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Luego de un largo día de mudanza, Lance salió del departamento y miró las estrellas

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Luego de un largo día de mudanza, Lance salió del departamento y miró las estrellas. Le gustaba bastante ese lugar, pues a pesar de estar en la azotea de un pequeño edificio, era bastante grande y más que suficiente para Keith y él.

-Voy a estar afuera -avisó a su novio dentro de la casa.

-Bien, voy en un momento -respondió Keith.

Lance caminó hasta la hamaca y se acostó a mirar el cielo. Le recordaba un poco a la noche en que comenzó a ver los hilos pues la luna estaba llena y a su alrededor, el cielo lleno de estrellas.

-Ah... Solo falta que una pulga peluda me caiga encima -suspiró abriendo los brazos con burla, pues hacía años que no había visto una pulga peluda de cerca, solo de lejos uniendo hilos de persona.

Antes de que cerrara los brazos, sintió algo caer y golpearle fuertemente el pecho.

-¡Quiznak! -gritó perdiendo el aliento. Asustado miró la reconocida pelusa que tenía encima- ¡No otra vez! -exclamó y de un manotazo empujó a la pulga al piso- ¿¡Cómo demonios pasaste!? -se quejó pues esa zona pertenecía a la mitad cubierta con malla protectora.

La pulga se movió mirando a los lados antes de centrar de nuevo su atención en Lance y avanzar un paso.

-¡N-No te me acerques! -gritó encogiéndose en su lugar.

Al otro lado, la puerta se abrió rápidamente.

-Lance, ¿qué sucede? -preguntó Keith acercándose ante sus gritos.

-¡La pulga! -señaló donde estaba la bola de pelos roja.

-¿Está allí? No puedo verla -murmuró frunciendo un poco el ceño, acercándose con cuidado a Lance.

-No piensas que estoy loco, ¿verdad? -preguntó bajándose con cuidado de la hamaca.

-No, te creo -asintió seguro, sonriéndole ligeramente.

Relajándose ante tales palabras, Lance le sonrió de vuelta y le acarició el cabello.

-Bueno, gracias, porque... ¡Se está acercando! -advirtió tomando los hombros de Keith para alejarse.

El azabache tomó lo primero que tuvo a mano para defenderse, lo cual fue una maceta, pero como no veía donde estaba, no sabía dónde apuntar.

-¡¿D-Donde está?!

-¡A tu derecha! No, a tu izquierda, a ocho metros. ¡Ah! ¡De nuevo derecha! -se apresuró a decir los movimientos de la criatura, moviendo los hombros de Keith en la dirección en que estaba.

-¡Lance!

-¡Ahí viene! -exclamó cuando la pulga saltó.

Por mero instinto, Keith golpeó hacia enfrente y le dio de lleno a la pulga, mandándola a volar contra la esquina. La pulga peluda golpeó la pared y cayó con un sonido acolchado.

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