De Chilecito a Buenos Aires

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El mes de Enero se me hizo eterno. En el trabajo pasaba poco y nada, hacia mucho calor, la ciudad estaba dormida por el calor de las siestas y los 31 días me los pasé frente a una computadora intentando terminar de escribir un informe para el cuál mi cabeza ya no daba. No me concentraba. 

El año anterior (2019) había sido extremadamente difícil, mi mamá había muerto de cáncer a finales del 2018, los trámites posteriores a su muerte sumieron a mi familia en un caos de dolor, confusión y mucha ambición que no esperaba. En el trabajo de pronto me puse más susceptible al ambiente competitivo, los rumores, las tareas que no son tareas y la mala leche de gente que no tiene nada mejor que hacer. Deje de verme con algunxs amigxs que hoy ya no lo son. Y justo cuando pensaba que nada podía estar peor, empece a organizar este viaje.  Una vez que tomo la decisión y compré el pasaje de Ezeiza a Colombia, como por arte de magia algunas cosas empezaron a arreglarse solas.  Aunque mi ansiedad por momentos llegaba al punto donde me planteaba si realmente debía hacer este viaje, ya me cuestionaba mi estabilidad emocional. 

Así entre párrafo y párrafo del informe, yo hacia listas de las cosas necesarias para el viaje. Buscaba en internet información, concejos, hostels baratos, planteaba una y otra vez mi presupuesto y si no era muy loco intentar hacer todo ese recorrido con tan poco dinero. Por algún motivo en especial, se me metió en la cabeza y en el corazón que tenia que pasar por Ecuador sí o sí, algo me llamaba a atravesar un país desconocido sola. Una por a aventura, y otra para probarme a mí misma, si podía hacerlo, tal vez podría recorrer más lugares en el futuro. 

Y así se pasaron los días entre informe, mate y notas. De pronto tuve que cambiar mi lugar de trabajo temporalmente, y encontré grandes personas que ayudaron a relajarme. Charlas que van y vienen, logre armar el viaje, terminar el informe a tiempo, y estar en paz conmigo misma.

Así el ultimo día de Enero coincidió con el ultimo día de trabajo. A la hora de haber cruzado la puerta ya estaba con las valijas listas en la terminal y la planta de mis pies llenas de adrenalina. Subí al colectivo, y me fui. Empezaba la primer etapa del viaje. 

Una Vuelta por LatinoaméricaWhere stories live. Discover now