Capítulo 12

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—¿Nunca lo vas a perdonar? —preguntó Hijikata viendo como Sougo, a lo lejos, se erizaba cual gato enfurecido por verle acercarse a Katsumi.

—No se merece que lo perdone —refunfuñó una embarazada de treinta y dos semanas de gestación ya.

—Oh, vamos —casi suplicó el vicecomandante, sintiendo pena por su subordinado—, se ha portado demasiado bien, además se muere por acariciar tu barriga más tiempo que cuando estás dormida.

—Cuando finjo estar dormida —aclaró la chica—. Sé que nunca se ha mantenido lejos. Al principio lo dejé pasar porque estaba cansada, después me acostumbré.

—Entonces deberías comenzar a ceder —pidió el hombre—, ya pasaron cinco meses, y ahora sabes que Katsura está perfectamente bien. Dale una última oportunidad.

—Lo que quieres es deshacerte del compromiso conmigo, ¿no es así?

—Bueno, es que me está causando algunos problemas con la persona que amo.

—Solo dile que es falso.

—Ya le dije, y no me creyó, está seguro incluso de que tus bebés son mis hijos.

—De verdad que los hombres son idiotas, Sougo es idiota, tu pareja es idiota y tú eres idiota por interesarte en otro idiota como tú.

Hijikata sonrió. Había pasado tanto tiempo acompañando a una chica que le provocaba tanta ternura que se había terminado encariñando con ella, y confío en ella hasta el punto de confirmarle sus sospechas de que era un romance lo que mantenía con cierto peliplata que, de pronto, secretamente le llevaba reportes sobre su hermano.

—Anda, perdónalo, hazlo por mí —pidió el endemoniado azabache—. Necesito vivir y dormir tranquilo, sin tener que cuidarme de sus trampas y ataques todo el tiempo.

Katsumi sonrió, provocando que en el estómago de Sougo se hiciera un agujero y una espada a demasiada velocidad casi atravesara a uno que, más por suerte que por destreza, la logró esquivar.


* *


El dolor atravesando el vientre de la chica le dejó sin respirar, y de sus manos resbaló el vaso de vidrio, haciéndose añicos al caer contra el suelo.

—¿Estás bien? —preguntó Sougo saliendo de su escondite y llegando hasta ella.

Le gustaba dormir tan cerca como podía, así que la había escuchado dejar su habitación y le había seguido sin que ella se diera cuenta, por eso pudo darse cuenta de que algo no andaba del todo bien.

—No lo estoy —resopló la chica inclinándose tanto como su enorme barriga le permitía—, creo que ellos van a nacer.

Los ojos de Sougo se hicieron enormes y, sin perder la calma, la levantó en brazos para llevarla hasta una patrulla y dirigirla al hospital.


**


—Son tres niños —informó el capitán Okita que, en bata de hospital, salía a dar la buena noticia a los que eran su familia.

No le había costado trabajo, su amada le había pedido que no le dejara sola, así que con lujo de detalle le tocó presenciar el nacimiento de sus tres bebés, tres varones que le desbordaban el alma de felicidad.

—¿Están todos bien? —preguntó Kondou, feliz por la plenitud y felicidad que su protegido y querido amigo irradiaba.

—Pues Katsumi me fracturó dos dedos de la mano izquierda —anunció Sougo—, pero ella y mis hijos están muy bien. 


Continúa...

TENEMOS TRES PROBLEMASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora