y sin decir ni una palabra, solo con miradas me indica que me quede quieto. Trae una silla del juego del comedor y toma asiento a poca distancia de mí. Se agacha con un poco de algodón húmedo, quizá con alcohol o agua oxigenada en una mano y con la otra toma mi barbilla.
No sé si él sabe cómo curar una herida. Siempre que salíamos lastimados de pequeños solo corríamos donde su abuela.
Dejo escapar un suspiro nostálgico que luego se convierte en un jadeo por el dolor.
—Te dije que estés quieto.
En primer lugar, no me lo dijo, solo me miró molesto hasta intimidarme en un mensaje implícito para que no me moviera. Y en segundo lugar, acabo de confirmar que en efecto, él no tiene idea de lo que hace.
—Me estás lastimando— le digo antes de tratar de recibirle el algodón, pero es más rápido apartándolo de mis dedos. Frunce el ceño —no se supone que lo hagas tan duro, me duele.
