Capítulo 1: Abby.

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Mis botas vaqueras resonaron a través del pavimento picado mientras me deslizaba dentro y fuera de las filas de autobuses de la gira. Los gritos del rock resonaban a mí alrededor, haciendo eco a través del estrecho estacionamiento. Los roadies y técnicos pasaron rozándome con conversaciones ásperas emitidas desde sus diademas auriculares y walkie-talkies.

Una vez que barrieron su mirada sobre el pase autorizado colgando alrededor de mi cuello, no me preguntaron qué estaba haciendo ni me preguntaron si podían darme una mano.

El intenso calor de junio golpeó contra mi espalda y chamuscó la piel desnuda encima de los delgados tirantes de mi vestido de verano. Solté un gruñido y le di un tirón a la maleta con ruedas detrás de mí, mientras que la caja de la guitarra que llevaba a mi lado derecho parecía que estaba cargada de plomo.

Rock Nation era uno de los más grandes festivales de música en el país. Un centenar de bandas tocaban durante tres días, y los espectáculos duraban todo el día. Los fanáticos de la música acampaban en el medio del desierto y algo recreado en Woodstock. Bueno, eso es lo que me habían dicho. No era como que hubiera pasado los últimos dos días con miles de apestosos, extraños cubiertos de barro. Yo acababa de salir de un 737 de Austin, Texas, y saltado al taxi más cercano a la arena.

Mi único interés real en estar en Rock Nation era ver a Jacob’s Ladder, la popular banda musical con una fusión de rock Cristiano. Los tres miembros, Gabe, Eli, y Micah, eran mis hermanos mayores, y la razón por la que estaba paseando por un estacionamiento en el medio del desierto.

Sudar profusamente, estar perdida y frustrada no era exactamente lo que había imaginado cuando mis hermanos me pidieron que me uniera a ellos en su gira de verano. No era la primera vez que había dado la vuelta al país con ellos, desde que habían irrumpido en el centro de atención hace dos años. Pero era la primera vez que tenía que decidir si la desarraigada existencia de un músico era realmente para mí. Después de cantar jodidamente bien, como mi hermano Eli afirmó para los ejecutivos de la disquera, me ofrecieron el lugar de cantante principal. El lugar estaba disponible porque mi hermano mayor, Micah, salía de la banda para casarse y unirse al seminario.

Después de rodar la maleta hasta detenerla, bajé mi caja de la guitarra.

Escudando mis ojos del deslumbrante sol con la mano, eché un vistazo a los autobuses. Confía en mí, cuando has visto un autobús de gira, ya lo has visto todo.

Muy pocos se jactaban de que un grupo los había llamado a casa para salir de ella. En este momento, me encontraba con una fila tras otra de ellos comprimidos juntos tan fuertemente que apenas podías moverte entre ellos.

Escudriñando los parabrisas, busqué el usual papel multicolor con el número del autobús. Por mí vida, no podía recordar qué número se suponía que debía estar buscando. Saqué mi teléfono de mi bolso y miré el texto de Micah.

 No podemos ir a encontrarte como lo planeamos. Estampida después del espectáculo de las 4am.

El pase estará en la taquilla. Vamos al autobús. Es el 419. Nos iremos a las 9am con o sin ti.

 Con un gruñido de frustración, empujé mi teléfono en el bolso. La mayoría de las veces, los chicos eran mucho más considerados conmigo. Supongo que pensaron que ya que esta no era mi primera vez en el rodeo, por así decirlo, yo debería ser capaz de cuidar de mí misma. Usualmente, trataban de tratarme como si yo todavía tuviera diez años, en lugar de veintiuno.

—¿Dónde diablos está el autobús 419 ? —gruñí.

—Sí, ¿durante cuánto tiempo has querido ver a Blaine Bennett?

Symphony Of Destruction. (Z. M.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora