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-Tus dedos están fríos

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-Tus dedos están fríos... ¿Qué estás haciendo? -se quejó en voz baja, pues no quería ser desagradecido, pero tampoco podía no decir nada.

-Me he golpeado y torcido muchas cosas muchas veces, sé que hacer -respondió con simpleza, concentrado en lo que hacía.

Lance respiró profundo mientras observaba a Keith; su ceño levemente fruncido y su mirada mientras se concentraba le hacían ver muy guapo... O acentuar que ya lo era.

¡Auxilio! ¡Me estoy sintiendo un 1% gay! ¡Doctor llega pronto!

-A-Ah... -dijo en reconocimiento- J-Juegas futbol americano, ¿no?

Keith asintió.

El silencio se extendió, durante este tiempo Keith buscó una compresa fría y luego ayudó a elevar la parte baja de la camilla para mantener la pierna de Lance en alto mientras se quedaba a su lado.

-Uhm... Puedes regresar, seguro puedes usar en otras cosas el tiempo libre que te gané -consideró el cubano rompiendo el silencio, aburriéndose sin su celular- De nada por eso, por cierto -bromeó un poco.

Tras decir esas palabras, Keith se levantó.

-No te muevas -dijo y con eso se fue...

¡Realmente se fue! ¡Ah! Lance solo estaba hablando casualmente y el lobo solitario emo no aguantó dos pedidas para irse.

-Idiota -suspiró recostándose en la camilla.

En definitiva ese tipo no podía ser su alma gemela. Si todas esas chicas que están enamoradas de él lo supieran... No, mejor que no lo sepan, así alguna realmente puede robarle el hilo rojo de Keith, ¡no le molestaría en absoluto!

Al poco tiempo el doctor regresó y mientras Lance explicaba lo sucedido y era revisado, Keith había regresado con dos mochilas al hombro.

-¿Se encuentra bien?

El doctor asintió.

-Está bien, solo necesita descanso y seguir aplicando esto -dijo moviendo la pomada- Puedes irte a casa, trata de no afincar mucho si te duele.

El moreno asintió y se bajó con cuidado de la cama, siendo atajado inmediatamente por Keith.

Una vez que ambos salieron de la habitación, Lance suspiró.

-Gracias por buscar mi mochila... -murmuró no queriendo decir que había pensado que se había ido- Puedo regresar solo.

El azabache continuó sin mirarle.

-No seas molesto -se quejó- También me estoy yendo.

En silencio los dos salieron del edificio. Lance estaba enfurruñado en su interior, por lo cual no tenía nada que hablar con Keith, sobre todo no cuando el estúpido hilo rojo que les unía se balanceaba y brillaba.

Solo amigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora