El alfa perfecto es el alfa destinado. O al menos, debería serlo. Aunque la última vez que Seokjin vio al suyo fue hace cinco años, y el que por contrato está a poco tiempo de tomarlo como suyo para siempre, no se las haya arreglado para despertar m...
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Jeon Jungkook
La madera rechina bajo mis pies descalzos cuando paso una y otra vez por el mismo lugar. El mismo único tramo largo libre de ropa de mi habitación.
He estado así por la última hora.
Gruño cuando mi trasero se estampa contra el suelo. Volteo para ver con qué acabo de resbalar. Mi lobo gime triste dejando ir todo nuestro mal humor al encontrar una camiseta de algodón con olor a Jin.
Aún en el suelo me dedico a pasar los dedos una y otra vez sobre la suave tela rosa impregnada de una fragancia a miel y frutal. La acerco a mi nariz algo cohibido, como si el omega pudiera venir de un momento a otro y descubrirme olfateando su prenda olvidada en mi desordenada habitación.
Ni en mis mejores sueños me encontraría, la verdad es que ahora mismo debe estar afuera en la ciudad, con ese alfa que siempre ha estado con él y siempre tuvo el primer lugar en su corazón.
Mi lobo aulla en mi pecho, reclamándome porqué estoy haciendo el papel de perdedor aquí en lugar de moverme e ir por el omega que queremos de una vez y quizá por primera vez hacer un esfuerzo por tenerlo. Ya es hora.
Niego con la cabeza, restregando más la tela contra mi rostro, intentando sacar más olor. Después de algunos minutos la vuelvo a dejar en el piso, ya no tiene más de Jin. Rasco mi cabeza intentando recordar si esa camiseta la traje para mi último celo o para cuándo.
—Jungkook.
Volteo sobre mi hombro por la voz de mi madre. No sigue hablando solo pasa la vista explorando mi espacio lleno de ropa por todas partes. Un desorden total.
Me preparo para que me regañe pero solo ladea la cabeza y me pide que vaya a la habitación de mi padre en cuanto me desocupe.
Ugh, sí. Porque estoy demasiado ocupado haciendo el patético papel del alfa que...
—Ah, Jungkook, justo cuando pensé que no podías ser más mugroso, diuh— al reconocer la voz de Junghyun-hyung me pongo de pie al instante.
—¿Qué haces aquí?— no le veo el rostro. Mi hyung podría descubrir todo lo que pienso y siento con sólo mirarme y no tengo ganas de platicarle de nada. Aunque igual cuando vaya a ver a papá me hará preguntas.
—¿Cómo que qué hago aquí? Esta es mi casa— se agacha y levanta un pantalón del suelo. Al acercarlo a su nariz frunce el ceño para luego tirarlo lejos, al otro extremo de la habitación —Te has pasado con la pestilencia esta vez.
—¿Sigues viviendo aquí, hyung?— pregunto con ironía para empezar nuestra típica discusión a broma sobre cuán patético es que papá lo haya echado pero mi hyung siga regresando.
JungHyun camina por el dormitorio o por el único espacio libre por el que estaba pasando yo hace rato antes de caer, todavía mirando todo con una expresión burlona.